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A valor nominal, las últimas estadísticas sobre los trastornos por déficit de atención e hiperactividad (ADHD) sugieren una epidemia creciente en Estados Unidos. Según el Centro para el Control de Enfermedades, el 15% de los estudiantes secundarios tiene diagnóstico de ADHD. Son 3,5 millones los estudiantes que toman remedios estimulantes, es decir, 600.000 más que hace dos décadas. En la actualidad, ADHD es el segundo diagnóstico prolongado más común en niños, apenas por detrás del asma. Pero un nuevo informe publicado en el periódico New York Times se pregunta si estas asombrosas cifras reflejan una realidad médica o una fiebre de sobremedicación que ha generado ganancias por miles de millones de dólares a las empresas farmacéuticas que participan de esto. Las ventas de las drogas para el ADHD, como Adderall y Concerta, llegaron a los 9 mil millones de dólares en Estados Unidos el año pasado, un salto de más del 500 por ciento con respecto a la década anterior. El enorme aumento de los diagnósticos coincidió con un esfuerzo de comercialización que lleva más de 20 años para fomentar el uso de estimulantes en niños con dificultades escolares, así como también en adultos que buscan controlar sus vidas. El esfuerzo comercial se hizo sobre la base de estudios y testimonios de un grupo selecto de médicos a quienes imporatnes empresas farmacéuticas hacían altísimos pagos y entregaban subsidios para dar conferencias. Nos acompañan cuatro invitados: Alan Schwarz, reconocido periodista que escribió el artículo publicado en el periódico New York Times “La venta de los trastornos por déficit de atención”; Jamison Monroe, ex adicto a Adderall y actual responsable de la Academia Newport, un centro de tratamiento para adolescentes que sufren abuso de sustancias y problemas de salud mental; el Dr. Gabor Maté, médico y autor de varios libros de gran difusión, entre ellos “Scattered: How Attention Deficit Disorder Originates and What You Can Do About It” (Dispersos: cómo empieza el trastorno de déficit de atención y qué puede hacer al respecto); y John Edwards, padre de un estudiante universitario que se suicidó luego de que le recetaran Adderall y remedios antidepresivos en el centro de salud de la universidad de Harvard.
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