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El intento de asesinato a Donald Trump el sábado 13 de julio se está analizando como el mayor fracaso del Servicio Secreto estadounidense desde 1981, cuando un hombre armado le disparó al presidente Ronald Reagan poco más de dos meses después de iniciado su primer mandato. Reagan estuvo hospitalizado durante casi dos semanas por ese ataque en el que también resultaron heridas otras tres personas, entre ellas el secretario de prensa de Reagan, James Brady, quien recibió un disparo en la cabeza y quedó parcialmente paralizado. A partir de ese evento, Brady y su esposa, Sarah, se convirtieron en destacados defensores del control de armas e impulsaron una ley conocida como Ley Brady para la prevención de la violencia con armas de fuego. Brady también se sumó a una organización que impulsaba regulaciones para la posesión de armas, la cual cambió su nombre a Campaña Brady para la prevención de la violencia con armas de fuego y ahora es conocida simplemente como Brady. “Las políticas razonables y adecuadas para prevenir la violencia con armas de fuego salvan vidas”, señala Kris Brown, presidenta de Brady. Brown dice que es fundamental implementar medidas para regular el uso de armas de fuego, lo que implicaría un quiebre con la postura dominante en el Partido Republicano de “armas en todas partes, para cualquiera, en cualquier momento”.
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