Francia se encuentra sumida en el caos político tras la moción de censura aprobada el miércoles 4 de diciembre por legisladores de todo el espectro político para destituir al primer ministro, Michel Barnier. Se trata de un gran golpe para el presidente Emmanuel Macron quien había elegido personalmente a este legislador conservador para dirigir la Asamblea Nacional. A principios de año, Macron convocó a elecciones legislativas anticipadas como forma de contrarrestar el crecimiento de Agrupación Nacional, el partido racista liderado por Marine Le Pen. Sin embargo, cuando el izquierdista Nuevo Frente Popular obtuvo la mayoría de los escaños en las elecciones, Macron se negó a colaborar con dicho espacio y optó por nombrar a una figura de la clase política dominante como primer ministro. En medio de esta crisis del Gobierno, Macron ha prometido designar un nuevo primer ministro y anunció que seguirá en su cargo hasta el fin de su mandato, que termina en 2027, a pesar de su creciente impopularidad. “Estamos ante una tormenta política sin precedentes”, dice desde Marsella el periodista Cole Stangler, quien señala que la decisión de Macron de convocar elecciones anticipadas fue “una herida autoinfligida” que terminó empoderando a la extrema derecha y generó un escenario en el que es prácticamente imposible que alguna de las facciones asuma el liderazgo. “Tenemos un problema matemático. Francia necesita un Gobierno y tiene tres bloques enfrentados y divididos de manera bastante pareja”, dice Stangler.
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