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Por Amy Goodman
La semana pasada, la Asociación de Psicólogos de Estados Unidos (APA–American Psychological Association) rechazó una propuesta de moratoria que hubiera prohibido que los psicólogos miembros participen en interrogatorios en centros de detención de EE.UU. tales como la Base de Guantánamo y las prisiones secretas de la CIA, conocidas como “black sites” y repartidas por todo el mundo. En lugar de eso, la organización, que cuenta con 148.000 miembros, aprobó en su reunión anual en San Francisco una resolución que prohíbe a los psicólogos participar en interrogatorios en los que se usen ciertas técnicas agresivas. Muchos psicólogos de la propia APA opinan que la resolución no es suficiente.
El tema de la tortura y los interrogatorios se ha convertido en una cuestión delicada para la APA, la mayor organización de psicólogos de todo el mundo. Tanto la Asociación Médica de Estados Unidos (American Medical Association) y la Asociación de Psiquiatras de Estados Unidos (American Psychiatric Association) prohíben terminantemente a sus miembros que participen en interrogatorios llevados a cabo en lugares como Guantánamo, en los que no están garantizados los derechos humanos básicos. A estas organizaciones se les han unido otras, como la Asociación de Traductores de Estados Unidos (American Translators Association) y la Sociedad para la Etnomusicología (Society for Ethnomusicology). La traducción es una herramienta esencial en los interrogatorios y se sabe que se ha usado música estridente y continua como forma de tortura.
Una pregunta central en este debate es: “¿Hay psicólogos participando en torturas?”. Mientras que la administración Bush niega una y otra vez que emplee métodos de tortura, un informe filtrado del Comité Internacional de la Cruz Roja afirma que ciertos métodos usados por EE.UU. “son equiparables a la tortura”.
En una encendida asamblea de la APA celebrada tras la votación, el Dr. Steven Reisner, uno de los principales impulsores de la propuesta de moratoria, preguntó: “Quiero saber si la resolución que fue aprobada prohíbe que los psicólogos participen en sesiones en las que se usen las técnicas avanzadas de interrogación que el presidente de Estados Unidos autorizó a usar en las prisiones secretas de la CIA”.
Los defensores de la postura de la APA son claros: los psicólogos deben estar presentes en estos interrogatorios para proteger a los presos, para asegurarse de que los interrogadores no se excedan. Los críticos argumentan que los psicólogos están allí para ayudar a los interrogadores y asesorarlos sobre la mejor forma de quebrar a los presos.
El Dr. Jeffrey Kaye, un psicólogo miembro de Survivors International, un grupo internacional de sobrevivientes de la tortura, afirma que hay un vacío legal: los psicólogos no pueden participar en interrogatorios en los que se usen técnicas agresivas, pero sí pueden ser partícipes de las condiciones severas de detención que se aplican a los presos. Kaye declaró: “Fíjense, ellos no usan la técnica de privación del sueño mientras te interrogan, la usan antes del interrogatorio, como parte de las condiciones de detención, con el propósito de ablandar a los detenidos para el momento del interrogatorio. Así que el ganador hoy, y estoy seguro de que sus abogados están muy contentos, es la CIA”.
Mientras se daba comienzo a la convención, Anthony Romero, de la Unión Estadounidense por las Libertades Civiles (ACLU, por sus siglas en inglés), remitió una carta a la APA, instándola a adoptar una moratoria para frenar la participación de psicólogos en los interrogatorios, y alertando que los psicólogos podrían afrontar responsabilidades legales e incluso llegar a ser procesados. “Hemos encontrado evidencias preocupantes de la connivencia de psicólogos clínicos en el desarrollo e implementación de procedimientos pensados para infligir daño psicológico a presos de Guantánamo y otros centros de detención”.
En un momento surrealista de la apertura de la sesión de la APA sobre ética e interrogatorios, una interrogadora del Pentágono, la “Dra. Katherine Sherwood” (parece haberse presentado bajo un seudónimo), quiso hacer saber a la concurrencia que los interrogatorios eran llevados de forma profesional. Afirmó que se le negó acceso a la historia médica de los presos: “Me gusta hacer pasteles en casa para los detenidos y llevo mis pasteles caseros a nuestras sesiones. Necesito saber si un detenido tiene alergia al maní, ya que algo así podría ser muy peligroso. Anteriormente había un procedimiento mediante el que… el enlace podía plantear una pregunta al personal médico, y éstos podían decidir si dar una respuesta o no”.
Su costumbre de hacer pasteles le da un nuevo significado al término “psicólogos BSCT”, siglas en inglés de Behavioral Science Consultation Team (Equipo de Asesoramiento en Ciencias del Comportamiento), que pronunciadas “biscuit” significan “galleta”. Se trata de los psicólogos que ayudaron a desarrollar las técnicas agresivas de interrogación, y los que según el Comité Internacional de la Cruz Roja proporcionaron información sobre las “debilidades y salud mental” de los detenidos para ayudar a quebrarlos psicológicamente.
La carta de la ACLU redactada por Romero concluye con: “La historia de la tortura se halla inexorablemente vinculada con el mal uso de los conocimientos científicos y médicos. En pleno siglo XXI, ya no es suficiente denunciar o criticar la tortura; más bien debemos cortar de una vez todas las conexiones entre los sanadores y los torturadores. Como protectores de la mente, los psicólogos están obligados a promover el tratamiento humano de todas las personas”.
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Amy Goodman es la presentadora de Democracy Now! (www.democracynow.org), noticiero internacional diario emitido por más de 500 estaciones de radio y televisión en Estados Unidos y el mundo.
© 2007 Amy GoodmanEn inglés: http://www.truthdig.com/report/item/20070821_psychologists_in_denial_about_torture/ traducido por: Ángel Domínguez y Democracy Now! en español, spanish@democracynow.org