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Mientras los medios masivos de comunicación conmemoran la vida de George H.W. Bush, analizamos el impacto duradero de la invasión a Irak en 1991 y la campaña de propaganda que la impulsó. Si bien la Guerra del Golfo técnicamente finalizó en febrero de 1991, la guerra de Estados Unidos contra Irak continuaría por décadas, primero en la forma de sanciones devastadoras y luego, a partir de 2003, con la invasión lanzada por George W. Bush. Miles de soldados y contratistas militares estadounidenses continúan en Irak actualmente. Un aspecto ampliamente olvidado de la guerra iniciada por Bush sénior es la extensa propaganda difundida dentro de Estados Unidos antes de la invasión. Para conocer más sobre el tema, vea nuestra conversación con el periodista John Rick MacArthur, con quien analizamos cómo los medios masivos estadounidenses contribuyeron a instalar socialmente la guerra contra Irak. MacArthur es presidente y editor de la revista Harper’s y autor del libro “Second Front: Censorship and Propaganda in the 1991 Gulf War” (Segundo frente: Censura y propaganda en la Guerra del Golfo de 1991).
Transcripción
AMY GOODMAN: Esto es Democracy Now! democracynow.org, el Informativo de guerra y paz, somos Amy Goodman y Juan González.
JUAN GONZÁLEZ: Estados Unidos declaró un día de luto nacional por la muerte del expresidente George H.W. Bush, que falleció el viernes 30 de noviembre, a los 90 años de edad. Hoy, 5 de diciembre de 2018, las oficinas del Correo y otras agencias federales están cerradas por el funeral de Bush, que tendrá lugar en la catedral nacional de Washington. Los expresidentes Barack Obama, Bill Clinton, Jimmy Carter y George W. Bush, hijo del fallecido Bush, asistirán al servicio al igual que el presidente Donald Trump, quien no fue invitado a hablar en el acto. El exgobernador de Florida Jeb Bush explicó el motivo por el cual el presidente Trump no hablará en la ceremonia: “Sucede que se da una circunstancia única aquí. Mi hermano fue presidente. Tiene derecho de prioridad, como se suele decir”. Un segundo funeral se llevará a cabo el jueves en Houston, donde George H.W. Bush será enterrado. Aquí, mientras tanto, seguimos analizando el legado del 41º presidente de Estados Unidos. Bush ocupó la Oficina Oval durante un solo período, pero las consecuencias de su invasión a Irak en 1991 se sienten hasta el día de hoy. Si bien técnicamente la Guerra del Golfo finalizó en febrero de 1991, la guerra de Estados Unidos contra Irak continuaría durante décadas, primero en forma de devastadoras sanciones y luego, a partir de 2003, con la invasión lanzada por el hijo de George H.W. Bush, George W. Bush. Miles de soldados y contratistas militares estadounidenses continúan actualmente en Irak.
AMY GOODMAN: Vamos a adentrarnos ahora en un aspecto ampliamente olvidado de la guerra iniciada por Bush en Irak: la inmensa campaña de propaganda que se realizó en Estados Unidos antes de la invasión. El punto de partida fue la historia de una joven kuwaití llamada Nayirah. El 10 de octubre de 1990, esta joven de 15 años presentó un fascinante testimonio ante el Congreso estadounidense sobre los horrores vividos en Kuwait tras la invasión iraquí.
NAYIRAH AL-SABAH: Señor presidente y miembros del comité, mi nombre es Nayirah y acabo de salir de Kuwait. […] Mi hermana recorrió el desierto con mi sobrino de cinco días de edad en busca de un lugar seguro. No se podía conseguir leche para el bebé en Kuwait. A duras penas lograron salir cuando su auto quedó atrapado en las arenas del desierto y recibieron ayuda desde Arabia Saudí. Yo decidí quedarme porque quería hacer algo por mi país. La segunda semana después de la invasión me ofrecí como voluntaria en el hospital Al-Adan, junto con otras 12 mujeres que también querían ayudar. Yo era la voluntaria más joven. Las otras mujeres tenían entre 20 y 30 años. Estando allí, vi a los soldados iraquíes entrar al hospital con sus armas de fuego, sacar a los bebés de las incubadoras, llevarse las incubadoras y dejar a los bebés morir en el frío suelo. Fue horrible. No podía dejar de pensar en mi sobrino.
