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En China, un impresionante nuevo informe reveló que las autoridades chinas están obligado de manera sistemática a los musulmanes, en gran medida uigures y kazajos, a participar en programas de trabajo destinados a proveer mano de obra barata y flexible a las fábricas chinas. La investigación del periódico The New York Times —realizada sobre la base de documentos oficiales, entrevistas y visitas a Xinjiang, región del extremo occidental de China— revela que existe un vasto programa mediante el cual se presiona a los campesinos, aldeanos y pequeños comerciantes pobres de la zona a participar en cursos de capacitación que suelen duran meses y luego los mandan a trabajar en fábricas por bajos salarios. Los programas funcionan en coordinación con los campos de adoctrinamiento, donde se estima que un millón de adultos de la comunidad uigur viven privados de su libertad. China afirma que los programas de trabajo son “centros de capacitación vocacional” diseñados para combatir el extremismo y aliviar la pobreza. Por su parte, los activistas uigures afirman que aquellos son parte de la actual campaña de China para despojarlos de su lengua y su comunidad y llevar adelante un genocidio cultural. Para saber más de este tema, puede ver la entrevista que les hicimos (en inglés) a Austin Ramzy y Nury Turkel. Ramzy es periodista de The New York Times y coautor del reciente informe. Turkel es un abogado estadounidense de origen uigur presidente de la junta directiva de la organización Proyecto Derechos Humanos de los Uigures.