Brasil está atravesando su peor crisis política en más de dos décadas. Los sectores que se oponen a la presidente Dilma Rousseff intentan iniciarle un juicio político por corrupción. Pero Rousseff rechaza lo pedidos de renuncia, al afirmar que el intento de juicio político en su contra es un intento antidemocrático de los sectores de derecha para destituirla. El miércoles, el ex presidente Luiz Inácio Lula da Silva se refirió al pedido de juicio político contra Rousseff como un intento de golpe de Estado. Hablamos con el periodista Glenn Greenwald, ganador del premio Pulitzer. Su artículo “Brazil Is Engulfed by Ruling Class Corruption—and a Dangerous Subversion of Democracy” (Brasil está siendo engullido por la corrupción de la clase dominante y una subversión peligrosa de la democracia) fue publicado en el sitio de noticias The Intercept.
Transcripción
NERMEEN SHAIKH: Comenzamos con Brasil, que enfrenta su peor crisis política en más de dos décadas debido al intento de los opositores a la presidenta brasileña Dilma Rousseff de someterla a un juicio político bajo acusaciones de “crimen de responsabilidad fiscal”. Sin embargo, Rouseff ha rechazado los llamados a que renuncie, manifestando que los procedimientos de la acusación contra ella son un intento antidemocrático de la oposición de derecha por sacarla del poder. El miércoles, el expresidente de Brasil, Luiz Inácio Lula da Silva, tildó el proceso de juicio político contra Rousseff como un intento de golpe de Estado. Lula, quien fue acusado el mes pasado por cargos de corrupción, habló el martes en un evento sindical en São Paulo.
LUIZ INÁCIO LULA DA SILVA: Este ataque contra Dilma es un golpe de Estado. No hay otra palabra para describirlo. Es un golpe de Estado. Y este país no puede aceptar un golpe contra Dilma. Si hay una última cosa que pudiera hacer en mi vida, sería ayudar a Dilma a recuperar el gobierno de este país, con la decencia que merece la sociedad brasileña.
AMY GOODMAN: La semana pasada un juez suspendió el nombramiento de Lula da Silva como miembro del gobierno realizado por la presidenta Rousseff. Rousseff dice que Lula ayudará a fortalecer su gobierno, pero los críticos ven su nombramiento como un intento para protegerlo de los cargos de lavado de dinero que Lula ha calificado como acusaciones motivadas políticamente. El juez que bloqueó el nombramiento de Lula publicó recientemente en las redes sociales fotos de sí mismo participando en una protesta contra el gobierno. Lula y la presidenta Rousseff son miembros del “Partido de los Trabajadores”, de tendencia izquierdista. El martes, Rouseff, la presidenta de Brasil, dijo que bajo ninguna circunstancia iba a renunciar.
DILMA ROUSSEFF: Quienes me piden que renuncie muestran su poca convicción en el juicio político, porque, ante todo, están tratando de llevar a cabo un golpe de Estado en contra de nuestra democracia. Les puedo asegurar que no voy a cooperar con eso. No voy a renunciar, por ningún motivo. … No he cometido ningún delito bajo la constitución y la ley para justificar una interrupción de mi mandato. Condenar a alguien por un crimen que no ha cometido es la mayor agresión que puede cometerse contra cualquier persona. Es una injusticia brutal. Es ilegal. Yo fui víctima de una injusticia similar, durante la dictadura, y luché para nunca más volver a ser una víctima, bajo una democracia.
AMY GOODMAN: En las últimas semanas, masivas protestas en Brasil han pedido la renuncia de la presidenta Rousseff.
MANIFESTANTE: La gente está cansada. La gente no quiere que esta presidenta, ni que el Partido de los Trabajadores, estén en el poder, nunca más, esta banda que sólo se dedica a robar y a encubrir sus actos ilícitos. La gente está cansada. Lula se merece estar en la cárcel. Eso es lo que se merece.
AMY GOODMAN: Nos acompaña Glenn Greenwald, periodista ganador del premio Pulitzer residente en Brasil. Él ha estado cubriendo a fondo lo que está ocurriendo en Brasil para “The Intercept”. Su reciente artículo se titula: “Brasil está siendo engullido por la corrupción de la clase dominante y una subversión peligrosa de la democracia”. En ese artículo, Glenn Greenwald escribe lo siguiente: “Se trata de una campaña para subvertir los resultados democráticos en Brasil orquestada por las facciones adineradas del país que durante mucho tiempo han odiado los resultados de las elecciones democráticas, y que ahora marchan de forma embustera bajo la bandera de la lucha contra la corrupción: algo bastante similar a lo que ocurrió en el golpe de 1964”.
