Esta semana, el Pentágono anunció que el martes 31 de diciembre había lanzado una serie de ataques aéreos contra la capital yemení, Saná, y otras partes del país. El Comando Central de Estados Unidos declaró que se habían atacado las instalaciones de comando y producción de armas de Ansarallah, la milicia también conocida como “movimiento hutí”, que actualmente gobierna la mayor parte de Yemen. Los ataques estadounidenses se produjeron justo después de que Israel bombardeara la ciudad portuaria de Hodeida y el principal aeropuerto de Saná, matando al menos a seis personas. El miércoles 1 de enero, un portavoz hutí dijo que el movimiento continuaría con sus ataques contra el transporte marítimo en el Mar Rojo y contra Israel con el objetivo de poner fin a la guerra de ese país contra Gaza. “Están lanzando ataques contra la infraestructura de Yemen. Son ataques contra la población civil yemení”, señala la académica yemení-estadounidense Shireen Al-Adeimi acerca de los ataques israelíes y estadounidenses. “La única forma de impedir que Ansarallah siga desviando barcos en el Mar Rojo, y de detener sus ataques, […] es poner fin al genocidio en Gaza y a la hambruna que está sufriendo pueblo palestino”.
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