JUAN GONZÁLEZ: El testimonio de Nayirah fue retransmitido en todo Estados Unidos y significó un punto de inflexión en la opinión pública respecto al apoyo a la guerra. El presidente George H.W. Bush citó repetidamente este testimonio.
PRESIDENTE GEORGE H.W. BUSH: Había bebés en incubadoras y fueron sacados de las incubadoras, como una forma de destruir sistemáticamente a Kuwait.
AMY GOODMAN: Tres meses después del testimonio de Nayirah, el presidente George H.W. Bush lanzó la invasión de Irak. Pero resultó que las declaraciones de Nayirah no eran ciertas. Ningún grupo de derechos humanos o medio de comunicación pudo confirmar lo que ella dijo. También resultó que Nayirah no era una adolescente kuwaití cualquiera. Era la hija del embajador de Kuwait en Estados Unidos, Saud Nasser al-Sabah, y había sido entrenada por la empresa de relaciones públicas Hill & Knowlton, contratada por el gobierno de Kuwait. Nos acompaña ahora el periodista que dio a conocer públicamente la identidad de Nayirah, Rick MacArthur, presidente y editor de Harper’s Magazine, autor del libro: “Second Front: Censorship and Propaganda in the 1991 Gulf War” (El segundo frente: Censura y propaganda en la Guerra del Golfo de 1991). Y bueno, como decíamos, este fue un momento clave. Ahí tenemos a esta adolescente, esta niña, diciendo que había sido testigo de cómo los soldados iraquíes invadieron Kuwait y sacaron a los bebés de las incubadoras. Pero cuando dio su testimonio solo se la llamó por su nombre de pila, Nayirah, no se mencionó su nombre completo, Nayirah al-Sabah, algo que nos hubiera indicado que era la hija del embajador de Kuwait en EE.UU., que también testificó en esa misma audiencia.
JOHN R. MacARTHUR: Así es. Era todo parte del plan de propaganda. Se dijo que se mantenía su anonimato para protegerla y proteger a su familia de posibles represalias en Kuwait. Esa fue la versión que se contó oficialmente. Y claramente, nadie se molestó en intentar averiguar quién era realmente. Todo el mundo se tragó el anzuelo, con sedal y todo, aunque ya en ese momento hubo un par de investigadores de derechos humanos que empezaron a desconfiar. Yo me puse a indagar, ya después de la guerra, lamentablemente, y pude enterarme de lo que realmente había pasado, que fue que Hill & Knowlton la seleccionó como testigo convincente para contar esta atrocidad. Todo fue parte de una campaña para convertir a Saddam Hussein, al menos en el imaginario público, en Adolf Hitler. La idea era que no podrían venderle a la gente la Guerra del Golfo sin esto. En otras palabras, tuvieron que hacer trampa para ganar. Y eso es lo que me llama la atención de las elegías para George Bush. Ahora se lo presenta como un ejemplo de respetabildad e integridad de un sector ”WASP” (blanco, protestante, anglosajón) de la vieja escuela, cuando en realidad tenía un lado violento, un lado colérico, violento y despiadado. Y cuando lo vemos haciendo propaganda, utilizando la desinformación de Hill & Knowlton, vemos un lado bastante desagradable de este político. Y todavía hay… como dijo Juan, todavía estamos viviendo las consecuencias de haber ubicado tropas en Arabia Saudí, porque, a fin de cuentas, eso es lo finalmente activó a bin Laden.
JUAN GONZÁLEZ: Rick, la mayoría de la gente… ha pasado más de un cuarto de siglo y la mayoría de la gente ya no recuerda el clima social que se vivía en ese entonces. Pero había una importante oposición pública a que Estados Unidos invadiera Irak como forma de hacer retroceder la invasión de este país a Kuwait, y en el Congreso, los votos a favor y en contra para aprobar la acción militar estaban muy parejos, ¿cierto? Así que un testimonio como ese fue crucial.
