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Cinco semanas después del descarrilamiento del tren tóxico de la empresa Norfolk Southern y la posterior “quema controlada” que cubrió la ciudad con una mezcla tóxica de al menos seis productos químicos y gases peligrosos, el director de la empresa declaró ante un comité del Senado estadounidense. La población de la zona sigue sufriendo dolores de cabeza, tos, fatiga, irritación y quemaduras en la piel, por lo que demanda que la empresa cubra los costos de atención médica, sin obtener respuestas por parte de las autoridades. Hablamos acerca de las consecuencias vigentes de este desastre ambiental y sus orígenes en la industria de los plásticos con Monica Unseld, bióloga y activista por la justicia ambiental y social. Unseld es directora ejecutiva de la organización Until Justice Data Partners y codirectora del equipo científico Coming Clean. A lo largo de su carrera ha estudiado el impacto que tienen en la salud los disruptores endocrinos, compuestos químicos utilizados en plásticos como los que se liberaron en el descarrilamiento de East Palestine. También nos acompaña Judith Enck, ex administradora regional de la Agencia de Protección Ambiental (EPA) y presidenta de la organización Beyond Plastics. Recientemente, Enck escribió un artículo de opinión para el periódico Boston Globe titulado “The East Palestine disaster was a direct result of the country’s reliance on fossil fuels and plastic” (El desastre de East Palestine fue un resultado directo de la dependencia que tiene el país de los combustibles fósiles y el plástico).
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