Relacionado
Temas
Durante los últimos 25 años, Cuba desarrolló un sistema agropecuario en gran medida orgánico a partir de la necesidad. Cuando la Unión Soviética colapsó, Cuba perdió sus principal proveedor de fertilizantes y pesticidas. ¿Qué significará para los agricultores cubanos el cambio en las relaciones entre Cuba y EE.UU.? Emitimos un reporte de un granja ubicada en las afueras de La Habana producido por Karen Ranucci y Mónica Melamid para Democracy Now!. También hablamos con la cineasta Catherine Murphy, que estudió el sistema agrícola cubano.
Transcripción
AMY GOODMAN: Continuamos nuestra cobertura sobre Cuba con Catherine Murphy, cineasta que vivió y estudió en Cuba en los años 90. Su película titulada “Maestra”, explora las historias de las maestras más jóvenes en la campaña nacional de alfabetización de 1961 en Cuba. Catherine Murphy nos acompaña desde Miami.
Queremos darle la bienvenida a Democracy Now! Vamos a presentar otra pieza de Karen Ranucci sobre la agricultura orgánica en Cuba muy interesante, Catherine. Pero también trata sobre la cuestión de la empresa privada, no sólo pequeños negocios familiares, ya sabes, restaurantes, pensiones con desayuno, pero ¿qué pasa con las multinacionales? ¿Cómo se preparan para entrar en Cuba, Catherine?
CATHERINE MURPHY: Bueno, sí. Creo que hay un gran deseo por parte de las multinacionales de entrar a Cuba debido a los mercados sin explotar, con un gran número de consumidores, a pesar de que sólo hay 11 millones de personas en la isla, pero hay compradores centrales de alimentos y productos agrícolas clave. Así que es un gran mercado para las corporaciones. Está hambrientos por entrar en esos mercados. Pero creo que los cubanos tienen la necesidad de aumentar las importaciones claves pero también un gran escepticismo saludable— de no darle demasiado espacio a las corporaciones, no perder las industrias claves en la isla y no perder el control de sectores claves de la economía.
AMY GOODMAN: Bueno, vamos a ir a esta segunda pieza de Karen Ranucci de su reciente viaje a Cuba, ésta sobre la agricultura ecológica en la isla. Comienza con Fernando Funes Jr., quien dirige una granja en las afueras de La Habana.
FERNANDO FUNES JR .: Esta tierra pertenece al agricultor que vivía anteriormente aquí. Él ahora tiene 96 años. La tierra le sigue perteneciendo y yo la cultivo. Entonces, es parte de la apropiación de la tierra, pero de otra manera. Usted cuida la tierra, la cultiva hasta que pueda. Bueno, aquí empezamos con una cama hace dos años, y ahora tenemos más de 100 camas, en las que cultivamos verduras para vender directamente a los consumidores en la ciudad. Todo lo que hacemos aquí se basa en prácticas de agricultura orgánica. Y hay una crítica contra la agricultura orgánica, que dice que no es capaz de alimentar al mundo. Y creemos que es todo lo contrario. Podemos aprovechar el conocimiento ya acumulado durante cientos de años por parte de los agricultores y el conocimiento científico. Gestionamos el sistema de una manera que no es necesario el uso de pesticidas. Tenemos colmenas en la granja. Cuando tienes suficientes colmenas para empezar a trabajar como apicultor, entonces el gobierno comienza a proveerte asistencia, asesoramiento técnico y también facilita las cajas y otros materiales necesarios para crecer más rápido. Y no vemos ese problema que ya se identifica en distintos países, como en Estados Unidos con el colapso de las colmenas o de la miel. Vemos que están creciendo muy, muy bien. En el último año, hay cada vez más posibilidades para los agricultores y para toda la población de participar en las relaciones económicas sobre la producción o servicios de alimentos. Existe la posibilidad de iniciar nuevos negocios basados en la distribución de alimentos y también en su procesamiento, a fin de aumentar la capacidad de hacer uso de la producción. Con la agricultura orgánica, con la agroecología, estamos en condiciones de producir alimentos sanos con el fin de formar personas sanas en las ciudades y en todo el país. Y cuando tenemos este tipo de sistema, entonces también podemos asegurar que tenemos suficiente trabajo para la gente en el campo y mejores expectativas para que vivan mejor de su trabajo.
AGRICULTURA 1: Yo era un bibliotecaria.
AGRICULTORA 2: Yo trabajé en salud pública y después en una guardia.
AGRICULTORA 3: Yo trabajaba en una fábrica de productos lácteos haciendo yogur para niños.
AGRICULTORAS: Ganamos más aquí.
AGRICULTORA 1: Yo trabajé 10 años en educación, mi salario era 15 dólares al mes. No me daba, porque tenía que viajar de ida y vuelta, y me costaba caro el pasaje. No daba. Me incorporé aquí y ha habido un cambio económico.
AGRICULTORA 3: También he echado para adelante. Ahora puedo criar cerdos para la comida, que es muy caro.
