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El huracán Iota tocó tierra en Nicaragua como una tormenta de categoría 4 el lunes 16 de noviembre, apenas dos semanas después de que el huracán Eta devastara comunidades y provocara una vasta destrucción en toda Centroamérica. Iota es el huracán más fuerte que jamás se haya abatido sobre Nicaragua durante el mes de noviembre. “Provocó muchos daños en las poblaciones más vulnerables, que suelen ser comunidades indígenas, afrodescendientes y negras, de toda Centroamérica”, dice Giovanni Batz, investigador de posdoctorado del Departamento de Estudios Nativo Americanos de la Universidad de California en Davis, que ha estado en contacto con personas afectadas por el huracán Iota.
Transcripción
AMY GOODMAN: Esto es Democracy Now!, democracynow.org, el informativo de la cuarentena. Soy Amy Goodman, hablamos ahora sobre Centroamérica. El lunes 16 de noviembre, el huracán Iota tocó tierra en la costa caribeña de Nicaragua como una tormenta de categoría 4, solo dos semanas después de que el huracán Eta devastara la región, matara al menos a 140 personas, y dejara sin hogar a cientos de miles de personas. Iota es el huracán más fuerte en tocar tierra en Nicaragua durante un mes de noviembre. La tormenta dejó sin electricidad gran parte de la ciudad costera de Puerto Cabezas. Decenas de comunidades indígenas de Nicaragua y Honduras fueron evacuadas antes de la llegada del huracán. Esta es una residente de Puerto Cabezas que tuvo que refugiarse antes de la tormenta.
RESIDENTE DE PUERTO CABEZAS: La tormenta se acercaba a la ciudad y podríamos haber muerto. Por eso tuvimos que venir aquí y refugiarnos. Estoy triste porque allá en el cabo, la gente no tiene nada para comer. Todas las plantaciones han quedado destruidas.
AMY GOODMAN: El huracán Iota devastó Centroamérica cuando gran parte de la región estaba aún recuperándose del paso del huracán Eta, que afectó a más de 3 millones de personas, y dejó cientos de miles de desplazados solo en Guatemala. Estos dos huracanes y sus efectos, agravados por el cambio climático, llegan en medio de la devastadora pandemia del coronavirus.
Para conocer más detalles de la situación hablamos con Giovanni Batz, quien ha estado en contacto con víctimas de los huracanes en Guatemala y ha ayudado a coordinar la distribución de ayuda en una de las comunidades indígenas afectadas por la tormenta. Es investigador de posdoctorado en el departamento de Estudios Nativo Americanos de la Universidad de California en Davis. Su próximo libro se titulará tentativamente “La cuarta invasión: Historias de descolonización, megaproyectos, y resistencia maya ixil en Guatemala”. Batz nos atiende desde Las Cruces, Nuevo México.
Bienvenido a Democracy Now! Es estupendo tenerlo con nosotros, Giovanni. Describa qué está sucediendo ahora mismo.
GIOVANNI BATZ: Hola. Primero, Buenos días a todos. Gracias por invitarme.
En relación a lo que está sucediendo en Centroamérica, desafortunadamente, las noticias no son buenas, desde luego, con respecto a los huracanes. Las tormentas han causado muchos daños, obviamente, a las poblaciones más vulnerables, que en Centroamérica suelen ser comunidades indígenas, afrodescendientes y negras. Ahora mismo, como resultado del huracán Eta, hay comunidades que se han visto gravemente afectadas. Hay comunidades que han sufrido deslizamientos de tierra. Muchas carreteras han quedado destrozadas. Muchos puentes han sido destruidos. Algunas comunidades no pueden acceder a las ciudades para recibir atención médica u otras necesidades. Desafortunadamente, la realidad es desalentadora. A todo esto se añade la situación con la pandemia, a la que el Gobierno no ha respondido de forma adecuada, la ayuda no ha sido suficiente. La situación es extremadamente preocupante, especialmente ahora, tras el paso de Iota por Centroamérica.
AMY GOODMAN: Hable sobre cómo el cambio climático está relacionado con toda esta gran devastación.