JOHN R. MacARTHUR: Exactamente. Hay que recordar que en 1990, 1991, solo habían pasado… ¿cuántos? quince años desde la guerra de Vietnam. Y todavía había una sensación muy fea sobre el tema en el país, que en el Congreso estaba representada por senadores como John Kerry, en cuanto a que habíamos sido engañados para meternos en Vietnam, que había sido una guerra no declarada y que no íbamos a permitir otro engaño así, con otra guerra mentirosa, o basada en un pretexto falso. Así que estaba claro que Bush iba a tener que conseguir la autorización del Congreso para invadir… para liberar a Kuwait. Y bueno, la votación iba a ser muy ajustada. Terminó siendo 52 a 47. Hubiera sido 52 a 48 si Alan Cranston, senador por California, hubiera viajado a Washington para votar. Cranston dijo que hubiera ido a votar si el resultado era más ajustado. En ese momento estaba atravesando un tratamiento con quimioterapia en California. Y fue claro que, bueno, varios representantes y senadores citaron la atrocidad de las incubadoras de bebés, que era un dato falso ya que es algo que nunca sucedió, como motivo para votar a favor de la resolución que dio lugar a la Guerra del Golfo. En otras palabras, lo que dijeron fue: “Podríamos encontrar otras formas de sacar a Saddam Hussein de Kuwait, como sanciones económicas o negociaciones”. La sensación era que el conflicto era por el petróleo, que no se trataba de una cuestión de principios, aunque Bush lo planteara como una cuestión de derecho internacional. Pero finalmente esta gente dijo: “Si Saddam Hussein es realmente Hitler, si es realmente capaz de tener un ejército que comete masacres”… Y se llegó a hablar de cientos de bebés cuando Amnistía Internacional validó la historia.
AMY GOODMAN: Eso es…
JUAN GONZÁLEZ: Sí, recuerdo la portada…
JOHN R. MacARTHUR: La historia se fue inflando, se fue haciendo más y más grande.
AMY GOODMAN: Eso es muy importante…
JOHN R. MacARTHUR: Sí.
AMY GOODMAN: …el papel que jugó Amnistía Internacional.
JOHN R. MacARTHUR: Así es.
JUAN GONZÁLEZ: Así es.
AMY GOODMAN: No fue solo Nayirah.
JOHN R. MacARTHUR: No fue solo Nayirah. Human Rights Watch se tragó la historia. Aunque oficialmente se mantuvo neutral. Pero Amnistía Internacional de hecho dio la cifra de más de 300 bebés. En los hospitales de la ciudad de Kuwait no llegaba a haber tantas incubadoras. Ahora bien, volviendo sobre lo ocurrido vemos lo mal que actuaron los medios y la prensa en todo esto al no hacer preguntas.
JUAN GONZÁLEZ: Bueno, recuerdo que mi periódico, el New York Daily News, publicó un titular en primera plana que decía: “¡Mataron bebés!”
JOHN R. MacARTHUR: Sí, sí, sí.
JUAN GONZÁLEZ: O sea, los medios aceptaron esta historia sin cuestionamientos…
JOHN R. MacARTHUR: Claro.
JUAN GONZÁLEZ: …sin verificar para nada lo que se decía.
JOHN R. MacARTHUR: Y si Saddam Hussein es un asesino de bebés, bueno, desde un punto de vista racional la gente puede tener diferentes opiniones sobre cómo hacer cumplir las leyes internacionales o cómo evitar que un país invada otros países, pero asesinar bebés ya sobrepasa todos los límites. Y después de la guerra, no fui solo yo el que investigó esto. John Martin hizo un muy buen reportaje. Fue a todos los hospitales…
AMY GOODMAN: Para la cadena ABC.
JOHN R. MacARTHUR: Sí, para ABC News. Él hizo lo que un periodista debe hacer, aunque desafortunadamente demasiado tarde: entrevistó al personal de los hospitales, a los médicos. Hizo un trabajo muy completo. Nadie pudo mencionar una sola ocasión en la que soldados iraquíes hubieran arrancado bebés de las incubadoras y los hubieran asesinado. Hubo bebés muertos por negligencias y por el bombardeo estadounidense a Kuwait e Irak, ya que muchos empleados de los hospitales huyeron. Hubo víctimas. Hubo bebés que murieron, pero no por ser sacados de las incubadoras. Eso nunca sucedió.
JUAN GONZÁLEZ: Y creo que esto fue, como tú señalas, el lanzamiento de una nueva campaña… o un refuerzo en la intensidad de las campañas de propaganda de nuestro gobierno para tratar de justificar la guerra.
