Esta semana, el periodista Barrett Brown pasó su día número 300 en la cárcel luego de una serie de denuncias presentadas en su contra por haber usado en sus artículos información obtenida por el grupo hacker Anonymous sobre operaciones realizadas por empresas de inteligencia privadas. Brown está imputado de 17 delitos, que van desde amenazar a un agente del FBI hasta fraude con tarjeta de crédito por haber puesto en internet un enlace a un documento que contenía datos de tarjetas de crédito robados. Sin embargo, quienes lo apoyan consideran que las acusaciones contra Brown son injustas y se deben a que él se atrevió a investigar el mundo secreto de las empresas de inteligencia privadas y los contratistas militares. Utilizando información obtenida por Anonymous de la empresa HBGary Federal, Brown contribuyó a que se descubra un plan secreto para arruinar la reputación de WikiLeaks y del periodista del periódico The Guardian Glenn Greenwald. Brown también analizó y escribió acerca de los millones de correos electrónicos internos de la compañía de inteligencia Stratfor, filtrados en 2011. Hablamos con Peter Ludlow, profesor de filosofía de la Universidad de Northwestern, que acaba de publicar un artículo titulado “The Strange Case of Barrett Brown” (El extraño caso de Barrett Brown) en la revista The Nation. “Si tenemos en cuenta que la persona que realizó el hackeo a las cuentas de Stratfor tenía varios antecedentes y sólo se enfrenta a un máximo de 10 años de cárcel, la conclusión ineludible es que el problema no es el hackeo en sí mismo, sino el trabajo periodístico de Brown”, argumenta Ludlow. Y añade que en la causa contra Brown se podría estar criminalizando “el mero hecho de hacer un enlace a algo en internet, o compartir un enlace con alguien.”