GIOVANNI BATZ: Claro. Las comunidades indígenas nos han estado advirtiendo que el cambio climático es algo real. Desafortunadamente, las comunidades indígenas suelen verse muy afectadas por esto. Debido a la deforestación, y a las crecientes sequías, la gente esta teniendo que enfrentarse a condiciones mucho más severas. Donde yo trabajo, en la región ixil, mucha gente afirma que el cambio climático ha devastado sus comunidades. Las lluvias son un poco más intensas, lo que provoca más deslizamientos de tierra, entre otras cosas.
Pero además, el problema no es solo el cambio climático. La llegada de las industrias extractivistas, como plantas hidroeléctricas, presas y proyectos de minería, está empeorando la situación. Yo trabajo en un lugar llamado la región ixil. La región ixil fue una de las zonas más afectadas en la guerra civil en Guatemala, que tuvo lugar entre 1960 y 1996. Aquí en la región ixil hubo 114 masacres durante la guerra, y ahora están sufriendo la llegada de megaproyectos, algo que la gente de la región describe como una nueva invasión. Una de las razones por las que lo llaman la nueva invasión es porque estos proyectos de las industrias extractivas que se están estableciendo en su territorio son propiedad de empresas extranjeras y, como ya hemos dicho, están degradando el medioambiente. Uno de los fenómenos que estamos viendo ahora es que los Gobiernos van a proponer proyectos hidroeléctricos para reducir el CO2. Propondrán la construcción de centrales hidroeléctricas y represas como una forma de producir energía verde. Pero al observar la situación a nivel local, estas presas y estos megaproyectos en realidad están causando un gran daño ambiental.
La central hidroeléctrica en la que se centra mi trabajo y mi próximo libro es la planta hidroeléctrica de Palo Viejo, que fue construida por una corporación italiana cuyo nombre es Enel Green Power. Enel Green Power dirá que esta planta está reduciendo el CO2, produciendo energía verde y luchando contra el cambio climático, pero si uno analiza las realidades locales, Enel ha desviado los ríos a través de la construcción de cuatro presas derivadoras. Ha provocado el desbordamiento de uno de los ríos. Ha contaminado a los ríos a tal punto que, tras pasar por esta planta hidroeléctrica, dicha contaminación se hace visible. Los peces han muerto. Los niños que se bañan en el río salen con sarpullidos, verrugas, entre otras cosas. Estas plantas hidroeléctricas, por ejemplo, son vistas como una solución para el cambio climático, pero lo que dicen las comunidades indígenas es que en realidad están causando una división social, mayor militarización y degradación ambiental. Cuando pensamos en el cambio climático, también debemos tomar en consideración a estas industrias extractivas y cómo sus actividades tan solo continúan exasperando una situación que ya es grave.
AMY GOODMAN: Este es el presidente guatemalteco Alejandro Giammattei, hablando el lunes 16 de noviembre sobre el impacto del cambio climático y las poderosas tormentas en la economía de Guatemala.
PRESIDENTE ALEJANDRO GIAMMATTEI: Cada vez que hay un desastre natural a consecuencia del cambio climático, [adquirimos] deudas. Y hemos salido a tocar las puertas de los generosos, bancos y organismos multilaterales que nos ofrecen, dadivosamente, abrir sus puertas para darnos más financiamiento para lograr la reconstrucción. Esto ha traído como consecuencia un círculo vicioso, en el cual nos endeudamos, reconstruimos, se destruye, nos endeudamos, reconstruimos, y se vuelve a destruir.
AMY GOODMAN: Ese era el presidente de Guatemala. Dicho país también está pidiendo, solicitando al Gobierno de Trump un estatus de protección temporal, (TPS por sus siglas en inglés) para los guatemaltecos en Estados Unidos tras la destrucción que causó el huracán Eta. ¿Puede compartirnos su opinión sobre esto? Hace años, después del huracán Mitch, hondureños y nicaragüenses en EE. UU. obtuvieron el TPS como resultado de la devastación.
