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El miércoles 8 de enero por la mañana, las fuerzas militares iraníes dispararon 22 misiles balísticos contra las bases estadounidenses en Irak, en lo que Irán describe como una “venganza feroz” por el asesinato del comandante iraní Qasem Soleimani la semana en un ataque de un drone estadounidense en el aeropuerto de Bagdad. Los misiles iraníes golpearon la base aérea Al Asad, ubicada en la provincia de Anbar y a otra base militar en Erbil. Hasta el momento no se reportaron muertes de estadounidenses ni iraquíes. Momentos después de estos ataques, el canciller iraní Javad Zarif tuiteó: “No buscamos una escalada del conflicto ni una guerra, pero nos defenderemos ante cualquier agresión”. Previamente, el líder supremo de Irán, el ayatolá Ali Jamenei, había dicho que el ataque con misiles era “una bofetada en la cara de Estados Unidos”, e instó a que las tropas estadounidenses salgan de Oriente Medio. Por su parte, luego de los ataques el presidente Trump tuiteó: “¡Está todo bien! Desde Irán lanzaron misiles hacia dos bases militares ubicadas en Irak. Se están evaluando las bajas y daños en este momento. ¡Hasta ahora todo bien! ¡Tenemos con diferencia el ejército más poderoso y mejor equipado en cualquier lugar del mundo! Mañana por la mañana haré una declaración sobre esto”. Dos días antes de estos ataques con misiles de Irán, el parlamento iraquí había votado a favor de expulsar a todas las fuerzas militares extranjeras de Irak.
Para ampliar esta información, vea (en inglés) nuestra conversación con Mohammad Marandi, profesor de Literatura inglesa y Orientalismo en la Universidad de Teherán, desde donde se comunica con Democracy Now!. Marandi fue parte de las negociaciones sobre el acuerdo nuclear en 2015.
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