AGRICULTORA 2: La situación de la comida es crítica, porque es muy caro. Cuba no será un país desarrollado, está en subdesarrollo, pero es un buen país. Aquí, una persona se está muriendo, necesita sangre o una operación, el Estado se encarga de ello. El Estado resuelve el problema.
AGRICULTORA 3: Todo es gratis.
AGRICULTORA 2: Sí, todo es gratis. En otros países, si no tienes el dinero, te mueres. Aquí no.
FERNANDO FUNES JR .: Ahora, desde hace dos meses, no ha llovido en la granja. Ha sido muy difícil para nosotros. Anoche, estuvimos regando a mano hasta las 8 de la noche, con el fin de hacer mejor uso del agua que tenemos disponible en este momento. En el futuro cercano, planeamos tener sistemas de riego para todas las camas. Este pozo fue hecho a mano, y cavamos a mano 40 metros de profundidad. Y había un hombre que tenía suficiente voluntad para cavar el pozo, la misma que yo tenía, y era Juan Machado.
JUAN MACHADO: Yo tenía 14 años cuando aprendí a encontrar agua. Aquí está. Aquí hay agua corriendo. ¡Mira! ¡Mira! Yo no estoy haciendo nada, y el palo se va para arriba. ¡Mira! Aquí está el agua.
FERNANDO FUNES JR .: Y fuimos a diferentes lugares alrededor, a diferentes granjas, donde Machadito identificó agua. Y me fui con él, y yo estoy tratando de aprender. Así que estamos tratando de conectar todas las energías posibles en la granja con el fin de no utilizar combustible. Bombeamos el agua con los paneles solares y la bomba solar. Luego colectamos- capturamos el estiércol y la orina en este tanque de mezcla. La lodo, el estiércol con agua, va al biodigestor. Tenemos allí un tanque de 10 metros cúbicos. La primera capa es estiércol fresco. El biogás presiona el estiércol ya fermentado, y eso sale. Estamos sacando energía del biogas que tiene estiércol y luego usamos ese biogás para cocinar, y tenemos suficiente biogás como para cocinar todos los días toda la comida que necesitamos. Michael está escribiendo su tesis para el doctorado. Ahora está viviendo en la granja, y estamos compartiendo el— digamos, la administración o el diseño del sistema de cultivo.
MICHAEL: Para aquellos de nosotros involucrados en la agricultura sostenible, abrir las relaciones con EE.UU. o levantar el bloqueo significa que muchas compañías agroquímicas van a querer invertir en Cuba. Que estas empresas inviertan en Cuba no significa que vaya a haber suficiente comida para todo el mundo— 1.200 millones de personas en todo el mundo tienen hambre. A pesar de la inversión en agroquímicos, a pesar de tener los almacenes llenos de alimentos, estas empresas se benefician de los alimentos que producen. El hecho de que ellos produzcan no resuelve el problema del hambre.
AMY GOODMAN: Un agradecimiento especial a Karen Ranucci, así como a Mónica Melamid por este informe desde Cuba. Nuestra invitada en este momento es Catherine Murphy, cineasta, quien también estaba en ese viaje, y que ha vivido y estudiado en Cuba. ¿Puedes describir el movimiento de la agricultura orgánica en Cuba en un contexto más general? Catherine, ¿es Cuba el único país en el mundo que ha dado millones de hectáreas a la gente para que cultiven y produzcan?
CATHERINE MURPHY: Bueno, parte de lo que ocurrió en Cuba fue que a mediados de los años 80, Cuba tenía un sistema de agricultura altamente mecanizada e industrializada. Tenían más tractores per capita que cualquier otro país en América Latina, y estaban invirtiendo mucho dinero en la producción nacional de alimentos. Pero sin embargo, seguían importando el 57 por ciento de las calorías que se consumían en la isla de la Unión Soviética y los países del bloque soviético. Así que cuando la Unión Soviética se vino abajo, Cuba perdió esas importaciones de inmediato, en un plazo de dos a tres años, junto con una contracción del 34 o 35 por ciento de su PIB. Eso provocó en Cuba una gran crisis económica, y esa fue también una crisis alimentaria y de agricultura, de una manera central, debido a la pérdida de las importaciones directas de alimentos y también a la pérdida de muchas otras importaciones en el sector agrícola de las cuales la producción nacional de alimentos se había convertido en dependiente— pesticidas, fertilizantes, petróleo, piezas de tractor, piezas de repuesto para otro tipo de maquinaria agrícola. Por lo tanto, se enfrentaron a la difícil tarea de aumentar considerablemente la producción de alimentos con una fracción de los recursos disponibles. Inmediatamente, residentes en la ciudad— en particular, La Habana, en donde viven dos millones de los 11 millones de personas que hay en la isla, La Habana es la ciudad más grande en el Caribe— los residentes de la Habana comenzaron a salir y a cultivar alimentos en lotes baldíos que estaban cerca de sus hogares, utilizando cualquier semilla que pudieron encontrar, con las