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Más de 12.000 presos en cárceles de California entraron en el quinto día de huelga de hambre, en protesta contra el aislamiento prolongado, al que le llaman una forma de “tortura indefinida sancionada por el estado”. Otros reclamos son el fin de los severos castigos grupales, la redefinición de la actividad de las pandillas, la mejora de la calidad de la comida y el aumento del acceso a los servicios de salud y educación. Además de rechazar la comida, los más de mil presos también están faltando a clase y no participan en los programas de trabajo en la cárcel. Esta es la tercera gran huelga de hambre de los últimos dos años. El actual ayuno empezó en la cárcel Pelican Bay State Prison y ahora se extendió a dos tercios de las 33 cárceles del estado. Según se informa, los agentes del sistema correccional respondieron con la amenaza de revisar las celdas, someter a los internos a exámenes de salud mental y prohibir las visitas y la correspondencia. “Si bien el aislamiento está en el centro del reclamo, también se trata de muchísimos otras cosas”, sostiene Shane Bauer, periodista que investigó el uso del aislamiento en las cárceles estadounidenses para la revista Mother Jones el año pasado. “Se transformó en una huelga de hambre mucho más extendida. Cada cárcel tiene sus propios reclamos; hay reclamos para que se aumente el salario de 13 centavos a $1 dólar la hora, para que se vuelvan a dictar clases y para que vuelvan muchos de los servicios que se interrumpieron en los últimos años”. Bauer empezó a investigar el aislamiento en Estados Unidos poco después de que lo liberaran de una prisión iraní, luego de 26 meses de detención.
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