GIOVANNI BATZ: Sí, absolutamente. Cualquier tipo de protección para los migrantes es totalmente bienvenida. Obviamente el TPS no es perfecto, pues lo que se necesita es una vía para que obtengan la ciudadanía. Esto tiende a ser una situación muy ambigua, en la cual la gente vive en la incertidumbre. Trump está intentando eliminar el TPS, lo que pone a las personas que sí obtuvieron el estatus de protección temporal, como los salvadoreños y nicaragüenses entre otros, en una situación muy precaria. Así que cualquier protección legal para los migrantes es asbolutamente bienvenida, pero, primero que todo, Estados Unidos tiene que parar las deportaciones.
Solo en las primeras dos semanas de noviembre, por ejemplo, después del azote de Eta, Estados Unidos continuó deportando personas. Entre el 1 y el 12 de noviembre fueron deportadas 740 personas. De ellas, 208 eran menores no acompañados, en otras palabras, el 28% de los deportados. Entonces, aunque el TPS sería muy bueno, necesita ser perfeccionado, en el sentido de permitir que la gente pueda obtener la ciudadanía legal.
Tambien tenemos que ayudar a los solicitantes de asilo en la frontera entre Estados Unidos y México. La propia Guatemala carece de moral, puesto que hay una razón por la cual la gente huye de Guatemala, ¿verdad? Y tiene que ver con la violencia estructural, con la persecución de líderes comunitaros a causa de su activismo en contra de los megaproyectos, entre otras cosas. Por lo tanto, Guatemala también tiene que mejorar su propia situación, porque hay una razón por la que la gente está huyendo.
AMY GOODMAN: El Gobierno de Trump prácticamente ha terminado con el asilo. Cuando usted habla sobre las personas que están siendo deportadas, muchas de ellas tienen COVID-19. Pero, Giovanni, también hay criminalización de refugiados a causa del cambio climático.
GIOVANNI BATZ: Sí, absolutamente. De nuevo, en cuanto a los “refugiados climáticos”, actualmente en Guatemala hay mucha gente que está siendo desplazada como resultado de estos desastres naturales. Pero, desafortunadamente, las comunidades indígenas y los que se levantan y trabajan en el movimiento por la justicia social, y luchan por la justicia ambiental, son las personas que están siendo perseguidas. En mi trabajo, también analizo los casos de líderes comunitarios que están siendo perseguidos, de nuevo, por el Estado y las corporaciones, entre otros.
Daré un ejemplo. Hay dos amigos aquí en Ciudad Juárez, a menos de una hora de Las Cruces, donde me encuentro actualmente. Ellos son: Francisco Chávez y Gaspar Cobo Corio. Ellos son activistas de la región ixil, del municipio de Nebaj, que fueron expulsados de sus comunidades debido a su activismo. Gaspar, quien es un activista en contra de la minería y protestó contra los megaproyectos, recibió amenazas de muerte. Ahora él y Francisco, quien fue testigo contra Ríos Montt durante el juicio por genocidio hace un par de años, han buscado refugio en Ciudad Juárez. Han estado ahí por más de un año como resultado de la política de Trump de “permanecer en México”. Entonces, vivir en Ciudad Juárez no es lo mejor para ellos. Los migrantes allí tienden a recibir amenazas de muerte. Son vulnerables a actividades delictivas. Desafortunadamente, el Gobierno de Trump es responsable de las muertes y el sufrimiento de muchos inmigrantes aquí en la frontera entre México y Estados Unidos.
AMY GOODMAN: Giovanni, quiero preguntarle sobre el Gobierno entrante de Biden. Bajo el Gobierno del presidente Obama, y de Joe Biden como vicepresidente, a pesar de que su jerga, su lenguaje era extremadamente diferente al hablar de inmigrantes, y de deportaciones, se deportaron a más inmigrantes que, creo, en la mayoría de todos los Gobiernos en el pasado. Millones y millones y millones de personas que venían a este país. ¿Qué se espera del Gobierno entrante de Biden y Harris?
GIOVANNI BATZ: Tenemos que recordar que Biden y Trump son dos caras de la misma moneda: el imperialismo y la intervención estadounidense, especialmente en lugares como Centroamérica. Aunque personalmente me emocinó la derrota de Trump, obviamente tenemos que ser cuidadosos con el Gobierno de Biden. Usted mencionó el Gobierno de Obama, quien es conocido como el “deportador en jefe”, ¿verdad?, como resultado de su reputación dentro de la comunidad migrante.
