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En todo el mundo crece la indignación frente al anuncio del Gobierno de Biden sobre el suministro de municiones de racimo a Ucrania como parte de un nuevo paquete de asistencia militar y envío de armamento. Al activarse, estas bombas propagan unas “minibombas” en un área extensa y suelen provocar muertes en la población civil, tanto por el impacto inicial como por los segmentos que quedan en el suelo sin explotar y se disparan posteriormente. Su uso está prohibido por la Convención sobre Municiones en Racimo, un tratado internacional firmado por 123 países entre los que no se encuentra Estados Unidos, Rusia ni Ucrania. Un reciente informe de Human Rights Watch documenta las muertes y lesiones provocadas por municiones de racimo en la población civil ucraniana, incluso por bombas lanzadas por las propias fuerzas ucranianas. Hablamos el tema con Mary Wareham, directora de incidencia de la división de armas de Human Rights Watch, quien califica la decisión del Gobierno de Biden como “espantosa”. También conversamos con el escritor y activista Norman Solomon, autor del libro “War Made Invisible: How America Hides the Human Toll of Its Military Machine” (Invisibilizar la guerra: cómo Estados Unidos oculta el costo humano de su máquina militar). Solomon sostiene que la hipocresía militar estadounidense expresa “una disposición a sacrificar seres humanos y derechos humanos en nombre de [sus] intereses estratégicos”.
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