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El director ejecutivo de JPMorgan Chase, Jamie Dimon, fue confrontado por manifestantes el miércoles cuando testificó en el Congreso sobre cómo su banco llegó a perder hasta 3 mil millones de dólares en inversiones riesgosas. Los legisladores, sin embargo, recibieron cálidamente a este hombre, descripto como el banquero favorito de Washington. JPMorgan gastó 7,6 millones de dóalres en estrategias de lobby el año pasado y Dimon tiene un largo historial de contribución a las campañas de los legisladores integrantes del Comité Bancario del Senado. Hablamos con Nomi Prins, ex banquera de inversión y autora del libro “Black Tuesday” (Martes Negro). Prins considera que la comparecencia de Dimon ha sido “la audiencia más dócil —y eso que ha habido audiencias benévolas— que haya protagonizado el director de un banco desde el comienzo de la crisis [financiera] en 2008”. Y añade que “lo que vimos ayer fue una muestra de cómo el dinero usado para hacer lobby, así como el dinero adicional usado para apoyar las campañas tienen un impacto tremendo sobre las regulaciones y el poder que [la industria financiera tiene] dentro del Senado y, por lo tanto, respecto de la regulación de su propia industria. Es por todo esto que no existe una verdadera línea divisoria entre legisladores y banqueros”.