En un programa especial dedicado al feriado del 4 de Julio, escuchamos las palabras de Frederick Douglass. Nacido en la esclavitud aproximadamente en el año 1818, Douglass se convirtió en un líder clave del movimiento abolicionista. El 5 de julio de 1852 en Rochester, Nueva York, pronunció uno de sus discursos más famosos, “El significado del 4 de julio para la gente negra”. Hablaba ante la Sociedad Antiesclavista de Damas de Rochester.
Transcripción
Esto es Democracy Now!, democracynow.org, el informativo de la cuarentena. Soy Amy Goodman.
AMY GOODMAN: Hoy, en esta transmisión especial, comenzamos con las palabras de Frederick Douglass. Nacido en la esclavitud hacia el año 1818, Douglass se convirtió en un líder prominente del movimiento abolicionista. El 5 de julio de 1852, en Rochester, Nueva York, Douglass pronunció uno de sus discursos más famosos: “¿Qué es, para el esclavo, el Cuatro de Julio?”. Hablaba ante la Sociedad Antiesclavista de Damas de Rochester. Este es el actor James Earl Jones, leyendo el discurso histórico durante una representación del libro “Voces de la otra historia de Estados Unidos”, que fue editado por Howard Zinn. El difunto gran historiador hizo la introducción de la lectura.
HOWARD ZINN: Frederick Douglass, quien fuera un esclavo, se convirtió en un brillante y poderoso líder del movimiento contra la esclavitud. En 1852, se le pidió que hablara en la celebración del Cuatro de Julio.
FREDERICK DOUGLASS: [leído por James Earl Jones] Compañeros, perdónenme, permítanme preguntar, ¿por qué fui llamado para hablar aquí hoy? ¿Qué tengo que ver yo, o quienes represento, con su independencia nacional? ¿Acaso los grandes principios de libertad política y de justicia natural, encarnados en aquella Declaración de Independencia, nos incluyen a nosotros? ¿Y estoy, por lo tanto, llamado a traer nuestra humilde ofrenda al altar nacional, reconocer los beneficios y expresar devota gratitud por las bendiciones derivadas de su independencia para con nosotros?
¡Yo no estoy incluido dentro de los confines de este glorioso aniversario! Su gran independencia solo revela la inconmensurable distancia entre nosotros. Las bendiciones por las que ustedes hoy se regocijan no son disfrutadas por todos. La rica herencia de justicia, libertad, prosperidad e independencia que sus padres les legaron, es compartida por ustedes, no por mí. La luz del sol, que a ustedes dio vida y sanación, a mí me ha traído azotes y muerte. Este Cuatro de Julio es suyo, no mío. Pueden celebrarlo, yo debo lamentarlo. Arrastrar a un hombre encadenado al gran templo iluminado de la libertad, y pedirle que se uniera a ustedes en himnos de gozo, fue una burla inhumana y una ironía sacrílega. ¿Pretenden acaso, ciudadanos, burlarse de mí al pedirme que hable hoy?
¿Qué es, para el esclavo estadounidense, su Cuatro de Julio? Yo les respondo: es un día que le revela, más que el resto de los días del año, la grave injusticia y la crueldad de las cuales él es una víctima constante. Para él, su celebración es una farsa; su libertad jactanciosa, una licencia impía; su grandeza nacional, una vanidad hinchada; sus sonidos de regocijo son vacíos y despiadados; sus denuncias de tiranos, solo apariencias descaradas e insolentes; sus gritos de libertad e igualdad, burla hueca; sus oraciones e himnos, sus sermones y agradecimientos, con toda su solemnidad y pompa religiosa, son, para él, mera grandilocuencia, fraude, engaño, impiedad e hipocresía, un velo delgado para encubrir crímenes que deshonrarían a una nación de salvajes. No hay una nación en la tierra culpable de prácticas tan escandalosas y sangrientas que el pueblo de los Estados Unidos en este momento.
En tiempos como este, es necesaria la ironía abrasadora, en lugar de un argumento convincente. ¡Oh! Si yo tuviera la habilidad y pudiera llegar al oído de la nación hoy, derramaría un torrente, una sarta ardiente de mordaces burlas, de terribles reproches, de sarcasmo fulminante y severas reprimendas. Pues no es luz lo que se requiere, sino fuego; no es la suave lluvia, sino truenos. Necesitamos la tormenta, el torbellino, el terremoto. Hay que reavivar el sentimiento de la nación; hay que despertar la conciencia de la nación; el decoro de la nación debe ser alterado; la hipocresía de la nación debe ser expuesta; y los crímenes contra Dios y el hombre, deben ser proclamados y condenados.
AMY GOODMAN: James Earl Jones, leyendo las palabras de Frederick Douglass.
Traducido por Gabriela Barzallo. Editado por Iván Hincapié.