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Por Amy Goodman
Publicado el 23 de Septiembre de 2009
Manuel Zelaya, el presidente democráticamente electo de Honduras, está de regreso en su país tras haber sido derrocado por un golpe militar el 28 de junio. Zelaya apareció allí de forma inesperada el lunes por la mañana, anunciando su presencia en la capital, Tegucigalpa, desde la Embajada de Brasil, donde se refugió. Los hondureños comenzaron de inmediato a dirigirse a la embajada a mostrar su apoyo. La valiente acción de Zelaya se produce en una semana muy importante, en la que los líderes mundiales se encuentran en Nueva York para participar de la Asamblea General de las Naciones Unidas, a la que le seguirá la reunión de presidentes y ministros de economía del G-20 en Pittsburgh. El gobierno de Obama podría verse obligado, finalmente, a sumarse a la opinión mundial de oponerse decisivamente al golpe.
Aún no queda claro cómo ingresó Zelaya a Honduras. Le dijo a la prensa el lunes: “Tuve que recorrer durante quince horas, unas veces caminando, otras veces marchando, en diferentes lugares, a medianoche, porque yo quería celebrar el cumpleaños de la patria con el pueblo hondureño.” Una fuente de la Embajada de Brasil dijo que es probable que se haya ocultado en el baúl de un auto, atravesando hasta 20 puestos de control en forma exitosa.
Cerca de la madrugada del martes, los seguidores que desobedecieron el toque de queda impuesto por el gobierno, y que se encontraban frente a la Embajada de Brasil fueron dispersados en forma violenta con gases lacrimógenos y cañones lanza agua. Se cortaron los servicios de electricidad, las líneas telefónicas y el agua de la embajada, y las fuerzas armadas hondureñas pusieron un camión con altoparlantes allí, con el himno nacional hondureño a todo volumen. El lunes, la Organización de Estados Americanos (OEA) reiteró su reclamo por “la firma inmediata del Acuerdo de San José”, el acuerdo negociado por el Presidente de Costa Rica Oscar Arias, que reclama el regreso de Zelaya como presidente, con miembros del régimen golpista dentro del gobierno y amnistía para todos los que participaron en el golpe. Zelaya estuvo de acuerdo con los términos propuestos, pero el presidente del régimen golpista, Roberto Micheletti, los rechazó.
Luego del golpe del 28 de junio, la OEA suspendió de inmediato a Honduras del sistema de derechos de la OEA y solicitó la restitución inmediata de Zelaya. El 30 de junio, la Asamblea General de la ONU emitió un pedido unánime para “el reestablecimiento inmediato e incondicional de Zelaya en el poder”.
De modo similar, la Unión de Naciones Sudamericanas, UNASUR, en su cumbre en Quito, Ecuador, denunció formalmente el golpe. La Comisión Interamericana de Derechos Humanos de la OEA viajó a Honduras a fines de agosto e informó que las manifestaciones a favor de Zelaya “fueron interrumpidas por las fuerzas de seguridad pública, tanto la policía como las fuerzas armadas, provocando muertes, casos de tortura y maltrato, cientos de heridos y miles de detenciones arbitrarias”.
El 29 de junio, el Presidente Barack Obama dijo claramente: “El Presidente Zelaya fue electo democráticamente. Aún no había cumplido su mandato. Creemos que el golpe no fue legal y que el Presidente Zelaya continúa siendo el presidente de Honduras, el presidente electo democráticamente allí”. Pero las subsiguientes acciones —o la inacción— de Obama y de la Secretaria de Estado Hillary Clinton enviaron señales confusas. Mientras Obama utilizó en un principio la palabra golpe, los pronunciamientos oficiales sobre el tema evitaron el término, que, de ser utilizado, provocaría la suspensión obligatoria de la ayuda extranjera.
En cambio, el gobierno de Obama desplegó una estrategia de castigo selectivo al régimen golpista, rescindiendo las visas a Micheletti y a otras figuras clave del golpe, y deteniendo el envío de la suma relativamente simbólica de 30 millones de dólares en ayuda.
La Secretaria de Estado, Clinton dijo el lunes en una reunión con el presidente de Costa Rica, Oscar Arias: “Es imperativo que comience el diálogo, que haya un canal de comunicación entre el Presidente Zelaya y el régimen de facto en Honduras. Y también es imperativo que el regreso del Presidente Zelaya no provoque ningún conflicto ni violencia, sino que todos actúen en forma pacífica para tratar de hallar los puntos en común”. Las Naciones Unidas probablemente tomen medidas esta semana en apoyo a Zelaya. Zelaya dijo el martes desde la Embajada de Brasil en Tegucigalpa acerca de lo que espera ahora de Estados Unidos: “Que hagan respetar la Carta democrática de la OEA. Que se convoque de manera urgente al Consejo de Seguridad de Naciones Unidas y que se preparen para actuar con todas las actividades comerciales y económicas para hacer que esta dictadura entienda el mensaje”.
Está previsto que el Presidente Obama presida una sesión del Consejo de Seguridad de la ONU, siendo esta la primera vez que un Presidente de Estados Unidos preside la sesión. Costa Rica actualmente tiene un lugar en el Consejo de Seguridad, y podría en teoría plantear el tema de Honduras. Luego en Pittsburgh, donde se reúne el G-20 para evaluar y actuar sobre la crisis financiera mundial, el apoyo de Brasil a Zelaya podría ser un factor clave. Brasil, uno de los miembros del G-20, es por lejos la mayor economía de América del Sur y es un aliado y socio comercial clave de Estados Unidos. Con los gases lacrimógenos flotando en la Embajada de Brasil en Tegucigalpa y un posible ataque armado contra la embajada por parte del régimen golpista para arrestar a Zelaya, esta semana Obama y Clinton finalmente podrían verse obligados a ayudar al pueblo hondureño a revertir el golpe.
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Denis Moynihan colaboró en la producción periodística de esta columna.
© 2009 Amy Goodman
Texto en inglés traducido por Mercedes Camps y Democracy Now! en español, spanish@democracynow.org
Amy Goodman es la presentadora de “Democracy Now!”, un noticiero internacional diario de una hora que se emite en más de 550 emisoras de radio y televisión en inglés y en 200 emisoras en español. Es coautora del libro “Standing Up to the Madness: Ordinary Heroes in Extraordinary Times,” recientemente publicado en edición de bolsillo.