La impactante historia de una detención injusta en Detroit vuelve a poner de relieve los problemas de la implementación de programas de reconocimiento facial por parte de los departamentos de policía estadounidenses, que utilizan dicha tecnología a pesar de las enormes fallas que tiene. En febrero de 2023, la policía se presentó en la casa de Porcha Woodruff y la detuvo, acusándola de robo y secuestro de automóviles. Woodruff, que estaba embarazada de ocho meses en ese momento, insistió en que no tenía nada que ver con ese delito, pero igual la policía la mantuvo once horas detenida, tiempo durante el cual ella tuvo contracciones. Finalmente fue liberada con una fianza de 100.000 dólares y, un mes después, la fiscalía retiró la acusación admitiendo que su detención se había apoyado, en parte, en un reconocimiento facial equivocado. Woodruff es la sexta persona de la que se tiene registro que ha sido acusada erróneamente de un delito en base a información de reconocimiento facial y, en los seis casos, las víctimas fueron personas negras. “No es un accidente”, sostiene Dorothy Roberts, directora del programa Raza, Ciencia y Sociedad de la Universidad de Pensilvania, quien señala que, al construirse sobre sistemas imperfectos, las nuevas tecnologías a menudo reflejan los sesgos sociales. “El racismo queda integrado en la tecnología”.
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