Mientras tanto, en la Casa Blanca, el Presidente Obama condenó el derrocamiento de Zelaya.
Obama declaró: “El Presidente Zelaya fue democráticamente electo. Todavía no terminó su mandato. Creemos que el golpe fue ilegal y que Zelaya sigue siendo el Presidente de Honduras, el Presidente democráticamente electo allí. En eso, nos unimos a todos los países de la región, incluidos Colombia y la Organización de Estados Americanos. Creo que sería un precedente terrible que regresáramos a la era en que los golpes militares eran vistos como un medio de transición política, en lugar de las elecciones democráticas”.
A pesar de los comentarios de Obama, Estados Unidos se rehúsa a ejercer presiones tangibles en Honduras. Luego de las declaraciones del Presidente, la Secretaria de Estado Hillary Clinton dijo que Estados Unidos no estaba listo para calificar formalmente de golpe militar al derrocamiento, declaración que obligaría a recortar millones de dólares de ayuda. Clinton también se rehusó a comprometerse explícitamente a trabajar por el retorno del Presidente Zelaya, diciendo únicamente que Estados Unidos quería la restauración de lo que describió como “orden plenamente democrático y constitucional”.