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Analizamos la hegemonía de Occidente y la política estadounidense con respecto a Rusia, Ucrania y China, con el economista de la Universidad de Columbia Jeffrey Sachs, que acaba de publicar un artículo titulado “The West’s False Narrative About Russia and China” (La falsa narrativa de Occidente sobre Rusia y China). Sachs afirma que el enfoque de la política exterior estadounidense que cuenta con un apoyo bipartidario es “inconcebiblemente peligroso y equivocado” y, además, advierte que las condiciones que Estados Unidos está propiciando son “una receta para otra guerra” en el este de Asia.
Transcripción
AMY GOODMAN: El medio Político informa que el Gobierno de Biden le pedirá al Congreso de EE.UU. que apruebe una venta de armas a Taiwán por 1.100 millones de dólares. Según el medio, la venta incluye 60 misiles antibuque y 100 misiles aire-aire. Esto sucede después de que dos buques de guerra estadounidenses navegaran a través del estrecho de Taiwán el 28 de agosto por primera vez desde que la presidenta de la Cámara de Representantes, Nancy Pelosi, visitó Taiwán a principios de este mes. China condenó la visita e inició ejercicios militares a gran escala cerca de Taiwán.
Mientras tanto, el presidente Biden anunció la semana pasada una ayuda militar adicional para Ucrania por valor de 3.000 millones de dólares, que incluye dinero para misiles, proyectiles de artillería y drones para ayudar a las fuerzas ucranianas a luchar contra Rusia.
Para hablar sobre la política exterior de EE.UU. con respecto a Rusia y China nos acompaña el economista Jeffrey Sachs, director del Centro para el Desarrollo Sostenible de la Universidad de Columbia y presidente de la Red de Soluciones para el Desarrollo Sostenible de la ONU Sachs se desempeñó como asesor de tres secretarios generales de la ONU. Su artículo más reciente se titula “La falsa narrativa de Occidente Sobre Rusia y China”.
Al inicio del artículo, Sachs escribe: “El mundo está al borde de una catástrofe nuclear, en gran parte debido a que los líderes políticos de Occidente no han sido transparentes en cuanto a las causas de la escalada de los conflictos mundiales. La implacable narrativa occidental de que Occidente es noble mientras que Rusia y China son malvados es una postura simplista y extraordinariamente peligrosa”, afirma Sachs.
Jeffrey Sachs, bienvenido a Democracy Now! ¿Podría empezar hablando sobre esto?
JEFFREY SACHS: Gracias. Me complace estar con ustedes.
AMY GOODMAN: ¿Qué es lo que la gente en Occidente y en el resto del mundo debe entender sobre lo que está sucediendo ahora con estos conflictos, con Rusia, entre Rusia y Ucrania, y con China?
JEFFREY SACHS: El punto más importante es que no estamos utilizando la diplomacia, sino las armas. Esta venta de armamento a Taiwán que se ha anunciado, y sobre la que han hablado esta mañana en el programa, es solo otro caso concreto. Esto no hace que Taiwán esté más seguro. Esto no hace del mundo un lugar más seguro y claramente no hace de EE.UU. un lugar más seguro.
Esto va mucho más atrás. Creo que podemos comenzar 30 años atrás. Al desaparecer la Unión Soviética algunos líderes estadounidenses se metieron en la cabeza la idea de que ahora existía lo que ellos llamaron el “mundo unipolar”, y que Estados Unidos era la única superpotencia y podía llevar las riendas de todo. Los resultados han sido desastrosos. Hemos tenido tres décadas de militarización de la política exterior de EE.UU. Una nueva base de datos de la Universidad de Tufts muestra que ha habido más de 100 intervenciones militares por parte de EE.UU. desde 1991. Es algo realmente increíble.
Yo mismo he visto, en mi extenso trabajo durante los últimos 30 años en Rusia, Europa central, China y otras partes del mundo, cómo el enfoque de Estados Unidos es primeramente y, a menudo, solamente militar. Armamos a quienes queremos. Pedimos la expansión de la OTAN sin que importe lo que digan otros países sobre los posibles perjuicios para sus intereses de seguridad. Desestimamos los intereses de seguridad de cualquier otro país. Y cuando se quejan, enviamos más armamento a nuestros aliados en esa región. Vamos a la guerra cuando queremos y donde queremos, ya sea en Afganistán o Irak o la guerra encubierta contra Assad en Siria, una guerra que incluso a día de hoy el pueblo estadounidense no entiende correctamente, o la guerra en Libia. Y luego decimos: “Amamos la paz. ¿Qué pasa con Rusia y China? Son muy belicosos. Están tratando de desestabilizar el mundo”. Y así terminamos en terribles enfrentamientos.
