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Después de que el ejército israelí asaltó la flotilla de ayuda a Gaza y mató a nueve de los activistas que estaban a bordo, detuvo a casi todos los demás —700 activistas y periodistas— y los transportó hasta el puerto israelí de Ashdod, donde durante días se les impidió comunicarse con su familia, con la prensa o con abogados. El gobierno israelí confiscó todos los dispositivos de grabación que encontró; dispositivos que contenían casi la totalidad de las pruebas grabadas del ataque. Los israelíes seleccionaron, editaron y publicaron las imágenes que quisieron que el mundo viera. Hablamos con dos periodistas de amplia trayectoria que se encontraban haciendo la cobertura de la Flotilla por la Libertad de Gaza para el periódico australiano Sydney Morning Herald.