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Analizamos el caso de un preso de Texas que será ejecutado el miércoles, a pesar de que se cree ampliamente que padece una enfermedad mental. Scott Panetti fue condenado por el crimen de los padres de su esposa en 1992, más de una década después de que le diagnosticaran esquizofrenia por primera vez. Sus antecedentes en salud mental hasta ese momento eran alucinaciones, por lo cual lo despidieron de la Marina, y catorce internaciones en hospitales, con frecuencia con una orden judicial, por esquizofrenia y depresión. Su ex esposa se divorció de él después de que Panetti enterrara los muebles porque decía que estaban poseídos por el demonio y clavara las cortinas. El juicio a Panetti por asesinato salió en los titulares de los periódicos cuando se lo autorizó a representarse a sí mismo, tras echar al abogado designado por el tribunal. Se vistió de cowboy con un traje morado y un sombrero y los testigos que trató de citar para su defensa eran John F. Kennedy, el Papa y Jesús. En un momento asumió una personalidad alternativa, Sarge, y declaró en tercera persona acerca de los asesinatos. Después en 2007, la Corte Suprema de EE.UU. decidió que Panetti no tenía la capacidad de comprender por qué se lo condenaba a muerte y le pidió a un tribunal inferior que reevaluara si estaba lo suficientemente cuerdo como para ejecutarlo. Pero los tribunales aceptaron el argumento de los abogados estatales de que Panetti estaba fingiendo la enfermedad y volvieron a condenarlo a muerte. Hablamos con la abogada de Panetti, Kathryn Kase y con Ron Honberg, director nacional de política y asuntos legales de la Alianza Nacional de Enfermedades Mentales.