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El candidato presidencial por el partido republicano, Herman Cain, rechazó enérgicamente las denuncias en su contra por acoso sexual, diciendo que “eso sencillamente no ocurrió” y prometió no retirarse de la carrera presidencial de 2012. El martes, Cain negó las acusaciones de Sharon Bialek, la última mujer que lo acusó. Bialek afirmó que Cain la había manoseado y había tratado de obligarla a tener relaciones sexuales con él en 1997. También el martes, otra mujer, Karen Kraushaar, confirmó públicamente por primera vez, que ella había acusado a Cain de acoso sexual cuando ambos trabajaban en la Asociación Nacional de Restaurantes en la década de 1990. Hablamos con Dahlia Lithwick, editora de la revista Slate. “Creo que esto apunta a esos arquetipos que se suelen usar cuando todo lo demás no funcionó: se acusa a las mujeres de locas, de llevar una mala vida o de ser histérica. Creo que eso es un poco lo que está ocurriendo aquí”, dice Lithwick. “Lo que me parece fascinante es que nunca se oyen esas acusaciones cuando los que denuncian mala conducta son hombres. Estas son ideas muy, muy shakesperianas de la mujer como un ser emocional y desquiciado”.