Miles de personas que creen que el estado de Georgia está a punto de ejecutar a un hombre inocente se manifiestan a favor del conocido condenado a muerte Troy Anthony Davis. Davis fue condenado por el asesinato del oficial de la policía de Savannah fuera de servicio Mark MacPhail en 1989, pero siempre sostuvo su inocencia. Su caso se ha convertido en tema central de los activistas en contra de la pena de muerte en Estados Unidos y el extranjero y tiene el apoyo de personalidades como el Papa Benedicto XVI, el arzobispo Desmond Tutu y el ex presidente de EE.UU. Jimmy Carter. La Corte Suprema de Georgia ha programado la ejecución de Davis para el próximo miércoles, 21 de septiembre. Siete de los nueve testigos no policiales cuyos testimonios implicaron a Davis se retractaron y no hay evidencia física que relacione a Davis con la escena del crimen. Habiendo agotado las apelaciones legales, el destino de Troy Davis queda en gran parte en manos de la Junta de Indultos y Libertad Condicional de Georgia, que podría conmutar la pena de muerte y perdonarle la vida. Ayer, los partidarios entregaron un pedido con más de medio millón de firmas a una junta de libertad condicional del estado en apoyo al pedido de clemencia en favor de Davis. Hablamos con Benjamin Jealous, presidente y director ejecutivo de Asociación Nacional para el Progreso de la Gente de Color (NAACP), una organización líder en la campaña para detener la ejecución de Davis. “El activismo es lo que ha mantenido a Troy Davis con vida en este momento”, dice Jealous.