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Dennis Banks, el legendario activista indígena estadounidense y cofundador del Movimiento Indígena Estadounidense (AIM) estuvo en la ciudad de Nueva York este fin de semana, para participar como asesor legal en el Tribunal Russell sobre Palestina. El tribunal Russell es un tribunal popular internacional creado en 2009 para llamar la atención sobre la responsabilidad que tienen otros países por las violaciones de las leyes internacionales que lleva adelante Israel. Banks sostiene que “Lo que les está pasando [a los palestinos] es lo que nosotros sufrimos durante el último siglo. Desafortunadamente, es la misma gente [la que respalda esto]: es el gobierno estadounidense el que canaliza dinero a Israel que luego se usa para hacer daño a los palestinos”.
Transcripción
AMY GOODMAN: Estamos de gira en Durango, Colorado, en la Universidad Fort Lewis, donde se gradúan más estadounidenses de ascendencia indígena que en cualquier otra universidad del país que ofrezca carreras de cuatro años. Soy Amy Goodman. Ahora conectamos con New York donde se encuentra Dennis Banks, un legendario activista estadounidense de ascendencia indígena, de la tribu de ojibwa. En 1968, fue el cofundador del Movimiento Indígena Estadounidense (AIM). Un año más tarde participó en la ocupación de la Isla de Alcatraz en California. En 1972, colaboró con “La ruta de los tratados incumplidos”, una marcha de numerosos grupos de activistas de todo Estados Unidos que cruzó el país con destino a Washington, DC, para protestar contra la difícil situación de los indígenas estadounidenses. Ese mismo año, tomaron la Oficina de Asuntos Indígenas en Washington, DC. A comienzos de 1973, los miembros de AIM tomaron y ocuparon el pueblo de Wounded Knee, ubicado en la reserva indígena Pine Ridge, durante 71 días. A principios de este año, dirigió una marcha a través del país desde Alcatraz hasta Washington, para pedir la liberación del activista estadounidense de ascendencia indígena Leonard Peltier, que está en la cárcel hace 35 años.
Desde New York, Dennis Banks se comunica con nosotros. Este fin de semana, Banks se desempeñó como asesor legal en el Tribunal Russell sobre Palestina. Ya llegaremos a eso en un momento. Hoy en EE.UU. es un feriado nacional conocido como Día de Cristóbal Colón, que para otros se llama Día de los Pueblos Indígenas. Dennis Banks ¿puedes compartir con nosotros su experiencia como indígena en este país?
DENNIS BANKS: Antes que nada, estuve mirando su programa esta mañana, en el que se veían esos jóvenes de la universidad, y quisiera decir que me alegra ver que los jóvenes se ponen de pie y se expresan. Ahora que tengo casi 80 años, siento que puedo sentarme y jubilarme mientras digo “Miren, nuestros jóvenes están asumiendo la responsabilidad”. Eso es fantástico. Eso es lo que me gusta ver. Me han impresionado gratamente los estudiantes que estuvieron esta mañana en su programa.
Pero iba a decir, ¿seguimos hablando del Día de Cristóbal Colón? Han pasado cuatro años desde que hablé con usted, Amy. Eso fue cuando la histórica marcha conocida como “The Longest Walk” (La camina más larga) llegó a Washington, D.C. Y ahora no quiero hablar —deberíamos hablar más— de Colón, pero sí de este día. En Dakota del Sur, estado que pensé sería el último lugar donde se adoptaría este día como un día de los indígenas, sin embargo avanzaron y proclamaron este día como el Día de los Pueblos Indígenas. Es una ocasión para la observación, la celebración, teniendo en cuenta las contribuciones que han hecho los indígenas, no sólo en Dakota del Sur y Minnesota, sino en todo el país. Eso es lo que debería celebrarse hoy.
No quiero reflexionar sobre el explorador perdido. Hay ciudades que llevan su nombre, como Custer, en Dakota del Sur, un hombre que se empeñó en matar a los nativos. Pero la gente honra ese tipo de delincuentes. Por mi parte, quiero ver las cosas más positivas, eso es bueno. Me alegra lo que usted está haciendo hoy y que se encuentre en Fort Lewis. He hablado anteriormente allá dos o tres veces.
AMY GOODMAN: Dennis Banks, para la gente que no está al tanto de las escuelas pupilas donde fueron enviados los nativos durante años, ¿puede contar su experiencia? ¿Dónde vivía? ¿Dónde lo enviaron? ¿Cómo fue crecer en ese tipo de escuelas?
DENNIS BANKS: Estuve en el internado durante una etapa en la que el castigo era muy severo si uno trataba de escapar. Esto fue a comienzos de los años 40. Me enviaron a un internado cuando tenía cuatro años de edad, me alejaron de mis padres y mis abuelos, con quienes pasaba la mayor parte del tiempo, me alejaron abruptamente y me pusieron en un internado a casi 500 km de distancia de mi hogar. Las golpizas comenzaron inmediatamente, el programa de “desindigenización”. Fue una experiencia terrible con la que el Estado estadounidense estaba experimentando. Estaban tratando de destruir la cultura y la persona, destruir lo propio de los indígenas y solo salvar al ser humano, matar al indígena, salvar al hombre. Esa es la descripción de lo que fue esa política.
AMY GOODMAN: ¿El Estado estaba a cargo de esas escuelas?
