Un nuevo estudio muestra que, en Estados Unidos, la desigualdad en el ingreso ha alcanzado un máximo histórico. Según un análisis realizado sobre las declaraciones de impuestos, la brecha de ingresos entre el 1% más rico de la población y el otro 99% aumentó en 2012 a niveles nunca antes vistos. El 1% de los estadounidenses que más ganan recaudó una suma superior al 19% del total de los ingresos familiares, rompiendo el record establecido en 1927. La desigualdad en los ingresos en Estados Unidos ha venido creciendo durante las últimas tres décadas. Hablamos con Sasha Abramsky, autor del libro “The American Way of Poverty: How the Other Half Still Lives” (Pobreza al estilo estadounidense: cómo vive la otra mitad). El libro recupera el espíritu del revolucionario libro de Michael Harrington de 1962 “The Other América” (El otro Estados Unidos), una crónica sobre la vida de las personas excluidas de la llamada “era de la prosperidad”. La obra de Harrington sirvió como inspiración para la posterios “guerra contra la pobreza” del presidente Lyndon B. Johnson.
Transcripción
JUAN GONZÁLEZ: Un nuevo estudio muestra que, en Estados Unidos, la desigualdad en el ingreso ha alcanzado un máximo histórico. Según un análisis realizado sobre las declaraciones de impuestos, la brecha de ingresos entre el 1% más rico de la población y el otro 99% aumentó en 2012 a niveles nunca antes vistos. El 1% de los estadounidenses que más ganan recaudó una suma superior al 19% del total de los ingresos familiares, rompiendo el record alcanzado en 1927. La desigualdad en los ingresos en Estados Unidos ha ido creciendo durante las últimas tres décadas.
AMY GOODMAN: Compartimos la parte final del programa con un periodista que ha trabajado durante las últimas dos décadas sobre la pobreza en Estados Unidos. Su nombre es Sasha Abramsky y su nuevo libro se titula: The American Way of Poverty: How the Other Half Still Lives (Pobreza al estilo estadounidense: cómo vive la otra mitad). El libro retoma el espíritu del revolucionario libro de Michael Harrington de 1962 The Other América (El otro Estados Unidos), una crónica sobre la vida de las personas excluidas de la llamada “era de la prosperidad”. La obra de Harrington sirvió como inspiración para la posterior “guerra contra la pobreza” del presidente Lyndon B. Johnson. Este es un extracto del discurso de Johnson en su informe presidencial del 8 de enero de 1964:
PRESIDENT LYNDON JOHNSON: El programa que propongo hará hincapié en un enfoque de cooperación para ayudar a esta quinta parte de las familias estadounidenses cuyos ingresos no llegan a cubrir sus necesidades básicas. Nuestras principales armas para atacar certeramente este problema, serán mejores escuelas y un mejor sistema de salud. Mejores viviendas, una mejor formación y mejores oportunidades laborales, para ayudar a más estadounidenses, especialmente a los jóvenes estadounidenses, a salir de la miseria, la pobreza y el desempleo.
AMY GOODMAN: Bueno, casi medio siglo después, la pobreza en Estados Unidos continúa acosando a decenas de millones de personas. Los datos censales muestran que casi uno de cada dos estadounidenses han caído en la pobreza o podrían ser clasificados como de bajos ingresos. Además, más de un tercio de los niños y niñas afro-estadounidenses y latinas viven en la pobreza.
JUAN GONZÁLEZ: Nuestro próximo invitado, Sasha Abramsky, ha recopilado las historias de quienes luchan contra la pobreza en Estados Unidos hoy en día, en un trabajo similar al que hizo Michael Harrington hace 50 años. Su nuevo libro que se llama The American Way of Poverty: How the Other Half Still Lives (Pobreza al estilo estadounidense: cómo vive la otra mitad). Este trabajo de Abramsky sobre la pobreza ha sido financiado por el Fondo Especial para el Alivio de la Pobreza de la Fundación Open Society. Sasha Abramsky, bienvenido a Democracy Now! Recién mencionábamos que, en la campaña electoral para la Alcaldía de Nueva York, el principal candidato demócrata ha estado hablando de la desigualdad en el ingreso, y sobre el 47% de los neoyorquinos que vive en la línea de pobreza, o se acerca a ella. Cuéntanos que has encontrado en tus recorridos por el país.
