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Amy Goodman y Denis Moynihan
Algunos analistas han descrito la inesperada victoria del demócrata Doug Jones en las elecciones especiales para el Senado de Estados Unidos en Alabama como un terremoto político. Sin embargo, las ondas sísmicas comenzaron hace décadas, durante la lucha por los derechos civiles de las décadas de 1950 y 1960, con ecos que se remontan a los días de la Guerra Civil estadounidense, así como a la larga y violenta era de la esclavitud. El camino de Jones hacia el Senado bien podría haber comenzado en la tarde del 1º de diciembre de 1955, en una parada de autobús de Montgomery, Alabama, cuando una mujer afroestadounidense llamada Rosa Parks se subió a un autobús y decidió sentarse en una de las diez filas delanteras, reservadas para los pasajeros blancos. El conductor le ordenó que se trasladara a la parte trasera del autobús, único sector en el que podían permanecer las personas afrodescendientes, y llamó a la policía cuando ella se negó a dejar el asiento. Parks fue arrestada y esto condujo al lanzamiento de la era moderna de los derechos civiles.
Cuando falleció, una cadena de noticias la describió como “una costurera cansada, no una revoltosa”. Pero lo cierto es que Rosa Parks era una rebelde de primera categoría. Sabía exactamente lo que estaba haciendo; era secretaria de la sede local de la Asociación Nacional para el Progreso de la Gente de Color (NAACP, por su sigla en inglés). Tras su arresto tuvo lugar una rápida organización de la comunidad afroestadounidense, que el 5 de diciembre lanzó el Boycott al Servicio de Autobuses de Montgomery, liderado por Martin Luther King Jr. El liderazgo de la lucha sabía que se necesitaba un movimiento social dedicado y organizado para vencer la segregación y el racismo institucional. Sus históricos logros sentaron las bases para la victoria de Doug Jones. Fueron la organización y movilización de base actuales, especialmente el movimiento de mujeres afroestadounidenses, lo que le otorgó el escaño en el Senado.
Es importante reconocer lo irremediablemente defectuoso que era Roy Moore como candidato republicano. Primero llegaron las impactantes acusaciones de al menos nueve mujeres que afirman que Moore las acosó o agredió sexualmente cuando eran adolescentes, una de ellas cuando tenía solo 14 años de edad. En el marco del creciente movimiento nacional #YoTambién, destinado a terminar con el acoso y abuso sexual de mujeres, los numerosos relatos del acoso sexual perpetrado por Moore constituyeron un punto crítico. Varios senadores prometieron que, si ganaba las elecciones, lo expulsarían del Senado de Estados Unidos. Esto fue hasta que otra persona que se ha descrito a sí misma como agresor sexual, el presidente Donald Trump, decidió otorgarle su apoyo incondicional a Moore y comenzó a hacer una agresiva campaña a su favor.
Pero incluso si el abuso sexual en serie a menores no alcanza para descalificar a un candidato al Senado, muchas de las declaraciones y acciones de Moore como juez de Alabama sí deberían tener el peso suficiente. Fue destituido dos veces del cargo de presidente electo de la Corte Suprema de Alabama por negarse a seguir órdenes de tribunales federales. En 2003 se negó a retirar una estatua de los Diez Mandamientos de las instalaciones del Palacio de Justicia. En 2016 fue nuevamente suspendido por negarse a implementar el fallo de la Corte Suprema federal que legalizaba el matrimonio entre personas del mismo sexo.
Recientemente, cuando uno de los pocos afroestadounidenses presentes en un evento de campaña le preguntó en qué momento del pasado pensaba que Estados Unidos había sido grandioso, Roy Moore se refirió a la época de la esclavitud: “Creo que era grandioso en la época en que las familias estaban unidas, aunque tuviéramos esclavitud. Nos cuidábamos entre todos”. Moore afirma que a los musulmanes, como Keith Ellison, no se les debería permitir ocupar cargos en el Congreso, y compara al Corán con “Mi lucha”, de Hitler. También apoya la derogación de todas las enmiendas de la Constitución de Estados Unidos que se hicieron después de la Décima original, incluidas las que proscriben la esclavitud y otorgan a las mujeres y afroestadounidenses el derecho al voto: “Esto eliminaría varios problemas. Ya saben, mucha gente no entiende hasta qué punto algunas de estas enmiendas han intentado arruinar por completo la forma de gobierno que procuraban nuestros Padres Fundadores”. La esposa de Moore, al asegurarle al público en su último acto de campaña antes de las elecciones del martes que su esposo no era antisemita, declaró enfáticamente: “Las noticias falsas les dirán que no nos gustan los judíos. Les comento todo esto porque también las he visto. Quisiera poner las cosas en su lugar, aprovechando que tenemos prensa aquí presente. Uno de nuestros abogados es judío”.
Los resultados de las elecciones especiales de Alabama no solo deberían servir como una lección para el Partido Republicano, sino también para el Partido Demócrata. El éxito radica en activar a las personas, motivar al pueblo a participar y luchar contra las crecientes restricciones para votar; no en adaptar el mensaje en el vano intento de captar a los votantes “indecisos”.
Jones ganó gracias al registro de votantes, la movilización de las organizaciones de base y la enorme participación electoral de la comunidad afroestadounidense. Según las encuestas a boca de urna realizadas por CNN, Doug Jones recibió el 98% de los votos emitidos por las mujeres afroestadounidenses y el 93% de los votos de los hombres afroestadounidenses. En contraste, el 63% de las mujeres blancas votaron por el presunto pederasta Roy Moore, al igual que el 72% de los votantes blancos. En estas elecciones de Alabama se presentó a votar un mayor porcentaje de electorado afroestadounidense que en las elecciones que ganó Barack Obama en 2008 y 2012.
Doug Jones ganó con una ventaja de solamente 1,5% de los votos, un margen suficientemente grande como para evitar un recuento de votos, pero muy estrecho de todas formas. No hubiera ganado sin la ardua labor de los movimientos de base de Alabama, que trabajaron durante años –con escaso apoyo del Partido Demócrata nacional– para registrar a los ciudadanos afroestadounidenses y de bajos recursos en el padrón electoral. Los movimientos sociales construyen poder y logran cambios, y los demócratas harían bien en prestar atención a las lecciones de Alabama, desde la resistencia a la esclavitud y la era de la lucha por los derechos civiles, hasta la inesperada victoria de Doug Jones.
© 2017 Amy Goodman
Traducción al español del texto en inglés: Inés Coira. Edición: María Eva Blotta y Democracy Now! en español, spanish@democracynow.org
Amy Goodman es la conductora de Democracy Now!, un noticiero internacional que se emite diariamente en más de 800 emisoras de radio y televisión en inglés y en más de 450 en español. Es co-autora del libro “Los que luchan contra el sistema: Héroes ordinarios en tiempos extraordinarios en Estados Unidos”, editado por Le Monde Diplomatique Cono Sur.
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