La guerra en Ucrania —para concluir esta introducción— se pudo haber evitado y debería haberse evitado a través de la diplomacia. Lo que el presidente Putin de Rusia venía diciendo durante años era: “No expandan la OTAN en la región del mar Negro, no lo hagan en Ucrania y mucho menos en Georgia”, país que, si miras el mapa, está justo en la orilla este del mar Negro. Rusia dijo: “Esto nos rodeará. Esto pondrá en peligro nuestra seguridad. Busquemos una solución diplomática”. EE.UU. rechazó toda diplomacia. Yo traté de contactar a la Casa Blanca a finales de 2021. De hecho, me puse en contacto con la Casa Blanca y les dije que iba a haber una guerra a menos que Estados Unidos entablara conversaciones diplomáticas con el presidente Putin sobre el asunto de la expansión de la OTAN. Me dijeron que Estados Unidos nunca iba a hacer eso, que eso no era una opción. Y efectivamente no lo era. Ahora tenemos una guerra extremadamente peligrosa.
Y, en Asia oriental, estamos usando exactamente las mismas tácticas que condujeron a la guerra en Ucrania. Estamos creando alianzas, acumulando armamento, hablando mal de China, permitimos que Nancy Pelosi volara a Taiwán cuando el Gobierno chino había dicho: “Por favor, rebajen la temperatura, apacigüen las tensiones”, Respondimos que no, que nosotros “hacemos lo que queremos”, y ahora enviamos más armas. Esta es una receta para otra guerra más y, a mi parecer, es algo aterrador.
Estamos en el 60 aniversario de la crisis de los misiles en Cuba, la cual he estudiado toda mi vida y sobre la que he escrito, incluyendo un libro sobre las secuelas. Nos dirigimos hacia el precipicio y nos llenamos de entusiasmo mientras lo hacemos. No se puede llegar a explicar lo peligrosa y errónea que es la política exterior estadounidense. Y, además, es bipartidista.
JUAN GONZÁLEZ: Jeffrey Sachs, quería preguntarle sobre una de las cosas que mencionó en un artículo reciente publicado en el medio Consortium News, acerca de la insistencia de Estados Unidos, y a su vez de Europa, en mantener su hegemonía en todo el mundo en un momento en que Occidente ve disminuir su poder económico. Usted menciona, por ejemplo, que los países BRICS —Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica— representan más del 40% de la población mundial y tienen un PIB mayor que el de todas las naciones del G7, pero sus intereses y sus preocupaciones son prácticamente descartados o, en el caso, obviamente, de Rusia y China, se le describe ante el pueblo estadounidenses como países agresores, autoritarios y causantes de la agitación en el mundo.
JEFFREY SACHS: Ese es un tema…
JUAN GONZÁLEZ: ¿Podría ampliar ese punto?
JEFFREY SACHS: Sí, absolutamente, y es extremadamente importante que haya tocado ese tema. El poder desproporcionado del mundo occidental, y en especial del mundo anglosajón, comenzó con el Imperio británico, y en este momento EE.UU. tiene unos 250 años de antigüedad, así que es un periodo corto en la historia del mundo. Por muchas razones muy interesantes, sucedió que la Revolución Industrial llegó primero a Inglaterra. Allí se inventó la máquina de vapor, que es probablemente el invento más importante en la historia moderna. Gran Bretaña tuvo el dominio militar en el siglo XIX, al igual que Estados Unidos en la segunda mitad del siglo XX. Gran Bretaña llevaba las riendas. Gran Bretaña tenía el imperio donde nunca se ponía el sol. Y Occidente, es decir, Estados Unidos y Europa occidental, y en la actualidad Estados Unidos, la Unión Europea, Reino Unido, Canadá y Japón —en otras palabras, el G7 y la Unión Europea juntos—, son una parte pequeña de la población mundial, aproximadamente un 10%, tal vez un poco más, digamos que un 12,5% si contamos a Japón junto con Europa occidental y EE.UU. Pero la mentalidad es “Nosotros dirigimos el mundo”. Y así ha sido durante los 200 años de esta Era Industrial.
