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El presidente Biden ha salvado la vida de 37 de las 40 personas condenadas a muerte en prisiones federales, al conmutar sus sentencias a cadena perpetua. Biden tomó esta decisión cuando faltan pocas semanas para que el presidente electo, Donald Trump, regrese a la Casa Blanca, desde donde ha prometido reiniciar y ampliar las ejecuciones federales. “La pena de muerte no está —de ninguna manera— haciendo que la violencia disminuya ni ayuda a nadie en su duelo”, señala Herman Lindsey, quien pasó tres años en el corredor de la muerte y, finalmente, fue exonerado en 2009. Lindsey repudia a las figuras políticas que, como Trump, usan las ejecuciones como una “herramienta política”. “La mayoría de los políticos usan [la pena de muerte] para infundir miedo en la gente y como una herramienta para atraer votos”. La decisión del presidente Biden de conmutar las penas llega después de años de activismo e incidencia por parte de organizaciones católicas y de derechos civiles. La semana pasada, Biden tuvo una conversación telefónica con el papa Francisco quien, según se informa, le instó a conmutar las penas de la gente condenada a muerte. “Biden comparte esa creencia y la pone en acción de una manera bastante valiente, que lo ha llevado a hablar sobre la necesidad de sanar el sistema de justicia penal, que muy frecuentemente comete errores”, dice la hermana Simone Campbell, ex directora ejecutiva de la organización Network Lobby for Catholic Social Justice.
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