herramientas que estaban disponibles, y, literalmente, en cualquier espacio que estaba cerca de sus hogares, algunos incluso en sus casas— en patios, balcones, azoteas. Y, ya sabe, la agricultura urbana estaba aumentando en todo el mundo en ese momento, en los años 90, con la urbanización mundial, pero lo que era diferente en La Habana era que el gobierno de la ciudad y otras estructuras comenzaron a buscar cómo podrían estratégicamente apoyar este victorioso movimiento de jardinería, a diferencia de otras ciudades de todo el mundo, donde la producción urbana de alimentos se convirtió en ilegal y a veces la gente que huir. El gobierno de la ciudad de La Habana comenzó a fijarse en ello: “Bueno, ¿cómo podemos apoyar a los productores de alimentos en la ciudad? no sólo apoyarlos, sino realmente reconocer que la producción de alimentos es una prioridad nacional”. Así que empezaron a encontrar maneras de dar a los productores de alimentos urbanos derechos de uso de la tierra a través de usufructo, darles permisos de ventas para hacer ventas directas desde el sitio, ayudarles a encontrar maneras de conseguir agua, y ayudarlos con la formación, capacitación y recursos. Pero, el tipo de agricultura que es necesaria en espacios pequeños: muy diversificada, intensiva, no era el tipo de agricultura que se había dado en Cuba tradicionalmente, así que era un campo completamente nuevo de conocimiento que se necesitaba para ayudar a estos agricultores urbanos. Y así nació un movimiento de permacultura. El Consejo de Iglesias se involucró— muchas organizaciones comunitarias, la Federación de Mujeres— para apoyar estratégicamente a los agricultores urbanos. Y durante varios años, realmente ayudaron a darle vuelta a la parte más crítica de la crisis alimentaria, que fue dramática. Creo que es difícil de imaginar. El consumo de calorías se redujo a la mitad. El cubano promedio perdió entre 5 y 10 kilos de peso corporal. Hubo una serie de epidemias de salud, incluyendo neuropatía— una epidemia de neuropatía de ojo que dio lugar a daños en el sistema nervioso y algunos daños en los ojos y la visión. Por lo tanto, esta rápida disminución en la ingesta calórica fue muy grave— fue realmente visto como el problema más grave en la isla en el momento y resolverlo se convirtió en una cuestión prioritaria. Así que con esta asociación público-privada, fueron capaces de darle la vuelta y, en pocos años, había decenas de miles de huertos urbanos de la ciudad, y jardines periurbanos, y estaban produciendo entre el 30 y el 50% de las verduras frescas consumidas en la isla, introduciendo vegetales que nunca antes se habían comido en Cuba, como el brócoli, la coliflor, cosas como la berenjena que no eran tan comunes, y realmente mejoró la calidad de la dieta— quiero decir, muchas de esas verduras, especialmente de hoja verde, proporcionan micronutrientes claves ante la falta de otras proteínas. Y el paisaje urbano cambió. Mejoró enormemente la situación de la seguridad alimentaria, pero también cambió el paisaje urbano. Proporcionó decenas de miles de puestos de trabajo, de manera significativa para las personas mayores, para las mujeres y para los jóvenes, y proporcionó—
AMY GOODMAN: Catherine, hoy—
CATHERINE MURPHY: Sí.
AMY GOODMAN: —ya que solamente tenemos 30 segundos, ¿cuanta comida se importa en Cuba hoy en día? ¿Cuál es la dependencia de los alimentos de fuera? Y este movimiento de alimentos orgánicos, o movimiento de agricultura, ¿cuánta esperanza cree que tiene en una nueva Cuba?
CATHERINE MURPHY: Las cifras alrededor de la cantidad de alimentos que se importan a Cuba hoy en día son muy disputadas. Sigue siendo la mayoría. Algunas cifras muestran que desde un 50%, hasta un 80% de los alimentos sigue siendo importado. El trigo, por ejemplo, no se puede cosechar en los trópicos; tienen que importarlo. Importan una gran cantidad de pollo congelado desde Estados Unidos a través de Tyson Foods y otras compañías. Importan arroz. Pero siguen aumentando la producción de alimentos en la isla, de raíces, tubérculos, arroz, frijoles, frutas y verduras. Y la tercera reforma agraria que está sucediendo ahora, dando tierras— 150.000 personas han solicitado parcelas de tierra en esta nueva redistribución de la tierra.
AMY GOODMAN: Catherine, tenemos que dejarlo ahí. Quiero darle las gracias por estar con nosotros, Catherine Murphy, cineasta.
CATHERINE MURPHY: Gracias.
AMY GOODMAN: Además, hoy está ocurriendo un acto de diplomacia deportiva: el equipo de fútbol New York Cosmos se convertirá el martes en el primer equipo profesional de EE.UU. en jugar en Cuba, luego de que que los presidentes Castro y Obama anunciaran que sus países iban a restablecer las relaciones diplomáticas.
Traducido por Linda Artola. Editado por Igor Moreno y Democracy Now! en Español.