Hablaremos con Glenn Greenwald en un momento sobre los ataques en Bruselas, sobre las elecciones presidenciales que se están celebrando en Estados Unidos y sobre la batalla entre Apple y el gobierno de Estados Unidos al respecto de la criptografía. Pero empezamos con Brasil.
Glenn, se ha puesto muy poca atención en los medios de comunicación dominantes en Estados Unidos a lo que está ocurriendo en Brasil. El presidente Obama está de visita muy cerca, en Argentina, ¿puede contarnos lo que está sucediendo en el país donde usted vive, en Brasil?
GLENN GREENWALD: Es un poco extraño que este nivel extremo de inestabilidad política haya recibido tan poca atención, dado que Brasil es el quinto país más poblado del mundo y la octava economía más grande, y todo lo que allí ocurra tendrá repercusiones para todo tipo de mercados y países, incluyendo Estados Unidos. La situación en Brasil en realidad es bastante complicada, mucho más de lo que la poca atención en los medios en EE.UU. ha sugerido. Los medios en EE.UU. han sugerido que millones de personas se han levantado en contra de un gobierno corrupto, y en cierto modo describe la situación como el enfrentamiento entre un pueblo heroico y un régimen corrupto de izquierda, casi tiránico. Y en muchos sentidos, eso es una simplificación excesiva; en muchos sentidos, es sencillamente incorrecto. Así que voy a explicar un par de puntos claves.
En primer lugar, la corrupción está ampliamente extendida entre la clase política brasileña y las esferas más altas de su clase económica. Esto ha sido así desde hace mucho tiempo. Y lo que ha sucedido es que las instituciones judiciales y policiales en Brasil han madurado. Hay que recordar que Brasil es una democracia muy joven. Salió de la dictadura militar en 1985. Y finalmente estas instituciones han madurado y están aplicando el Estado de derecho. Por primera vez, las élites políticas y económicas están teniendo que rendir cuentas por la severa corrupción política y económica. La corrupción es un fenómeno generalizado en toda facción política influyente en Brasil, incluyendo a todos los partidos políticos, también al Partido de los Trabajadores, el partido de izquierda al que pertenecen Lula y Dilma, la actual presidenta, pero, incluso en mayor medida, en los partidos de la oposición de centro y derecha que están tratando de reemplazar al gobierno. La corrupción es muy real. Recientemente se ha realizado una impresionante investigación judicial que se ha traducido en la detención y el enjuiciamiento de algunos de los personajes más ricos y poderosos del país, algo que nunca se vería en Estados Unidos: multimillonarios encarcelados por soborno, lavado de dinero, evasión fiscal y corrupción, y condenados a muchos años de prisión. Y prácticamente todo opositor político a la presidenta Rousseff está implicado en corrupción, al igual que muchas personas de su partido.
La ironía de esta corrupción generalizada es que la presidenta Rousseff es en realidad la única personalidad importante o uno de los pocos políticos significativos en Brasil que no está implicado en algún tipo de trama corrupta para su enriquecimiento personal. Prácticamente todo el mundo alrededor de ella, incluyendo aquellos que quieren tirar abajo a su gobierno y la acusan de corrupción y la ponen en tela de juicio están implicados en tramas de corrupción para enriquecimiento personal. Ella es una de las únicas personas que no está implicada en ese tipo de cosas.
El problema es que al mismo tiempo que se está realizando esta masiva investigación sobre corrupción, el país está sufriendo una severa recesión económica como resultado de la bajada de los precios del gas, la contracción económica en China y otros factores. Hasta hace muy poco, hasta el 2008 y 2010, la economía de Brasil estaba en auge. El pueblo de ese país, incluyendo a los más pobres, pensó que sus perspectivas iban a mejorar finalmente, que la promesa anunciada por tanto tiempo de que Brasil iba a convertirse en una potencia desarrollada a nivel mundial iba a materializarse finalmente. Millones de personas salieron de la pobreza. Y esta recesión ha revertido todo aquello y ha impuesto nuevamente un gran sufrimiento, sobre todo entre los trabajadores y las clases más bajas de Brasil. Así que hay un gran descontento y rabia hacia la presidenta Rousseff y hacia su Partido de los Trabajadores debido al sufrimiento que la gente está experimentando en Brasil. Así que tenemos esta trama de corrupción y el escándalo y la investigación sobre la corrupción al mismo tiempo que un gran sufrimiento debido a la crisis económica.
