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En una acusación de 21 páginas presentada ante un tribunal federal de Nueva York, dos agentes iraníes fueron acusados de planear el asesinato de Adel al-Jubeir, embajador saudita en Estados Unidos. Funcionarios del Departamento de Justicia de EE.UU. afirman que los sospechosos trataron de contratar a miembros de un cártel mexicano de drogas para que asesinaran a al-Jubeir en un atentado con bomba cuando éste estuviera cenando en su restaurante favorito en Washington, DC. El asesino a sueldo era en realidad un informante de la DEA, la Administración para el Control de Drogas de EE.UU. Hablamos con Toby Jones, autor de “Desert Kingdom: How Oil and Water Forged Modern Saudi Arabia” [El reino del desierto: cómo el agua y el petróleo forjaron la Arabia Saudita moderna]. “Sabemos que Estados Unidos tuvo una política irregular en Medio Oriente con respecto a la Primavera Árabe, donde defendió la causa de la democracia, o por lo menos el derrocamiento de la autocracia en lugares como Libia”, afirma Jones. “Mucho menos clara o firme fue su posición con respecto a Bahrein o Arabia Saudita. Y, de muchas maneras, Irán es una parte central de la incertidumbre estadounidense en el Golfo Pérsico. Estados Unidos coincide con Arabia Saudita en que ninguno de los dos quiere que el poder iraní se expanda a esa zona. Por lo tanto, presentar la acusación o hacer que la acusación avance, abriendo el caso en este momento en particular, les da a los estadounidenses una gran cobertura política para proseguir con su línea política actual y fortalecer una posición con respecto a Arabia Saudita y Bahrein en el Golfo que siga poniendo a Irán en el centro de la escena”.