SASHA ABRAMSKY: Bueno, lo que me inspiró a hacer este libro fue la idea de que, incluso antes de 2008, algo andaba mal en la economía y el modo en el que funciona para la mayoría de los estadounidenses comunes. O sea, si nos remontamos hacia mediados del gobierno de Bush, tomando ciertos parámetros, se podría considerar que la economía iba bien; el desempleo era bastante bajo, el mercado de valores estaba bastante alto, los valores inmobiliarios estaban en alza. Pero, incluso en esos momentos, cuando salías a hablar con la gente en las calles en Nueva York, en Filadelfia, en Los Ángeles, en las comunidades rurales de todo el país, te encontrabas con que, cada vez más, la gente estaba haciendo malabares para pagar su facturas a fin de mes. O sea, para poder pagar el alquiler o la hipoteca, tal vez tenían que saltearse una cuota del auto. Si querían poder comprar ropa para sus hijos, tal vez significaba que tenían que saltearse algunas comidas, y estaban dependiendo de los bonos alimentarios y de organizaciones de caridad.
Obviamente, después del 2008, todas esas situaciones de crisis se hicieron mucho más grandes, porque de repente, encima de todo, había una crisis de desempleo. Hubo gente que se gastó los ahorros de su vida, simplemente para poder sobrevivir, sólo para poder mantener un techo sobre sus cabezas. Hubo muchas familias que cayeron en bancarrota ante una emergencia de salud. Hubo trabajadores rurales de bajos ingresos cuya seguridad financiera colapsó cuando el precio del gas subió un dólar por galón. Fui recorriendo el país y comencé a hablar con la gente. Me di cuenta, igual que había sucedido con Harrington medio siglo atrás, de que había una historia que no estaba siendo contada. En el ámbito público se hablaba de la prosperidad que había antes del 2008, o de la clase media empobrecida después de 2008, pero no se hablaba de la pobreza. Estábamos dejando fuera de la historia a decenas de millones de estadounidenses que luchaban cada día para llegar a fin de mes, y esa es la historia que relato en mi libro.
AMY GOODMAN: ¿Cómo evalúas el impacto del gobierno del presidente Obama sobre la pobreza?
SASHA ABRAMSKY: Cuando Obama llegó al gobierno, yo era muy optimista. Porque se trataba de un hombre que había estado involucrado con organizaciones comunitarias, claramente entendía la complejidad de la pobreza y claramente sabía cómo contar historias reales. Y eso es importante, porque estamos hablando de personas reales, no de estereotipos. Y creo que los conservadores frecuentemente catalogan a los pobres como indignos, o los catalogan como disfuncionales o como culpables de su propia pobreza. Eso sucede porque no están hablando de personas reales, de carne y hueso. O sea, no están hablando de personas como Mateo José, un obrero metalúrgico, diácono de la iglesia, que conocí en Stockton. Perdió su trabajo y pasó meses y meses tratando de permanecer en su casa, viendo cómo hacer para que él y su esposa no terminasen en la calle. Los estereotipos surgen cuando no hablas de personas con nombre y apellido, como Megan Roberts, una mujer de 31 años que conocí en Albuquerque. Ella tenía acceso al programa de salud pública Medicaid, su familia estaba dentro de la población cubierta por Medicaid. Y de repente, su esposo consigue un aumento de un dólar por hora y con eso ya pierden la cobertura de Medicaid y de varios programas asistenciales más del gobierno. Luego, ella tiene una emergencia de salud y queda en bancarrota. Cuando Obama entró, yo tenía tanto optimismo de que él sabría entender estas historias.
AMY GOODMAN: Quiero mostrar el testimonio de Megan Roberts, una de estas mujeres que tu describes.
MEGAN ROBERTS: Fue muy agobiante, muy abrumador. Por un aumento salarial de un dólar perdimos el acceso a la asistencia para vivienda. Así que pasamos de pagar 612 dólares de alquiler a pagar 1.030 dólares de alquiler. También perdimos los bonos de alimentos, por lo que ya no recibíamos ningún tipo de ayuda alimentaria. Ya no clasificábamos para ninguna de estas ayudas. Tampoco teníamos cobertura de Medicaid, porque que ese aumento de un dólar también nos dejaba fuera de eso. Nos quedamos colgados. Por su trabajo, mi marido iba a tener un seguro médico, que entraba en vigencia el 1 de enero de 2006. Pero yo me enfermé el 10 de diciembre de 2005. Así que tuvimos que pagar esta enorme factura de gastos médicos, y finalmente, creo que fue el 16 de abril, nos declaramos en bancarrota.
AMY GOODMAN: Esta historia es increíble. Roberts recibe un aumento salarial de un dólar por hora en su trabajo como mecánico, y por eso, la familia pasa a ser considerada demasiado rica para el Medicaid, los bonos de alimentos y la asistencia de vivienda. Y ahí escuchábamos cómo eso afectó sus vidas.