JOHN R. MacARTHUR: Así es. Y esto es algo que no ha sido analizado lo suficiente. Insisto, quedó instalada esta imagen de integridad y respetabilidad ”WASP” (blanca, protestante, anglosajona) de George Bush. Y bueno, también es el padre de George W. Bush, que fue incluso más allá con su campaña de propaganda para la guerra, anunciando un programa de Saddam para desarrollar una bomba atómica que nunca existió, o al menos no en el momento en que se dijo que estaba sucediendo. Quizás pudo haber tenido ambiciones de este tipo en algún momento, pero ciertamente no hubo un programa para desarrollar bombas atómicas en 2002 y 2003. Pero ahora ya nos hemos acostumbrado a debatir si debemos o no ir a una guerra en base a “fake news” —disculpen si estoy citando a Donald Trump— pero es tal la información falsa que ya no sabemos cómo discutir estos temas. Y el poder de declarar la guerra ya no está en manos del pueblo, casi se podría decir que ya no está en manos del Congreso. Es bastante… alguien me dijo en algún momento “¿Por qué Bush siquiera se molestó en pedir permiso al Congreso para invadir Irak en 1991?” Bueno, en aquel entonces, nuestro país todavía era gobernado con más apego a la Constitución. Y estaba el amargo recuerdo del Incidente del golfo de Tonkín y la guerra de Vietnam, el hecho de que fuimos a una guerra no declarada, en base a falsos pretextos.
AMY GOODMAN: Estamos hablando con Rick MacArthur, editor de Harper’s Magazine, autor de “Second Front: Censorship and Propaganda in the 1991 Gulf War” (Segundo frente: Censura y propaganda en la Guerra del Golfo de 1991). Tu libro comienza… el primer capítulo se llama “Cutting the Deal” (Cerrar el trato). Y empiezas citando una frase de Earl Shorris que dice: “Hay hombres a quienes les complace dar órdenes y hay hombres a quienes les complace recibir órdenes”. Realmente ahí se ve el comienzo del proceso del “periodismo incorporado” a la perspectiva oficial.
JOHN R. MacARTHUR: Así es.
AMY GOODMAN: Y cuéntanos acerca de esta reunión tan inusual que relatas, de una mañana agosto de 1990, ocho días después de que las fuerzas iraquíes invadieran Kuwait, donde los cuatro… bueno, los que en ese momento eran -el panorama mediático es tan diferente ahora— los cuatro editores en jefe en Washington de las principales cadenas de televisión de Estados Unidos. ¿Con quién fue que se reunieron?
JOHN R. MacARTHUR: Bueno, fueron a la casa del príncipe Bandar, el operador político de Arabia Saudí en Estados Unidos. Era como el mayordomo que se encargaba de todo lo que pasara en relación con Arabia Saudí en Estados Unidos. Y era la persona a quien los medios acudían a pedir favores, a quien se le pedía ayuda, porque la Casa Blanca y el Pentágono habían decidido, desde el principio, que esto no iba a ser como Vietnam, en el sentido de no volver a permitir que los periodistas entraran donde quisieran, tomaran fotos de cadáveres, de edificios en llamas o helicópteros estrellándose. No permitir… porque había una idea… había una mirada revisionista que decía que EE.UU. perdió la guerra de Vietnam porque la gente estadounidense se había desmoralizado por todas las malas noticias que llegaban a través de los noticieros de la cadena CBS. Así que no se iba a permitir que eso volviera a suceder.
Y se tomó la decisión de agrupar a los periodistas y establecer criterios de censura. En otras palabras, se les enviaría al periodismo en grupos de cinco personas al frente de batalla, dondequiera que el Pentágono decidiera que era el frente de batalla ese día. Allí, en teoría, podrían tomar fotos y describir lo que estaba sucediendo, pero el informe iba a tener que ser compartido entre todos los medios presentes, no habría competencia, y sería examinado por los censores del Pentágono. Así que, obviamente, la gente estadounidense no vio nada en los medios. A los periodistas no se les permitió ver nada. Y fue un poco cómico, al final, ver a cientos de periodistas en Dhahran, que es donde estaba el centro de prensa, reciclando informes censurados del frente de guerra que no mostraban nada. Hubo dos o tres periodistas que hicieron un honorable trabajo, como Chris Hedges, Bob Simon de CBS, que se salieron del perímetro permitido, por así decirlo, y pudieron ver un poco más, pero fueron excepciones. Susan Sachs de Newsday también intentó hacer un buen trabajo.
AMY GOODMAN: ¿Y no es que fueron a la casa del embajador saudí enviados por el gobierno de Bush, aunque el Gobierno de Bush estaba enviando soldados a Arabia Saudí? Para que la prensa pudiera obtener permisos…
JOHN R. MacARTHUR: Sí, así es.
