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El gobierno de Pakistán se enfrenta a una creciente indignación nacional mientras las inundaciones a lo largo del río Indo no parecen ceder. Aproximadamente 1.600 personas han muerto y más de seis millones se ven afectadas de forma directa, según los últimos cálculos de Naciones Unidas, que ha comparado la magnitud de la catástrofe con la del terremoto de 2005. Con deslizamiento de tierra y lluvias constantes que dificultan las tareas de ayuda, pueblos enteros han sido arrasados por el agua y muchas localidades han quedado sumergidas. Varias zonas del país han quedado aisladas, incluido el valle del Suat en el noroeste y partes de Punjab y Sindh, el granero de Pakistán, a unos 950 kilómetros río abajo. Con 600.000 hectáreas de cultivos arrasadas, el precio de los alimentos básicos se ha disparado.