Las últimas cifras de la organización Médicos sin fronteras muestran que el ataque aéreo estadounidense sobre su hospital en la ciudad de Kunduz, Afganistán, a principio de este mes, dejó un saldo de treinta muertos: trece trabajadores, diez pacientes y otros siete que permanecen sin identificar. Otros veintisiete trabajadores más fueron heridos, junto con un número no precisado de pacientes y cuidadores. El bombardeo dejó al centros médico de 94 camas en ruinas y cientos de miles de afganos sin un centro de urgencias quirúrgicas. Médicos sin fronteras acusó a Estados Unidos de “crimen de guerra” y exigió una investigación internacional independiente. Solo tres semanas después, otro hospital de Médicos sin fronteras fue destruido en Yemen, esta vez por la coalición conducida por Arabia Saudí y apoyada por EE.UU., que lleva adelante una guerra desde marzo. Médicos sin fronteras afirma que el ataque dejará a 200 mil personas sin acceso a atención médica. “Estados Unidos fue muy vehemente al condenar los ataques sirios contra hospitales en Siria, sin embargo está apoyando a los saudíes en Yemen, proporcionándoles armamento, como Rusia lo hace en Siria, e ignorando el hecho de que los saudíes están haciendo en Yemen todo lo que el gobierno estadounidense acusa al gobierno sirio de hacer en Siria”, afirma Widney Brown de Médicos por los derechos humanos.