Pero los tiempos han cambiado. Y realmente, desde la década de 1950, el resto del mundo, cuando se independizó del imperialismo europeo, comenzó a educar a sus poblaciones, comenzó a adoptar nuevas tecnologías, a adaptarse a ellas e innovarlas. Y, quién lo diría, una pequeña porción del mundo no dirigía el planeta o no tenía un monopolio sobre la sabiduría, el conocimiento, la ciencia o la tecnología. Y esto es maravilloso. El conocimiento y la posibilidad de una vida digna se está extendiendo por todo el mundo.
Pero en Estados Unidos, hay un resentimiento en cuanto a esto, un profundo resentimiento. Creo que también hay una ignorancia histórica tremenda, porque creo que muchos líderes estadounidenses no tienen ni idea de la historia moderna. Pero les molesta el ascenso de China. Eso es una afrenta a Estados Unidos. ¡Cómo se atreve China a crecer! ¡Este es nuestro mundo! ¡Este es nuestro siglo! Y a partir de alrededor de 2014 vi, paso a paso, y en gran detalle puesto que es mi trabajo diario, cómo Estados Unidos le atribuyó a China el rol, no de un país que estaba recuperándose de un siglo y medio de grandes dificultades, sino más bien el de un enemigo. Y conscientemente, nosotros, como un asunto de política exterior estadounidense, comenzamos a decir: “Tenemos que contener a China. El ascenso de China ya no nos conviene”, como si Estados Unidos fuera quien determinara si China es próspera o no. Los chinos no son ingenuos; de hecho, son extraordinariamente sofisticados. Ellos vieron todo esto exactamente de la misma manera que yo lo hice. Yo conozco a los autores de los textos estadounidenses. Son mis colegas en Harvard u otros lugares. Me sorprendió cuando este tipo de idea de contención comenzó a aplicarse.
Pero el punto principal es que Occidente ha liderado el mundo por un breve periodo de 250 años, y sin embargo dice: “Ese es nuestro derecho. Este es un mundo occidental. Somos el G7. Podemos determinar quién escribe las reglas del juego”. De hecho, Obama, un buen tipo en el espectro de lo que tenemos por política exterior, dijo: “Establezcamos las reglas de comercio para Asia, pero que China no escriba ninguna de esas reglas. Estados Unidos las establecerá”. Esta es una forma increíblemente ingenua, peligrosa y anticuada de entender el mundo. Estados Unidos representa un 4,2% de la población mundial. Nosotros no dirigimos el mundo. No somos líderes mundiales. Somos un país con un 4,2% de la población en un mundo grande y diverso, y deberíamos aprender a llevarnos bien, a jugar en el arenero pacíficamente y no exigir que todos los juguetes del arenero nos pertenezcan. Todavía no hemos superado esa forma de pensar. Y desafortunadamente esto aplica para ambos partidos políticos. Es lo que motivó a Pelosi, la presidenta de la Cámara, a ir a Taiwán en medio de todo esto, como si realmente tuviera la necesidad de ir a agitar las tensiones. Pero esa es la mentalidad de que Estados Unidos está al mando.
JUAN GONZÁLEZ: Me gustaría volver un poco la mirada a la década de 1990. Estoy seguro de que usted recuerda el enorme colapso financiero que ocurrió en México en dicha década, cuando el Gobierno de Clinton autorizó 50.000 millones de dólares en un rescate financiero a México, que en realidad era para los inversores de Wall Street. En ese momento usted asesoraba al Gobierno ruso postsoviético, que también tenía graves problemas financieros en ese momento, pero no pudo obtener ninguna ayuda importante de Occidente, ni siquiera del Fondo Monetario Internacional. Usted criticó lo ocurrido en ese entonces. Me pregunto si podría hablar de las diferencias entre la respuesta de Estados Unidos a la crisis de México y la respuesta a la crisis financiera rusa, además de si de algún modo la situación actual en Rusia puede tener raíces en ese periodo.
