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El jueves 22 de agosto, la vicepresidenta Kamala Harris aceptó formalmente la candidatura del Partido Demócrata a la presidencia de Estados Unidos. En su discurso de aceptación ante la Convención Nacional Demócrata, se mostró dispuesta a continuar con la línea dura del Gobierno de Biden en materia de inmigración. Si bien habló de Estados Unidos como “una nación de inmigrantes” y prometió “reformar el mal funcionamiento de nuestro sistema de inmigración”, Harris también dijo que, como presidenta, reviviría un duro proyecto de ley de política fronteriza presentado este año, cuya aprobación fue impedida por el bloque republicano. El proyecto de ley limita el derecho al asilo político, acelera las deportaciones y habilita la contratación de más agentes fronterizos. Cuando Donald Trump presionó a los legisladores republicanos para que lo rechazaran, el Gobierno de Biden implementó muchas partes de dicho proyecto de ley a través de una orden ejecutiva. “Donald Trump ha empujado a nuestra política migratoria tan a la derecha que es necesario luchar […] para llevar las políticas referidas a la inmigración de nuevo a los lineamientos que tenían algunos años atrás”, plantea el congresista por Texas Greg Casar.
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