AMY GOODMAN: …dijeron: “Tienen que pedir permiso a Arabia Saudí”.
JOHN R. MacARTHUR: Bueno, esa era una forma de negociar con los saudíes para obtener favores. Pero seguía siendo el Pentágono quien decidía quién iba, dónde y cuándo. Pero la idea que circulaba en las cadenas de televisión era tratar de conseguir que el príncipe Bandar hiciera algo… hiciera algunos favores, allanara un poco el camino y pudiera usar su influencia en el gobierno de Bush para obtener un mejor acceso a la cobertura de la guerra que la competencia. Y esto nos trae de nuevo al presente. O sea, estamos en contubernio con Arabia Saudí desde hace ya un buen tiempo. Y la idea de que los medios de Estados Unidos estén pidiendo favores a un príncipe saudí, bueno, no es una imagen muy agradable. Y también expresa la hipocresía de los medios estadounidenses, tanto en aquel entonces como en la actualidad, con respecto a la Primera Enmienda constitucional. O sea, un grupo de medios y periodistas demandamos al Pentágono, como Sydney Schanberg, The Nation y Harper’s Magazine. Llevamos a juicio al Pentágono por esto, y perdimos. Por este mecanismo de censura. Pero en la mayor parte de los medios y periodistas, como Katharine Graham, Sulzberger, los directivos de las cadenas de noticias, no hicieron nada. Todo eso está en mi libro también. Allí pueden ver lo que dijeron al respecto.
AMY GOODMAN: Estamos hablando con Rick MacArthur, editor de Harper’s Magazine, autor de “Second Front: Censorship and Propaganda in the 1991 Gulf War” (El segundo frente: Censura y propaganda en la Guerra del Golfo de 1991). Estaremos de vuelta con él en un minuto.
[pausa]
AMY GOODMAN: Escuchábamos “Combat Rock” de Sleater-Kinney. Agradecemos a las y los estudiantes del Marymount College que están visitando nuestro programa. Esto es Democracy Now! democracynow.org, El Informativo de Guerra y Paz. Somos Amy Goodman y Juan González. Seguimos analizando el legado del presidente George H.W. Bush con respecto a la guerra, en particular la guerra de Irak. ¿Juan?
JUAN GONZÁLEZ: Bueno, Rick, quería preguntarte, continuando con lo que estábamos hablando, sobre cómo muchos de los grandes medios de comunicación aceptaron acatar los protocolos de censura del Pentágono durante la guerra. Irónicamente, esta fue la primera guerra televisada en vivo. Y cuando recordamos las fotos de los bombarderos atacando distintas partes de Irak y Kuwait, bueno, se ve la ironía de tener por un lado, esa censura y control sobre la prensa y por el otro, una guerra televisada, que hizo que el pueblo estadounidense se hiciera una idea de lo que eran las bombas guiadas desplegadas por Estados Unidos contra las fuerzas iraquíes.
JOHN R. MacARTHUR: Así es. Estrictamente hablando, no fue la primera guerra televisada. Se podría decir que Vietnam fue la primera guerra televisada. Pero…
JUAN GONZÁLEZ: En vivo. Transmitida en vivo por televisión.
JOHN R. MacARTHUR: Pero guerra televisada en vivo, sí, incluyendo las largas conferencias de prensa, si es que se las puede llamar así, dirigidas por Norman Schwarzkopf, el comandante general de las fuerzas aliadas, nombre con que se las promocionaba, que resultó ser brillante en el manejo de las relaciones públicas. Y lo que él comprendió fue que era mejor informar a los periodistas a través de una conferencia de prensa, pasando al mismo tiempo imágenes, de ser posible —algunas eran en tiempo real y otras eran grabaciones de video— que mostraban lo que presuntamente estaba haciendo el ejército, antes de que nadie pudiera verificarlo. Entonces, con gran inteligencia… o sea, suena muy a la vieja usanza. Él había hecho instalar un televisor en la sala de prensa de Dhahran que mostraba cómo presuntamente las bombas o misiles guiados impactaban siempre en el blanco, para dar a la gente… generar en la gente la sensación de que el ejército estadounidense era invencible.
AMY GOODMAN: Escuchemos al comandante del ejército de Estados Unidos a cargo del ataque a Irak, de quien estabas hablando.
