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Hablamos con familiares de Samuel Harrell que acaban de concluir una huelga de hambre de cinco días, cuando se cumple el primer aniversario de su muerte, después de que unos veinte agentes penitenciarios lo patearan, lo golpearan y lo arrojaran por la escalera en la cárcel de Fishkill en la localidad de Beacon, Nueva York. El informe de la autopsia determinó que la muerte del hombre afroestadounidense fue homicidio tras un “enfrentamiento con el personal correccional”. Algunos de los agentes eran conocidos en la cárcel como miembros del escuadrón de palizas. El inspector de Fishkill, William J. Connolly, renunció repentinamente en las semanas posteriores al hecho y, tanto la oficina del fiscal general del condado Dutchess como la oficina del fiscal de distrito de EE.UU. iniciaron investigaciones del caso. Pero más de un año después, nadie fue acusado por la muerte de Samuel Harrell y los agentes correccionales involucrados en el ataque todavía están trabajando en dichas instalaciones. El padre de Harrell, Samuel Harrell y la hermana, Cerissa, comentan por qué quieren que “se responsabilice a los agentes, al igual que a cualquier ciudadano” y exigen que los agentes lleven cámaras en el uniforme, para usar dentro de las instalaciones del correccional y que los guardias reciban mejor entrenamiento, para mitigar la intensidad de los malos entendidos y tratar apropiadamente a la gente con enfermedades mentales.