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En la ciudad de Dearborn, Michigan, cuya población es mayoritariamente áraboestadounidense, Donald Trump venció a Kamala Harris por más de seis puntos porcentuales y la candidata del Partido Verde, Jill Stein, obtuvo casi una quinta parte de los votos. En las elecciones primarias, la mayor parte del electorado demócrata de Dearborn eligió la opción del voto “no comprometido” para expresar su apoyo al partido pero no a Joe Biden, quien entonces era el presunto candidato presidencial demócrata. Este voto “no comprometido” fue motivado por la desaprobación de la respuesta del presidente a la ofensiva israelí en Medio Oriente. Luego, a lo largo de toda la campaña de Harris, los sectores identificados con el voto “no comprometido” continuaron presionando para que Harris cambiara su postura hacia Israel, pero fueron repetidamente ignorados. La dirigencia demócrata “hizo sus cálculos y estimó que no necesitaba al electorado de origen árabe, musulmán ni palestino”, señala la activista palestinoestadounidense Linda Sarsour, que estuvo en Dearborn en la noche de las elecciones. Sarsour analiza el fracaso de la campaña de Harris para asegurarse el apoyo de este sector clave de la base demócrata que ya había demostrado ser crucial. “Estaremos en grandes problemas y responsabilizo por ello únicamente al Partido Demócrata y a una de las peores campañas que he visto en mis 23 años de activismo”.
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