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El jueves, los periodistas de Democracy Now! Amy Goodman y Juan González entrevistarán al activista puertorriqueño de larga trayectoria Óscar López Rivera, quien estuvo encarcelado durante 35 años —la mayoría de ese tiempo en régimen de aislamiento— antes de que el presidente Obama conmutara su sentencia en enero y fuera puesto en libertad el 17 de mayo de 2017.
En 1981, López Rivera fue condenado por cargos federales que incluían conspiración sediciosa; es decir, conspiración para oponerse a la autoridad estadounidense sobre Puerto Rico. En 1999, el presidente Bill Clinton conmutó las sentencias de 16 miembros de las Fuerzas Armadas de Liberación Nacional (FALN), pero López Rivera se negó a aceptar el acuerdo porque no incluía a dos compañeros activistas, que han sido puestos en libertad desde entonces.
Tras la liberación de López Rivera, los organizadores del Desfile del Día de Puerto Rico de la ciudad de Nueva York eligieron honrarlo como el primer “Héroe de la liberación nacional” del desfile. La decisión hizo que el jefe de la policía de la ciudad y varios patrocinadores corporativos boicotearan el encuentro.
Como informó González en su columna para el Daily News, “la campaña de boicot fue organizada silenciosamente por un grupo conservador de derecha de Washington, DC, el Media Research Center, que recibe importantes fondos de donantes cercanos al presidente Trump y a Breitbart News”. Finalmente, López Rivera tiene previsto marchar como un simple ciudadano.
A lo largo de los años, uno de los partidarios más acérrimo de López Rivera ha sido el arzobispo Desmond Tutu. El siguiente es un comunicado exclusivo en apoyo de López Rivera que Tutu acaba de publicar en el día de hoy.
Comunicado sobre Óscar López Rivera
Por Desmond M. Tutu, arzobispo emérito y ganador del Premio Nobel de la Paz en 1984.
Iglesia Anglicana de África del Sur
7 de junio de 2017
Los sudafricanos que lucharon durante la época del apartheid se acostumbraron a que nuestro pueblo fuera encarcelado por su trabajo en pro de la libertad y la justicia. Durante décadas, nuestros líderes pasaron sus días en Robben Island y otras tristemente célebres prisiones, acusados por el régimen racista de ser “terroristas”. Incluso después de que Nelson Mandela se convirtiera en nuestro primer presidente democráticamente electo, y fuera amado por nuestro pueblo y por millones de personas en todo el mundo, permaneció en la lista de “viajeros no admisibles” de Estados Unidos durante 14 años, calificado formalmente como terrorista por quienes apoyaron durante años el dominio de la minoría blanca.
Por esa razón, fue fácil unirse al llamado por la libertad del activista puertorriqueño Óscar López Rivera, condenado hace más de tres décadas por el mismo crimen que Mandela: “conspiración sediciosa” (en el caso de Óscar, contra el control colonial estadounidense de su patria). Después de tantas oraciones y peticiones, yo —y muchos de mis colegas del Nobel de la Paz y de la organización The Elders (Los Ancianos) de todos los rincones del mundo— recibimos con gran alegría la decisión del presidente Obama de conmutar la sentencia de Óscar López Rivera, anunciada durante su última semana en el cargo.
Su santidad el papa Francisco; el arzobispo de San Juan, Roberto González Nieves; la Comisión de Descolonización de las Naciones Unidas y los cientos de miles de personas que se unieron a la campaña a favor de la liberación de López Rivera reconocieron que Óscar y sus compatriotas condenaron el uso de la violencia hace ya mucho tiempo, dirigiendo sus esfuerzo a construir la unidad y la paz de los pueblos del Caribe. A pesar de ello, he sabido que los directivos corporativos de varias compañías multinacionales han retirado su apoyo al Desfile Nacional Puertorriqueño porque sus organizadores van a honrar a Óscar como un “Héroe de la Libertad”.
El gran desfile que se celebra en la ciudad Nueva York, y que coincide con la primera visita de Óscar López Rivera a esa ciudad, es una celebración anual y los puertorriqueños deben poder decidir sin intervención externa a quién quieren honrar. Si los sudafricanos y la gente de la diáspora africana hubiéramos permitido que otros determinaran a quiénes íbamos a honrar, Mandela seguiría en la cárcel y habría sido despojado del rango que le dimos, y que él merecía.
Personalmente, me gustaría poder estar con ustedes, pero estoy contento de, al menos, poder unirme con alegría a ustedes diciendo “Bienvenido a casa” a Oscar. Enviamos nuestras oraciones por la paz y el empoderamiento del pueblo puertorriqueño, y de todos aquellos que trabajan por la justicia. Dios los bendiga a todos.
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Traducido y editado por Igor Moreno y Democracy Now! en Español.