En Brasil, hay facciones muy ricas y poderosas que han odiado por largo tiempo a Lula y a Dilma y al izquierdista Partido de los Trabajadores, y que no han sido capaces de derrotarlos en las urnas. El Partido de los Trabajadores ha ganado cuatro elecciones nacionales consecutivas, desde el 2002, cuando Lula fue elegido por primera vez. Por eso, lo que están haciendo es usar sus poderosas instituciones mediáticas, empezando por La red Globo, que es de lejos la institución mediática dominante y la más poderosa de Brasil, y que es administrada, al igual que los demás medios de comunicación importantes de Brasil, por familias muy adineradas que están utilizando el escándalo de la corrupción y utilizando la rabia hacia el gobierno para encolerizar a la gente y, esencialmente, sacar al Partido de los Trabajadores y a la presidenta Dilma Rousseff del poder, porque no pueden hacerlo mediante elecciones. Por eso están tratando de relacionar el escándalo de corrupción con el descontento que la gente siente por la crisis económica. Ese descontento es válido por el escándalo de la corrupción y por la investigación, incluso es válido dirigir ese descontento contra el Partido de los Trabajadores, pero al mismo tiempo lo que se está viendo ahora es, por desgracia, al poder judicial, que hasta ahora ha sido bastante escrupuloso respecto a su necesidad de ser apolítico, y se ha unido con los plutócratas de Brasil para lograr un resultado que en realidad es una subversión a la democracia, que está aprovechando el escándalo para sacar a la presidenta Rousseff del poder a través de un juicio político, a pesar de que no hay motivos legales o válidos para el enjuiciamiento como un medio para sacarla de su cargo.
NERMEEN SHAIKH: Glenn, uno de los puntos que usted manifiesta en su artículo es que, y cito: “La agitación política en Brasil comparte ciertas similitudes con el caos político que Trump dirige en EE.UU.” ¿Podría explicar eso?
GLENN GREENWALD: Lo que quise decir es que en EE.UU. hay agitación política, en el sentido que el orden político se ha volteado en gran medida. Las personas que han estado en control del Partido Republicano, los cuales son en gran parte los intereses financieros han perdido por completo el control de su aparato político. Entregaron enormes cantidades de dinero, en primer lugar a Jeb Bush y luego a Marco Rubio. Y por lo general, esas facciones se salen con la suya, pero en este caso particular no ha sido así. Entonces tenemos a este político independiente que ha rechazado todo tipo de ortodoxia política, rompiendo todas las reglas de la política, y que se está acercando cada vez más a la nominación en el Partido Republicano y, potencialmente, después de eso, a la presidencia de Estados Unidos, y lo ha hecho de una forma que ha desatado todo tipo de inestabilidad y sentimientos muy peligrosos y tenebrosos en Estados Unidos.
En Brasil, la inestabilidad es mucho mayor. Pero como estaba escribiendo para un público estadounidense, trataba de hacerles comprender el nivel de inestabilidad diciendo que, lo que está sucediendo en Brasil es mucho mayor en términos de conflictos comparado con lo que está ocurriendo con la exitosa candidatura de Donald Trump, porque involucra a todas las instituciones políticas y económicas. Lo que se ve es que esta joven democracia de Brasil está siendo amenazada a raíz de este ataque oportunista por parte de los medios de comunicación más ricos del país y las facciones más ricas para anular el resultado de cuatro elecciones democráticas consecutivas al tratar de eliminar a una presidenta elegida democráticamente y que acaba de ser reelegida en 2014, con acusaciones totalmente falsas como pretexto. Y es realmente muy peligroso una vez que empieza este proceso de socavar los fundamentos de la democracia de la manera que se está llevando a cabo en Brasil.