Pero una de las cosas que muchas personas no saben es que durante el Gobierno de Obama, para combatir la migración que venía de Centroamérica, específicamente de menores de edad no acompañados, Biden y Obama diseñaron la Alianza para la Prosperidad. Inicialmente, esta era una iniciativa de mil millones de dólares enfocada en promover la seguridad, un buen gobierno y la inversión internacional en Centroamérica para para así intentar frenar la migración. Biden encabezó esa iniciativa, a partir de 2015. Lo interesante es que, una vez que Trump asumió el cargo, esta fue una de las pocas iniciativas de la era Obama de las cuales él no se deshizo. Fue, de nuevo, un proyecto, una política estadounidense intervencionista. Aquí es donde tenemos la introducción de Centroamérica siendo descrita como el “Triángulo del Norte”, que es un término extremadamente militarista. Yo siempre animo a la gente a no usar ese término del “Triángulo del Norte”, porque hace parte de este tipo de lógica intervencionista estadounidense de que Centroamérica necesita la salvación por parte de EE.UU.
Bajo la Alianza para la Prosperidad, hemos visto un aumento de la militarización en Centroamérica, en apoyo a los presidentes corruptos centroamericanos. El hermano de Juan Orlando Hernández, presidente actual de Honduras, fue condenado por estar involucrado en actividades criminales con narcotraficantes aquí en los Estados Unidos. [El presidente Hernández] también ha sido implicado en eso. El expresidente Jimmy Morales, quien estaba siendo investigado por corrupción por un organismo de control de la ONU llamado CICIG, básicamente acabó con dicho organismo. Los echó. De hecho, usó vehículos militares donados por el Departamento de Defensa de los EE.UU. para intimidar a los grupos de derechos humanos, entre otros, que lo estaban investigando por corrupción.
Creo que, con Biden, esperamos más de lo mismo en términos de política exterior de los Estados Unidos en Centroamérica.
AMY GOODMAN: Finalmente…
GIOVANNI BATZ: Y, desafortunadamente… Perdón.
AMY GOODMAN: Adelante, Giovanni.
GIOVANNI BATZ: Sí. Cuando pensamos en el otro… Lo que Biden hará será promover políticas neoliberales a través de la inversión internacional, lo que significa más megaproyectos y explotación laboral clandestina. Mirando el caso de Palo Viejo, el cual investigo, cuando pensamos en estos megaproyectos, siempre tenemos que preguntarnos: “¿Desarrollo para quién?”. En Cotzal, donde hago mi trabajo, solo el 37% de la población tiene acceso a electricidad. La planta hidroeléctrica de Palo Viejo genera alrededor de 30 a 40 millones de dólares en ganancias. Ellos dejan solo menos de 300.000 dólares para el municipio, que es menos del 1%. Entonces, para recalcar, cuando consideramos estos megaproyectos, que el Gobierno de Biden definitivamente promoverá, siempre tenemos que preguntarnos: “¿Desarrollo para quién? ¿A quién beneficiará?”. No beneficia a las comunidades indígenas y en cambio solo beneficia a las corporaciones.
AMY GOODMAN: Giovanni Batz, quiero darle las gracias por estar con nosotros, investigador de posdoctorado en el departamento de Estudios Nativo Americanos de la Universidad de California en Davis. Su próximo libro se titulará tentativamente “La cuarta invasión: Historias de descolonización, megaproyectos, y resistencia maya ixil en Guatemala”.
Esto es todo por hoy. Democracy Now! es producido por Renée Feltz, Mike Burke, Deena Guzder, Libby Rainey, Nermeen Shaikh, María Taracena, Carla Wills, Tami Woronoff, Charina Nadura, Sam Alcoff, Tey-Marie Astudillo, John Hamilton, Robby Karran, Hany Massoud y Adriano Contreras. Nuestra gerente general es Julie Crosby. Un agradecimiento especial a Becca Staley, Miriam Barnard, Paul Powell, Mike Di Filippo, Miguel Nogueira, Hugh Gran, Denis Moynihan, David Prude y Dennis McCormick. Protéjanse. Usen tapabocas. Soy Amy Goodman.
Traducido por Gabriela Barzallo. Editado por Igor Moreno e Iván Hincapié.