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Esta semana se cumplen 36 años del día en que las autoridades de la ciudad de Filadelfia ordenaron bombardear a sus propios ciudadanos. El 13 de mayo de 1985, la policía rodeó la casa de la organización MOVE —un grupo revolucionario que lucha por la liberación negra— cuyos miembros se negaban a cumplir una orden de desalojo. La policía inundó de agua el edificio, lanzó gases lacrimógenos e inició un intenso ataque con armas automáticas, pero no pudo desalojar a los residentes. Finalmente, desde un helicóptero arrojó una bomba sobre la casa, que mató a once personas, entre ellas cinco niños y niñas. El fuego se propagó, consumió una manzana entera hasta los cimientos y destruyó más de sesenta viviendas. Pero la tragedia no terminó ese día. Durante años las universidades de Princeton y Pensilvania usaron en sus clases huesos de una o dos de las niñas asesinadas. “Todavía no sabemos en detalle cómo fue la cadena de custodia”, dice Abdul-Aliy Muhammad, activista y escritor de Filadelfia Oeste que contribuyó a hacer público el hecho. “No se puede realmente empezar a sanar porque todavía siguen haciendo daño”, agrega Mike Africa, miembro de MOVE de segunda generación. “Nos vuelven todos los traumas”.
Para conocer más sobre este tema, vea (en inglés) la conversación que mantuvimos con Abdul-Aliy Muhammad y Mike Africa.