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Mientras hoy se conmemora el aniversario número treinta del peor desastre nuclear de la historia, producido en la planta de Chernóbil en Ucrania, que para ese entonces era miembro de la Unión Soviética, transmitimos desde Nuevo México, donde se encuentra Los Álamos, lugar donde se dio inicio a la era nuclear en Estados Unidos. Las bombas atómicas usadas en la Segunda Guerra Mundial fueron diseñadas y desarrolladas en Los Álamos, uno de los dos lugares donde actualmente se diseñan la mayoría de las armas nucleares de Estados Unidos. El incidente de Chernóbil provocó una nube de lluvia radioactiva que se extendió por Rusia, Bielorrusia y una gran porción de Europa. Cincuenta mil personas que vivían en las inmediaciones de Chernóbil fueron evacuadas y una vasta región rural se volvió inhabitable. El legado de Chernóbil y el accidente de energía nuclear de Fukushima Daiichi ocurrido hace cinco años en Japón, tienen particular resonancia entre los habitantes de los estados del sureste y oeste de Estados Unidos. Las otras instalaciones donde se produce el resto del arsenal nuclear estadounidense son los laboratorios de Livermore en California. Recientemente hablamos con Maryla Kelley, residente de Livermore y directora ejecutiva de Tri-Valley CAREs o comunidades contra un medio ambiente radioactivo, una organización miembro de la Alliance for Nuclear Accountability (Alianza para la Responsabilidad Nuclear). El grupo acaba de publicar un nuevo informe titulado “Trillion Dollar Trainwreck: Out-of-control U.S. nuclear weapons programs accelerate spending, proliferation, health and safety risks” (El descarrilamiento de un billón de dólares: programas estadounidenses de armas nucleares fuera de control aceleran el gasto, la proliferación y los riesgos para la salud y la seguridad).
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