Esta semana hemos visto una nueva serie de restricciones al ejercicio de los derechos reproductivos en Estados Unidos. El martes, en Texas, un tribunal federal de apelaciones ratificó medidas contrarias al derecho a decidir, que amenazan con dejar a Texas con apenas 10 clínicas habilitadas para practicar abortos, o menos. Las restricciones ratificadas por el fallo del tribunal obligan a los centros que realizan abortos a cumplir las mismas normas que rigen para centros quirúrgicos y a tener un convenio para la admisión prioritaria de pacientes con un hospital cercano. Si esta decisión entra en vigor en 20 días, como está previsto, alrededor de 900.000 mujeres en edad reproductiva vivirán a más de 240 kilómetros de la clínica más cercana habilitada en el estado para realizar abortos, según las estimaciones de los equipos jurídicos de las clínicas, que planean apelar el caso ante la Corte Suprema. Mientras tanto, el gobernador de Florida, Rick Scott, ha presentado un proyecto de ley que obliga a las mujeres a esperar al menos 24 horas para acceder a un aborto. Y en el senado del estado de Wisconsin se ha sancionado un proyecto de ley que, de aprobarse totalmente, prohibiría el aborto en embarazos de más de 20 semanas. Este proyecto de ley —al igual que otros con prohibiciones similares en otros estados, y una prohibición aprobada a nivel federal por la Cámara de Representantes de Estados Unidos el mes pasado— se basa en la ya desacreditada creencia médica de que el feto puede sentir dolor después de las 20 semanas de gestación. Tratamos el tema con Heather Busby, directora ejecutiva de la organización por el derecho a decidir NARAL de Texas.