DENNIS BANKS: El Estado estadounidense pagaba y por supuesto estaba a cargo de la administración de muchas de esas escuelas, pero también delegaba un montón a los cristianos, a las comunidades cristianas. Los católicos, episcopales, luteranos y metodistas también tenían algunas escuelas. Es decir que hubo una gran complicidad entre las iglesias y el Estado para tratar el problema indígena. Para resolver el problema indígena trataban de cambiar lo que éramos.
AMY GOODMAN: Dennis, ¿dónde vivía? ¿A qué escuela lo mandaron?
DENNIS BANKS: Vivía en la Reserva Indígena Leech Lake donde nací, en el norte de Minnesota. Y me enviaron a un internado a casi 500 km de distancia, en la región suroeste de Minnesota, a un lugar llamado Pipestone Indian School. Estuve allí seis años.
AMY GOODMAN: ¿Cómo se comunicaba con su familia? ¿Con qué frecuencia podía verlos? ¿Hablaba con ellos?
DENNIS BANKS: Nunca. Nunca. Ellos cortaban toda comunicación con los padres, incluso las cartas, que encontré años más tarde. Estuve allí seis años sin ningún tipo de comunicación con mis familiares. Hasta que finalmente nos permitieron ir a casa por seis años. Por supuesto, no podíamos hablar el mismo lenguaje, solo sabíamos hablar inglés y eso es de lo que estaban hablando esos jóvenes.
Había castigos muy severos por intentar escapar de ese sistema. Yo me escapé. Y seguí escapando casi una vez por semana. Ellos me atrapaban, me traían de vuelta, me golpeaban. Fue terrible. Había otros tipos de castigos por los que teníamos que pasar, también. Todavía hoy recuerdo esa experiencia. Tengo un amigo desde hace 70 años y juntos recordamos aquellos días.
Nos mantuvimos unidos. Mucha gente se mantuvo unida. Estar unidos fue lo único que nos salvó a muchos de nosotros de consecuencias terribles del habla. Pero seguían golpeándome, oprimiéndome y entonces comencé a aprender inglés y comencé a aprender quiénes habían sido los presidentes. Empecé a aprender ese tipo de cosas.
Luego ellos me dejaron ir a casa por 30 días. Luego de seis años. Y le pregunté a mi madre “¿por qué nunca me escribiste?” y ella me respondió “Lo hice”. Pero nunca, jamás cuestioné más que eso. Después me enviaron a otra escuela similar en Dakota del Norte, a más de 300 km de distancia. Estuve allí tres años más. De nuevo lo mismo, solo inglés y castigos físicos. Después fui a casa otros 30 días y le pregunté a mi madre “¿Por qué nunca me escribiste?” y ella de nuevo me dice “Lo hice, lo hice”. Luego fui enviado a otro internado muy lejos en Dakota del Sur, a 650 km de distancia. Yo seguí escapando de esas escuelas, hasta que finalmente pude escapar de la última y llegar a mi casa.
Lo que quería decir, Amy, es que esto no sólo le ocurrió a la gente de Dakota del Norte, Dakota del Sur y Minnesota, sino en todo el país; miles y miles de jóvenes estudiantes, estudiantes nativos, fueron sacados de sus hogares, muchos fueron llevados por la fuerza, en algunos casos la situación económica permitía que eso ocurriera. Pero, siempre estaba presente la idea de alejarlos, poner distancia de los padres, separarlos de sus familiares durante largos períodos de tiempo; eso fue lo que hicieron conmigo. Y de repente, perdí la relación familiar con mi madre. Perdí ese sentimiento materno, porque pensé que me había abandonado.
Y recién hace casi tres años, cuando mi hija estaba haciendo un documental sobre Dennis Banks y fue al archivo federal de Kansas City, encontró los registros. Ella me llamó y me dijo “Papá lo encontramos”, “Papa encontramos tus registros escolares”. Yo le pedí que los trajera y cuando lo hizo, empecé a mirarlos. Y ella dice “Papá también encontramos algo más”. Me entrega una caja de zapatos. La abro y había cartas, un montón de cartas de mi madre. Comencé a abrirlas y leerlas. La segunda incluía una nota para el supervisor de la escuela que decía “Aquí tiene cinco dólares; por favor envié a mi hijo de vuelta a casa conmigo”. No pude terminar de leerlas todas, porque me desgarraba por dentro, así que fui hasta la tumba de mi madre. Ella falleció. Yo fui a su entierro, pero no tuve emociones en aquel momento. Así que esta vez cuando fui con las cartas, me llevé una silla. Estuve sentado frente a su tumba leyendo las cartas y recién ahí supe que ella me había amado.
Lo que quiero decir es que ahora, incluso en este preciso momento, lo puedo sentir, es muy difícil, es muy duro contar esta experiencia a la gente. Pero la cuento de todos modos. Cuento lo que pasó porque fue terrible, una experiencia terrible. Sin embargo fracasó, y fracasó miserablemente. Porque hoy en día todavía sé un poco del idioma, no sé todo el idioma. Conozco muchas canciones que se me vienen a la mente. Pero en cuanto al idioma, cuando empiezas y quieres decir algo, luego te acuerdas de las golpizas y esas cosas. Así que es terrible, fue terrible.
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Traducido por Alejandra Burgos; Edición: Gabriela Díaz Cortez y Democracy Now! en español, spanish@democracynow.org