
Más de mil personas murieron en Siria, en su mayoría civiles, en una serie de masacres dirigidas principalmente contra la comunidad alauita, minoría religiosa del país. La familia Asad, que gobernó Siria durante mucho tiempo, es miembro de la secta alauita. Los enfrentamientos comenzaron el jueves 6 de marzo, tras una serie de ataques coordinados de hombres armados vinculados al antiguo régimen, que mataron a más de 200 miembros de las fuerzas de seguridad del nuevo Gobierno. Como represalia, las fuerzas gubernamentales junto con grupos e individuos armados irrumpieron en aldeas alauitas de toda la región y las atacaron. El presidente interino de Siria, Ahmed al-Sharaa, repudió los ataques y prometió hacer rendir cuentas a los responsables. Al-Sharaa está “tratando de presentar una imagen más aceptable” con respecto a los años que Siria estuvo aislada de la economía capitalista global, dice el académico sirio Yasser Munif. “Su prioridad es poner fin a las sanciones contra Siria y conseguir fondos para la reconstrucción. […] Está gestionando todas estas tensiones y contradicciones y para tener éxito tendrá que superar grandes desafios”.
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