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Publicado el 23 de mayo de 2014
Amy Goodman y Denis Moynihan
Este mes, el mundo ha perdido a dos hombres excepcionales, dos afroestadounidenses que ayudaron a forjar la historia moderna, y aún así, dos hombres cuyos nombres y logros continúan siendo casi desconocidos. William Worthy, periodista, falleció a los 92 años de edad. Activista por los derechos civiles, Vincent Harding falleció a los 82. Ambos fueron testigos de algunos de los principales sucesos de la segunda mitad del siglo XX. Dedicaron sus vidas a gritarle verdades al poder, a trabajar por un mundo mejor.
William Worthy comenzó su carrera como periodista trabajando para CBS News y para el periódico Baltimore Afro-American. Informó desde la Unión Soviética y estuvo en Vietnam del Norte. Siendo becario de la Fundación Nieman, de la Universidad de Harvard, ignoró la prohibición impuesta por Estados Unidos de viajar a la China comunista. A consecuencia de ello, el Departamento de Estado se negó a renovarle el pasaporte. Worthy viajó a Cuba tras la revolución y entrevistó a Fidel Castro. A su retorno, se presentaron cargos en su contra por ingresar a Estados Unidos sin pasaporte. Objetó los cargos y finalmente resultó absuelto. William Worthy contó sobre el caso: “La acusación que tuvo lugar en 1962, y que dio origen al caso que se prolongó durante dos años, era, por supuesto, mucho más grave que la pérdida del pasaporte. Sin embargo, por alguna razón que nunca podrán entender ni la ACLU, que me defendió, ni la comunidad jurídica en general, la División de Seguridad Nacional del Departamento de Justicia, que era bastante reaccionaria, me acusó, no de ir a Cuba, sino de volver. Y por lo tanto, fui procesado por el original delito de volver a casa. Y el Quinto Circuito lo revirtió por unanimidad sobre la base de que un ciudadano tiene un derecho inherente, un derecho constitucional inherente, de volver a casa. El gobierno de Kennedy se vio tan avergonzado por este caso que, aunque le División de Seguridad Nacional quería apelar ante la Corte Suprema, Bobby Kennedy, el Fiscal General, se negó. Él y su hermano estaban hartos. Ya habían pasado suficiente vergüenza con este caso”. Su representante legal fue William Kunstler, que en ese entonces era un joven abogado de la Asociación Estadounidense por las Libertades Civiles (ACLU, por sus siglas en inglés). Kunstler dijo posteriormente que la victoria en ese caso lo inspiró para continuar su pionero camino como abogado defensor de los derechos constitucionales.
Acompañado de colegas, Worthy fue a Irán en 1981, después del triunfo de la revolución que derrocó a la monarquía que contaba con apoyo estadounidense, y tras la resolución de la llamada crisis de los rehenes de la Embajada de Estados Unidos. Obtuvo copias de una serie de libros que contenían reproducciones de documentos de la CIA que fueron destruidos al ser invadida la embajada de Estados Unidos, pero que fueron luego cuidadosamente reconstruidos. Los once volúmenes se encontraban ampliamente disponibles en Irán y hasta en Europa, pero estaban estrictamente prohibidos en Estados Unidos. Las copias de Worthy fueron confiscadas del equipaje que despachó, pero las autoridades no notaron las que llevaba en su equipaje de mano. Nuevamente, siguen palabras de William Worthy: “Randy Goodman, Terri Taylor y yo compramos estos libros de bolsillo en varios puestos de revistas. Teníamos dos lotes en total. Cuando volvimos, no por Ottawa, sino por el Aeropuerto Internacional John F. Kennedy de Nueva York, teníamos un lote en nuestro equipaje de mano con el que no tuvimos problema. Los otros ejemplares los despachamos junto a equipo fotográfico, en un equipaje sin acompañamiento con destino a Boston, y allí fue donde la aduana los detectó y se los entregó a la CIA. Esto tuvo como consecuencia que la CIA y el gobierno dijeran que nos iban a acusar por posesión de documentos clasificados. Se trataba de algo público, distribuido en todo el mundo, ya no había nada secreto al respecto. Pero los confiscaron y la ACLU se hizo cargo del caso. Y en un plazo de un año, nos devolvieron los libros, dejaron de decir que presentarían cargos, lo cual, para empezar, había sido ridículo, y se acordó extrajudicialmente el pago de 16.000 dólares por daños y perjuicios”.
Luego de que el periódico The New York Times se negara a publicar la historia de los documentos de la CIA, el periodista de investigación Scott Armstrong, del Washington Post, los publicó en primera plana. Armstrong me dijo: “Había documentos que no se parecían a ningún otro documento que haya visto. Había informes en bruto de la CIA, no sólo estudios que se habían hecho, no sólo cosas publicadas como los Documentos del Pentágono o como los demás documentos sobre políticas divulgados por Snowden, sino que se trataba de informes reales acerca de reuniones con agentes. Algunos de ellos habían sido cuidadosamente reconstruidos por estudiantes a partir de tiras de papel. Se trataba de una extraordinaria mirada sobre la historia del derrocamiento de [Mohammad] Mosaddegh, el Primer Ministro electo democráticamente por el pueblo iraní, la restauración del rey, la participación de la CIA en el asunto y la posterior cooperación que brindó la CIA al SAVAK, la temida policía secreta de Irán. Se incluía allí cada uno de los más íntimos detalles. Estos documentos básicamente sembraban la mentira sobre cada uno de los argumentos expresados en relación a la participación de Estados Unidos en Irán durante un período de 30 o 40 años hasta el momento”.