SASHA ABRAMSKY: Lamentablemente, me encontré con historias de este tipo por todo el país. Entrevisté a cientos de personas para este trabajo, en decenas de estados. Y escuché este tipo de historias todo el tiempo. Y esto me hizo dar cuenta de lo inmensamente compleja que es la pobreza en Estados Unidos. No se puede reducir sólo a algunos factores. No se puede reducir sólo a un grupo de personas. No se puede reducir sólo a una parte del país. Su vecino podría ser pobre. Un miembro de su familia podría ser pobre. Cualquiera podría ser pobre, si de repente pierde su puesto de trabajo o le recortan las horas.
Ahora, volviendo a lo que decía sobre Obama, cuando él llegó al gobierno, pensé que era un hombre que entendía historias como la de Megan Roberts . Creo que sus impactos han sido dispares en lo que respecta a la aplicación de medidas de lucha contra la pobreza. Creo que su gobierno hizo un buen trabajo para frenar el peor colapso, para detener la peor de las hemorragias que tuvimos desde 1930. Pero no han hecho tan buen trabajo para elaborar políticas holísticas y creativas contra la pobreza. Y algo que no todavía no han hecho —y tal vez el discurso de Obama hace algunas semanas en el Lincoln Memorial marque un punto de inflexión en esto— pero hasta ahora, algo que no han hecho es poner el podio presidencial en función de la “guerra contra la pobreza”, como sí lo hizo Lyndon Johnson hace medio siglo. Creo que aún estamos esperando que hagan algo así.
JUAN GONZÁLEZ: Mi optimismo acerca de lo que puede suceder en los próximos años está bastante bajo, después de leer un informe que salió ayer, que dice que el mercado bursátil ha duplicado su valor desde el colapso del 2008. Las empresas tienen dinero en efectivo, muchísimo dinero, guardado en sus cuentas bancarias, y sin embargo, según este informe, el 95% del total de los aumentos en las ganancias desde 2008, desde el colapso, ha ido para un 1% de la población.
SASHA ABRAMSKY: Así es, absolutamente correcto. Si prestamos atención, esta es una tendencia que se remonta al gobierno de Reagan y tal vez incluso viene de antes. Año tras año, quienes están en la parte superior de la economía, se benefician de manera desproporcionada. Y quienes están en la parte inferior de la economía, no sólo no se benefician, sino que desde la década de 1970 en adelante, el ingreso real en el quintil inferior, el 20% más bajo de la economía, se ha reducido. O sea que si tú eres un adulto joven de clase trabajadora en Estados Unidos hoy en día, es muy posible que, en términos materiales, estés en una situación peor que tu padre y que tu abuelo. Esto es impresionante. Nunca había sucedido antes en Estados Unidos, este tipo de movilidad social hacia abajo.
AMY GOODMAN: ¿Cómo se puede romper este ciclo, Sasha?
SASHA ABRAMSKY: Bueno, creo que hay que buscar políticas creativas. La primera parte de mi libro se centra en las historias de las personas en situación de pobreza. Y en la segunda parte, describo cómo podría llevarse a cabo una nueva “guerra contra la pobreza.” Esto implica trabajar creativamente sobre cuestiones como, por ejemplo, los impuestos. Porque tenemos un sistema que podría generar buenos fondos de dinero para utilizar en medidas de lucha contra la pobreza. Si no lo lo hacemos es por una decisión política, no por una dificultad económica. Estamos vaciando nuestra propia infraestructura pública. Entonces, yo propongo hacer importantes cambios en la estructura impositiva. También hablo de hacer reformas significativas en el financiamiento de la educación. Propongo un “fondo de oportunidades educativas,” que sería básicamente un sistema de seguro social, con un funcionamiento similar al de la seguridad social, que permita que la educación superior sea accesible para todas las personas. Hablo de cosas como el “crédito por ingreso del trabajo” (EITC por sus siglas en inglés). Es una medida muy efectiva contra la pobreza. Pero muchos estados se resisten a reglamentar e implementar esta política localmente. Y hablo de cosas como lo que hizo Alaska. Sin ser para nada un estado radical de izquierda, Alaska implementó un dividendo de las ganancias del petróleo. Toda la gente en Alaska recibe dinero de la industria del petróleo. Podríamos hacer lo mismo en todo el país. Si no lo hacemos es por falta de voluntad política. Creo que tenemos que cambiar el eje de discusión sobre la pobreza.
AMY GOODMAN: Muchas gracias, Sasha Abramsky. El libro de Sasha se llama The American Way of Poverty: How the Other Half Still Lives (Pobreza al estilo estadounidense: cómo vive la otra mitad).
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Traducido por Elia Gran. Edición: Verónica Gelman. Participaron en el subtitulado de este reportaje Noa Radosh, Rubén Gómez García y Nicolás Franco. Coordinación de la producción del reportaje en español: Clara Ibarra y Democracy Now! en Español.