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En momentos que los restos de Jimmy Carter están llegando a Washington D.C. para la realización de un funeral oficial que durará una semana, nos acompaña el historiador Greg Grandin para analizar el legado de este expresidente de Estados Unidos. Carter, quien sirvió sólo un mandato, de 1977 a 1981, llegó a la presidencia con la promesa de restaurar la fe en el Gobierno después de los traumas generados por el Watergate y la Guerra de Vietnam, así como reorientar la política exterior de Estados Unidos hacia la defensa de los derechos humanos. “Llegó al poder prometiendo […] un nuevo tipo de doctrina, alejar a Estados Unidos tanto del exceso ideológico como del apoyo a dictaduras, postura que había llevado a guerras como la de Vietnam o a golpes de Estado como el de Chile”, dice Grandin. “Bastante rápido, los acontecimientos lo sobrepasaron”. En ningún lugar es más evidente el legado “contradictorio y confuso” de Carter que en América Latina, donde restringió la asistencia estadounidense a algunas dictaduras de derecha mientras apoyaba a otras, especialmente en América Central. Carter también comenzó a financiar a los grupos rebeldes muyahidines en Afganistán, lo que en última instancia dio lugar al surgimiento de los talibanes y a los ataques terroristas del 11 de septiembre de 2001 por parte de al-Qaeda. “A pesar de toda su decencia y humanidad, especialmente en comparación con el […] circo de payasos que nos gobierna ahora, es necesario poder analizar los legados más desafortunados del Gobierno de Carter”, explica Grandin.
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