Vincent Harding era amigo cercano y asesor de Martin Luther King Jr. En una entrevista para Democracy Now!, Harding nos dijo: “King vio la conexión natural que había entre lo que les estaba pasando a los pobres en Estados Unidos [y lo que sucedía fuera]. Entendió que la forma en que los hombres y mujeres jóvenes se revelaban, con enojo, frustración y desesperación, estaba profundamente relacionada con la atención que prestaba el país a la devastación que estaba provocando en Vietnam. King intentaba unir al país, comprender la relación entre el malestar interno y el malestar de sus políticas en el exterior”. El 4 de abril de 1967, un año antes del día de su asesinato, King pronunció un discurso redactado inicialmente por Harding, un discurso que constituía una poderosa declaración contra la guerra de Vietnam. En relación al discurso, Harding dijo: “Siempre hablábamos de lo que significaba intentar encontrar alternativas creativas y pacíficas a la guerra, terrible y pasada de moda como camino para resolver conflictos. En ese mismo momento, él estaba profundamente comprometido con viajar por el país una y otra vez para recaudar fondos para la labor que se desarrollaba en el sur y en el norte. No tenía tiempo de componer el tipo de discurso que quería pronunciar en una ocasión así. Y como conocíamos nuestros mutuos sentimientos, pensamientos, compromisos y convicciones al respecto, me pidió si podía redactar la versión inicial, porque eran convicciones que compartíamos las que se expresarían. Redacté la versión inicial y básicamente, el borrador se convirtió en el discurso, el sermón, el llamado, el grito desde el corazón que King pronunció”.
King dijo aquel día en la Iglesia Riverside de Nueva York: “Nos hemos visto enfrentados muchas veces a la cruel ironía de ver en las pantallas de nuestros televisores a muchachos negros y muchachos blancos que matan y mueren juntos por un país que no ha sido capaz de sentarlos lado a lado en los bancos de las mismas escuelas. Los vemos con despiadada solidaridad quemando chozas de una aldea pobre en el exterior, pero nos damos cuenta de que difícilmente vivirían en un mismo edificio en Chicago. No podría permanecer callado ante tal cruel manipulación de los pobres, ya que he caminado entre esos muchachos jóvenes desesperados, rechazados y furiosos. Les he dicho que los cócteles molotov y los rifles no resolverían sus problemas. He intentado brindarles mi más profunda compasión a la vez que mantengo mi convicción de que el cambio social tendrá lugar más significativamente a través de acciones pacíficas. Pero me preguntan, y con razón, ‘¿Qué pasa con Vietnam?’ Preguntan si nuestro país no utilizó altas dosis de violencia para resolver sus problemas, para provocar los cambios que quería. Sus preguntas llegaron a lo más profundo de mí, y supe que nunca más podría levantar mi voz contra la violencia de los oprimidos en los barrios marginales sin antes haberle hablado claro al mayor generador de violencia que existe hoy en el mundo, mi propio gobierno. Por el bien de esos muchachos, por el bien de este gobierno, por el bien de los cientos de miles que padecen nuestra violencia, no puedo permanecer en silencio”.
Cuando redactó el discurso, Vincent Harding procuró reflejar las cuestiones que durante mucho tiempo preocuparon a King: “En los últimos años de su vida, decía que Estados Unidos tenía que lidiar con lo que él llamaba los tres males: el mal del racismo, el mal del materialismo y el mal del militarismo. Consideraba que los tres estaban muy interconectados entre sí”. Tras la muerte de King, Harding continuó luchando durante décadas contra esos mismos problemas, como primer director del Centro Martin Luther King Jr. (que ahora conocemos como Centro King), y luego como docente de religión y transformación social de la Escuela de Teología Iliff de Denver.
Estos dos hombres, William Worthy y Vincent Harding, presenciaron momentos de inmensa agitación social, revolución, lucha y pérdida. Dedicaron sus vidas al desafío de quienes ostentan el poder y a la búsqueda de la justicia y la igualdad para todos.
© 2014 Amy Goodman
Traducción al español del texto en inglés: Fernanda Gerpe. Edición: María Eva Blotta y Democracy Now! en español, spanish@democracynow.org
Amy Goodman es la conductora de Democracy Now!, un noticiero internacional que se emite diariamente en más de 750 emisoras de radio y televisión en inglés y en más de 400 en español. Es co-autora del libro “Los que luchan contra el sistema: Héroes ordinarios en tiempos extraordinarios en Estados Unidos”, editado por Le Monde Diplomatique Cono Sur.
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