JEFFREY SACHS: Sí, absolutamente. Y lo que hice fue un experimento controlado, ya que fui asesor económico tanto de Polonia como de la Unión Soviética durante el último año de la presidencia de Gorbachov y asesoré al presidente Yeltsin en los dos primeros años de la independencia rusa, 1992 y 1993. Yo trabajaba en el área financiera, en ayudar a Rusia a encontrar una forma de abordar, una grave crisis financiera, como usted lo describió. Mi recomendación básica en Polonia, y luego en la Unión Soviética y en Rusia, fue: para evitar una crisis social y una crisis geopolítica, el mundo rico de Occidente debería ayudar a mitigar esa extraordinaria crisis financiera que se estaba produciendo con la disolución de la antigua Unión Soviética.
Bueno, curiosamente, en el caso de Polonia, hice una serie de recomendaciones muy específicas y todas fueron aceptadas por el Gobierno de EE.UU.: crear un fondo de estabilización, cancelar parte de la deuda de Polonia, permitir una gran cantidad de maniobras financieras para sacar a Polonia de la situación de dificultad. Así que me felicité a mí mismo, “¡Oh, mira!”. Hice una recomendación y una de ellas, la de mil millones de dólares para un fondo de estabilización, fue aceptada en cuestión de ocho horas por la Casa Blanca. Entonces pensé: “Esto ha ido bastante bien”.
Luego vino la misma recomendación, esta vez en nombre de, primero, Gorbachov en los últimos días de su mandato, y luego el presidente Yeltsin. Todo lo que recomendé, que se basaba en los mismos fundamentos de la dinámica económica, fue rechazado de plano por la Casa Blanca. Déjeme decirle que en ese momento yo no lo entendía. Les dije que eso había funcionado en Polonia, pero solo me miraron con perplejidad. De hecho, un secretario de Estado en funciones en 1992 me dijo: “Profesor Sachs, ni siquiera importa si estoy de acuerdo con usted o no. Esto no va a suceder”.
Me tomó bastante tiempo entender la geopolítica subyacente. Eso fue exactamente durante los días de Cheney, Wolfowitz y Rumsfeld, y de lo que se convirtió en el Proyecto para el Nuevo Siglo Estadounidense, es decir, para la continuación de la hegemonía estadounidense. Y no me di cuenta en ese momento porque estaba pensando, como economista, en cómo ayudar a superar una crisis financiera. Pero la política unipolar estaba tomando forma y era algo devastador. Por supuesto, eso sumió a Rusia en una profunda crisis financiera que produjo mucha inestabilidad, la cual tuvo sus propias implicaciones en los años venideros.
Pero aún más que eso, lo que estas personas planeaban desde el principio, a pesar de las promesas explícitas a Gorbachov y a Yeltsin, era la expansión de la OTAN. Clinton comenzó la expansión de la OTAN con los tres países de Europa Central —Polonia, Hungría y la República Checa— y luego George W. Bush jr. añadió siete países —Bulgaria, Rumanía, Eslovaquia, Eslovenia y los tres Estados bálticos—, todo directamente contra Rusia. Y luego, en 2008, la estocada final, que fue la insistencia de EE.UU., a pesar de la oposición en privado de los líderes europeos, muchos de los cuales hablaron confidencialmente conmigo en ese momento, cuando Bush: “La OTAN se expandirá a Ucrania y a Georgia”. Y, de nuevo, si sacan un mapa y miran el mar Negro, el objetivo explícito era rodear a Rusia en el mar Negro. Por cierto, son tácticas viejas. Son las mismas tácticas que usó Palmerston de 1853 a 1856 en la primera guerra de Crimea: rodear a Rusia en el mar Negro, y cortar su capacidad de tener una presencia militar y proyectar cualquier tipo de influencia en el Mediterráneo oriental. El propio Brzezinski dijo en 1997 que Ucrania sería el pivote geográfico de Eurasia.
