Esta semana se cumple un año del estallido del devastador conflicto interno en Sudán, que se desencadenó con la ruptura de una frágil alianza entre las Fuerzas Armadas Sudanesas y las Fuerzas de Apoyo Rápido. Inicialmente, la guerra se centró alrededor de Jartum, la capital del país, pero luego se extendió rápidamente a otras regiones, como Darfur, Port Sudan y el estado de Gezira, corazón agrícola de Sudán. A lo largo de este año, el conflicto ha llevado a casi nueve millones de personas a abandonar sus hogares y ha provocado el colapso del sistema de salud del país. En la actualidad, Sudán registra la mayor crisis de hambre y desplazamiento poblacional del mundo. “Esta es esencialmente una guerra entre dos generales”, dice Khalid Mustafa Medani, presidente del Programa de Estudios Africanos de la Universidad McGill. Medani explica por qué las dos partes en conflicto “no tienen absolutamente ninguna legitimidad en la sociedad civil” y cómo la ayuda internacional está siendo utilizada como arma en esta guerra. “A pesar de la gravedad de este conflicto, la única solución posible y lo único que le interesa a la mayoría de los sudaneses, al 99% de la población sudanesa, es la restauración de la democracia civil plena”.
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