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Amy Goodman y Denis Moynihan
El lunes pasado, una joven estudiante sueca llamada Elin Ersson abordó un avión en el aeropuerto de Gotemburgo, Suecia, con destino a Estambul. Los pasajeros estaban terminando de acomodarse, al tiempo que la tripulación se preparaba para el despegue. Ersson se puso de pie en el pasillo, en protesta porque un pasajero, refugiado afgano, estaba siendo deportado. La estudiante transmitió en vivo mientras manifestaba: “No me voy a sentar hasta que esta persona se retire del avión, porque lo más probable es que lo maten si este avión despega con él”.
Los funcionarios gubernamentales que acompañaban al refugiado intentaron alejarla. Las azafatas de la aerolínea, Turkish Airlines, intentaron retirarle el teléfono, pero ella persistió. La tensión en el avión, en su voz y en su rostro era palpable. “El piloto tiene derecho a declarar que no se le permite estar en el avión. Siempre y cuando él se baje del avión, haré lo que me indican”.
Mientras Ersson esperaba la decisión del capitán, continuó con calma su narración en vivo. Fue abordada por un hombre enojado que le quitó el teléfono, que luego recuperó. La joven increpó: “Lamento mucho que un hombre vaya a morir y a usted le preocupe más perder el vuelo”. Cuando le dijeron que estaba molestando a los pasajeros, ella respondió: “Pero ellos no van a morir; él sí”.
De fondo se escuchaba la voz de un hombre explicándoles la situación a otros pasajeros, en turco. De golpe, la cabina se llenó de aplausos.
Ersson hizo un paneo con la cámara para mostrar que varias personas más se habían puesto de pie. Sus ojos se humedecían mientras seguía describiendo los motivos de su protesta. Alguien informó que al refugiado lo estaban retirando por una puerta trasera del avión. Elin Ersson se quedó parada junto a la puerta delantera y se negó a desembarcar hasta tanto no poder confirmar que el refugiado estaba realmente fuera del avión. La protesta duró solo 15 minutos, pero pudo haberle salvado la vida a un solicitante de asilo.
La difícil situación de migrantes y refugiados, tanto en Europa como en Estados Unidos, se ha convertido en una de las principales polémicas de nuestro tiempo. Las guerras, la violencia, el cambio climático y la creciente desigualdad global están forzando a las personas a abandonar sus países de origen en busca de seguridad. En Europa, la mayoría de los refugiados provienen de Siria y Afganistán. La violencia en las naciones centroamericanas de El Salvador, Honduras y Guatemala está conduciendo a los refugiados hacia el norte, con el objetivo de alcanzar Estados Unidos. Las travesías son largas y peligrosas.
Las protestas contra las crueles políticas antiinmigrantes del presidente Donald Trump son tan diversas como potentes. Protestas en aeropuertos contra la “prohibición de viaje contra los musulmanes” de Trump en sus primeras semanas en el cargo, vigilias y sentadas en oficinas del Servicio de Inmigración y Control de Aduanas (ICE, por su sigla en inglés), así como en los pasillos del Congreso; la gente se ha entregado en cuerpo y alma y se ha puesto en riesgo para oponerse a la persecución de los migrantes.
La oposición a las duras políticas de inmigración también se refleja en la política electoral. Alexandria Ocasio-Cortez, la candidata demócrata de Nueva York para el Congreso que sacudió a su partido con su reciente victoria en las primarias sobre un poderoso contrincante, se expresó en una entrevista reciente con Democracy Now! en torno a la política de “tolerancia cero” de Trump, que ha separado a casi 3.000 menores de sus padres y madres inmigrantes: “Tenemos que ocupar todo. Hay que ocupar todos los aeropuertos, todas las fronteras, todas las oficinas del ICE, hasta que esos menores regresen con sus madres y padres, y punto”.
Esta semana, los magnates fanáticos del nacionalismo de Fox News tuvieron su merecido cuando trataron de entrevistar a Ann Kirkpatrick, una candidata demócrata en al Congreso por el estado de Arizona que es pro-ICE. Por error, contactaron a otra candidata, Barbara L’Italien de Massachusetts, quien sabía que su tiempo al aire era limitado: “Buenos días. De hecho, estoy aquí para hablarle directamente a Donald Trump. Considero que lo que está sucediendo en la frontera está mal. Tengo cuatro hijos y creo que separar a los menores de sus madres y padres es ilegal e inhumano. En realidad, soy Barbara L’Italien, una senadora estatal que representa a una gran comunidad de inmigrantes. Soy candidata para el Congreso por el estado de Massachusetts. Sigo pensando en lo que les estamos haciendo pasar a los padres e imagino cuán aterrador debe ser para esas familias, cómo sería no saber si volveré a ver a mis hijos. Tenemos que dejar de secuestrar niños y arrancarlos de los brazos de sus padres, dejar de poner a los niños en jaulas y no permitir que niños de tres años deban defenderse solos en los tribunales”.
Los desconcertados presentadores no tardaron en interrumpir las declaraciones de L’Italien.
Las protestas creativas y los actos de solidaridad, junto con la determinación y el coraje de los propios refugiados, están cambiando la política en Estados Unidos y en el resto del mundo. Cuando Elin Ersson fue confrontada en medio de su acción y le dijeron que el hombre afgano estaba siendo deportado en virtud de las leyes suecas, ella respondió: “Estoy tratando de cambiar las reglas de mi país. No me gustan. No es correcto mandar a la gente al infierno”.
Rompereglas, alborotadores, disidentes: la resistencia está en el aire.
© 2018 Amy Goodman
Traducción al español del texto en inglés: Inés Coira. Edición: María Eva Blotta y Democracy Now! en español, spanish@democracynow.org
Amy Goodman es la conductora de Democracy Now!, un noticiero internacional que se emite diariamente en más de 800 emisoras de radio y televisión en inglés y en más de 450 en español. Es co-autora del libro “Los que luchan contra el sistema: Héroes ordinarios en tiempos extraordinarios en Estados Unidos”, editado por Le Monde Diplomatique Cono Sur.
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