AMY GOODMAN: Es interesante que en estos momentos el presidente Obama esté en Argentina, y fue Adolfo Pérez Esquivel, ganador del Premio Nobel de la Paz, quien dijo le daba la bienvenida a Obama, pero que consideraba que el presidente de Estados Unidos no debería llegar a la Argentina el 24 de marzo, porque ese día, en 1976, hace 40 años, los militares dieron un golpe de Estado. Según grupos de derechos humanos, alrededor de 30.000 personas fueron asesinadas o desaparecidas en ese golpe de Estado que se mantuvo durante siete años más o menos. Esquivel dijo: “Soy un sobreviviente de esa época, de los vuelos de la muerte, de la tortura, de las prisiones, de los exiliados. Y, cuando se analiza la situación en profundidad, Estados Unidos fue el responsable de los golpes de Estado en América Latina”. ¿Qué paralelos ve usted? También cuéntenos de Petrobras, la empresa estatal de petróleo en Brasil, y el papel que juega en todo esto,
GLENN GREENWALD: Uno no puede entender la política de América Latina, en general, y la inestabilidad actual y las dificultades que casi todos los países de América del Sur aún sufren sin hablar del papel central que Estados Unidos ha desempeñado de forma continua durante décadas al tratar de controlar esa parte del hemisferio. En Brasil, como en muchos países, en la década de 1960 tenían un gobierno elegido democráticamente, pero a Estados Unidos no le gustaba porque era un gobierno de izquierda, no era comunista. Pero se dedicó a distribuir la riqueza para el bienestar social, y se opuso a los intereses capitalistas de Estados Unidos y a sus intentos de interferir en Brasil. Los militares brasileños, en 1964, organizaron un golpe que derrocó a ese gobierno elegido democráticamente, y procedió a imponer en Brasil una brutal dictadura militar que sirvió a los intereses de Estados Unidos, que fue aliada de Estados Unidos durante 21 años. Por supuesto, en aquel momento, funcionarios del gobierno de Estados Unidos negaron con vehemencia ante el Congreso y la opinión pública haber jugado ningún papel en ese golpe. Y como ha ocurrido tantas veces en el pasado, años más tarde surgieron documentos que mostraron que no sólo EE.UU. apoyó ese golpe, sino que jugó un papel directo planificando el golpe para luego apoyar la dictadura durante 21 años. Esa dictadura utilizó técnicas de tortura extremas con los disidentes de esa nación, con los ciudadanos brasileños que trataban de socavar aquella dictadura militar de derecha, y entre ellos se encontraba la actual presidenta, Dilma Rousseff, quien en la década de 1970 fue guerrillera y luchó en contra de la dictadura militar apoyada por Estados Unidos. Ella fue detenida y encarcelada sin juicio y luego torturada brutalmente. Los documentos han puesto de manifiesto que eran EE.UU. y el Reino Unido quienes entrenaban a los líderes militares en los mejores métodos de tortura.
Lo que tenemos ahora no es realmente una repetición del golpe de 1964. Sería irresponsable decir que es idéntico a lo que está ocurriendo, porque el juicio político contra Dilma se está llevando a cabo según la constitución, que sí contempla la destitución. Hay un poder judicial independiente que está involucrado en el procedimiento. Pero, al mismo tiempo, si vemos lo que sucedió en 1964 con ese golpe, los medios de comunicación más importantes de Brasil, que también odiaban al gobierno de izquierda porque era contrario a sus intereses oligárquicos, justificaron y apoyaron ese golpe. Ellos lo presentan como algo necesario para arrancar de raíz la corrupción en ese gobierno de izquierda. Eran misma facción de medios de comunicación, como la Red Globo, y las familias que son dueñas de ella, y otros medios de comunicación que aún persisten hasta hoy, ellos eran quienes agitaron en favor del golpe y en última instancia apoyaron la dictadura militar. Hay similitudes en los términos de los procesos antidemocráticos en el trabajo que prevaleció en 1964 y en toda América Latina por tantos años, donde Estados Unidos estaba en el centro de todo.
En cuanto a Petrobras, es la empresa petrolera de propiedad brasileña, y se ha vuelto crucial para el crecimiento económico de Brasil, porque a medida que los precios del petróleo aumentaron y cuando Brasil encontró enormes cantidades de reserva de petróleo se pensó que Petrobras sería el motor del futuro crecimiento económico de Brasil. Y comenzó a ser ahogada, en esencia, con las ganancias. Y el escándalo de corrupción tuvo a Petrobras en el centro porque se trata en gran medida de los sobornos que realizó Petrobras a varias empresas privadas de construcción que iban a ser contratadas para construir varias plataformas y otras infraestructuras para Petrobras para la exploración de petróleo, y les pagaron mucho más de lo que los contratos estipulaban y entonces los dueños de la empresas constructoras recibían los sobornos y también Petrobras y los políticos que controlaban Petrobras. Y eso fue en realidad lo que provocó el escándalo de corrupción, el descubrimiento de un número enorme, estamos hablando de millones y millones de dólares, en comisiones ilegales y sobornos a los políticos, en prácticamente todas las instituciones en Brasil que controlaban Petrobras. Prácticamente nadie se ha librado de eso. Y cuanto más se ha investigado, más personas han terminado involucradas y más corrupción se ha descubierto, hasta el punto donde incluso si se le enjuicia a Dilma, es casi imposible imaginar a alguien que pueda tomar su lugar y que no esté implicado en corrupción también.
AMY GOODMAN: Glenn Greenwald, vamos a una pausa y luego, cuando regresemos, vamos a pasar de Brasil a Bruselas, a los atentados allá y la respuesta de los candidatos presidenciales de Estados Unidos. Estamos hablando con el periodista ganador del premio Pulitzer Glenn Greenwald, cofundador de The Intercept. Y en este segmento vamos a dar el enlace de su artículo “Brasil envuelto en corrupción de la clase dominante y en peligrosa subversión a la democracia “. Enseguida volvemos.
Traducido por Carlos Valdiviezo. Editado por Igor Moreno y Democracy Now! en Español.