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El martes 14 de marzo un avión no tripulado estadounidense se estrelló en aguas internacionales tras haber sido interceptado sobre el mar Negro por aviones de combate rusos. Según funcionarios estadounidenses, uno de los aviones de combate rusos chocó con el drone MQ-9 Reaper y dañó su hélice, pero Rusia niega esta versión. El incidente, que sucedió a unos 120 kilómetros al suroeste de Crimea, implica un nuevo revés para las relaciones entre estas dos potencias nucleares. Jeremy Scahill, corresponsal sénior del portal periodístico The Intercept, describe el incidente del drone como “un evento incendiario” en la “guerra a través de terceros” que Estados Unidos viene desplegando contra Rusia por su invasión a Ucrania. “Este es un vehículo de guerra y no es necesario que lleve misiles para ser considerado parte de un conjunto de acciones que ubican a Estados Unidos como combatiente en esta guerra”, sostiene Scahill.
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