Lo que estos neoconservadores estaban haciendo a principios de los 90 era construir el mundo unipolar de Estados Unidos. Y ya estaban contemplando una gran cantidad de guerras con el fin de eliminar a los países aliados de la antigua Unión Soviética: guerras para derrocar a Saddam, guerras para derrocar a Assad, guerras para derrocar a Gadafi. Todas fueron puestas en marcha durante los siguientes 20 años. Esas guerras han sido un completo desastre, una debacle para esos países y algo horrible para Estados Unidos, con billones de dólares desperdiciados. Pero era su plan. Ese plan neoconservador está en su apogeo ahora mismo en dos contextos: el contexto de Ucrania y el contexto del estrecho de Taiwán. Y es extraordinariamente peligroso lo que estas personas están haciendo con la política exterior de EE.UU., la cual no es del todo una política democrática. Es una política de un grupo reducido de personas que tiene la idea de que un mundo unipolar basado en hegemonía estadounidense es el camino que tenemos que seguir.
AMY GOODMAN: Jeffrey Sachs, no tenemos mucho más tiempo, pero, ya que esto fue un tema tan importante, Naomi Klein lo criticó fuertemente en su libro “La doctrina del shock”, cuando dijo que usted estaba recomendando terapia de choque. ¿Puede hacer una conexión entre lo que pasó a medida que la economía rusa se estabilizaba, hasta las condiciones que dieron pie a la invasión de Ucrania? Quiero decir, ¿cómo la catástrofe económica que se produjo tras el colapso de la Unión Soviética propició el ascenso de la clase oligárquica y, por supuesto, la presidencia de Vladimir Putin?
JEFFREY SACHS: Sí, durante años he intentado explicarle a Naomi, a quien admiro mucho, que lo que yo estaba recomendando era ayuda financiera, ya fuera para Polonia o la Unión Soviética o Rusia. Estaba absolutamente horrorizado por los engaños y la corrupción y los regalos. Eso lo dije muy explícitamente en aquel entonces y renuncié por ello, tanto porque fracasé al tratar de obtener ayuda de Occidente como porque no me gustaba lo que estaba pasando en absoluto.
Y yo diría que el fracaso de un enfoque ordenado, que fue posible en Polonia pero que no se logró en la antigua Unión Soviética porque no hubo un compromiso constructivo por parte de Occidente, definitivamente jugó un papel en la inestabilidad de la década de 1990 y jugó un papel definitivo en el ascenso de la clase oligárquica. De hecho, yo estuve explicándole a EE.UU. y al FMI y al Banco Mundial en 1994 y 1995 lo que estaba pasando. Pero no les importaba, porque pensaban: “Bueno, eso está bien. Eso es un asunto para Yeltsin, tal vez”, a propósito de los tratos corruptos de su esquema de préstamo por acciones. Habiendo dicho todo eso, era algo…
AMY GOODMAN: Tenemos menos de un minuto.
JEFFREY SACHS: Bien. Habiendo dicho todo eso, creo que es importante decir es que no hay un determinismo lineal, incluso entre tales eventos, que fueron desestabilizadores y muy infortunados e innecesarios, y lo que está sucediendo ahora, porque cuando el presidente Putin llegó al poder no era antieuropeo ni era antiestadounidense. Lo que Putin vio, sin embargo, fue la increíble arrogancia de Estados Unidos, la expansión de la OTAN, las guerras en Irak, la guerra encubierta en Siria, la guerra en Libia, que fue en contra de la resolución de la ONU. Así que nosotros creamos mucho de lo que enfrentamos en este momento gracias a nuestra propia ineptitud y arrogancia. No hubo un determinismo lineal. Fue, paso a paso, la arrogancia de Estados Unidos la que permitió que llegáramos al punto en el que estamos hoy.
AMY GOODMAN: Jeffrey Sachs, economista y director del Centro para el Desarrollo Sostenible de la Universidad de Columbia y presidente de la Red de Soluciones para el Desarrollo Sostenible de la ONU. Sachs se desempeñó como asesor de tres secretarios generales de la ONU. Quiero darle las gracias por acompañarnos desde Austria, donde está asistiendo a una conferencia.
Al regresar, hablaremos con un reportero que ha documentado cómo, durante el último año, Estados Unidos ha aprobado solo 123 solicitudes de “permiso humanitario” para refugiados afganos. En comparación, se han aprobado 68.000 solicitudes de personas ucranianas en los últimos meses. Quédense con nosotros.
Traducido por Iván Hincapié. Editado por Igor Moreno Unanua.