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Burger King anunció esta semana la compra de la cadena canadiense de café y rosquillas Tim Hortons, en 11.400 millones de dólares, creando así la tercera cadena de comida rápida más grande del mundo. La empresa resultante de esta fusión tendrá su sede en Canadá, donde la tasa impositiva para corporaciones es más baja que en Estados Unidos. Si bien Burger King niega que la compra haya sido motivada por la posibilidad de reducir impuestos, este acuerdo comercial reaviva el debate sobre las inversiones en el extranjero y los llamados paraísos fiscales, en relación con la estrategia de las empresas estadounidenses de fusionarse con otras empresas para mudarse al extranjero y evitar las tasas impositivas de Estados Unidos. En julio, el gobierno de Obama estimaba que este tipo de inversiones en el extranjero podrían costarle a Estados Unidos hasta 17 mil millones de dólares al año. Uno de los inversores que se beneficiarían del acuerdo comercial alcanzado por Burger King es Warren Buffett, conocido partidario del presidente Obama. Buffett ha prestado a Burger King 3000 millones de dólares para cerrar el trato, a una lucrativa tasa de interés del 9%. Nos acompaña el economista, abogado y asesor de la Red de Justicia Impositiva, James Henry, ex economista de McKinsey & Company.