JOHN R. MacARTHUR: Dale, claro.
AMY GOODMAN: El general Norman Schwarzkopf. En una conferencia de prensa el 31 de enero de 1991, explica cómo hace Estados Unidos para destruir los misiles Scud de Irak.
GEN. NORMAN SCHWARZKOPF: Anoche en el oeste de Irak, también atacamos y destruimos tres misiles Scud TEL con aviones de caza F-15, y siento que anoche evitamos un ataque con misiles contra Israel. Ahora, ciertamente, no puedo asegurar que no habrá más lanzamientos de misiles Scud. Nunca se puede garantizar eso. Pero puedo decir con bastante seguridad que cada vez es mayor nuestra habilidad para encontrarlos, y creo que esta grabación muestra muy bien nuestra habilidad para encontrarlos y destruirlos.
AMY GOODMAN: Ese era Norman Schwarzkopf, el general Norman Schwarzkopf.
JOHN R. MacARTHUR: Así es. Y de hecho, el día anterior habían mostrado imágenes de la Fuerza Aérea de Estados Unidos presuntamente destruyendo dispositivos móviles para el lanzamiento de misiles Scud. Porque en ese momento había una gran preocupación social y mucho miedo de que Irak atacara Israel. De hecho, lograron lanzar un par de misiles Scud a través de las barreras de defensa en Israel. Así que EE.UU. tenía que mostrar resultados. Tenían que mostrar que estaban eliminando los lanzadores de misiles Scud. Así que afirmaron haber eliminado 11 lanzamisiles. Después de la guerra, Scott Ritter y Mark Crispin Miller hicieron buen periodismo de investigación y refutaron eso, encontraron que no se había destruido ningún lanzador de misiles Scud. Ningún lanzador móvil de misiles Scud.
Pero el punto es que en ese momento, ante las imágenes en tiempo real que se les mostraban, la prensa, los medios de comunicación, no podían cuestionar nada de la versión oficial. Aquí está el video. Aquí están los generales con sus punteros. ¿Quién lo iba a cuestionar? No había nadie en el territorio, no había periodistas en el campo de batalla que pudieran verificar o contradecir esa versión. Incluso en las circunstancias de mayor libertad de prensa, no es fácil en tiempos de guerra, confirmar o refutar lo que dice el gobierno. Pero en esta guerra era directamente imposible. Así que la gente estadounidense recibía la imagen de una una guerra limpia, una guerra aséptica, donde cada ataque daba en el blanco previsto.
Una importante estadística a tener en cuenta es que el 93% de la carga explosiva utilizada para atacar Irak y Kuwait en la Guerra del Golfo fue a través de bombas convencionales no guiadas, la mayoría de ellas de la época de los bombarderos B-52 de Vietnam. Solo el 7% de la carga utilizada en los bombardeos fue utilizada en misiles guiados por láser, que es de lo que se estaba hablando en la conferencia de prensa recién citada. Así que es…
JUAN GONZÁLEZ: Entonces, es posible decir que fue durante el mandato de Bush…
JOHN R. MacARTHUR: Sí.
JUAN GONZÁLEZ: O sea, que en el mandato de George Herbert Walker Bush, el Gobierno de Estados Unidos perfeccionó el control propagandístico sobre la cobertura mediática de la guerra.
JOHN R. MacARTHUR: Sí. Y no fue nada nuevo. En otras palabras, si analizamos la Primera Guerra Mundial, ahí ya circulaba la noticia de que los alemanes habían atacado con bayonetas a bebés belgas. O sea, se trata de un viejo truco de propaganda. Es decir, el tema la matanza de bebés se había utilizado antes. Pero en lo que se refiere a la sofisticación técnica y la capacidad de usar la tecnología de la comunicación más avanzada para alterar el funcionamiento democrático, manipular a la gente y hacerla sentir bien con respecto a la guerra, ahí Schwarzkopf desde el Mando Central de EE.UU., Pete Williams desde el Pentágono y el poder ejecutivo del presidente Bush hicieron algo revolucionario.
AMY GOODMAN: Nos quedan 30 segundos de programa, ¿puedes hacernos un comentario final con respecto a las reseñas que están publicando hoy los medios sobre la vida del presidente George H.W. Bush?
JOHN R. MacARTHUR: Bueno, estoy horrorizado. Ayer hubo una columna en el periódico The Wall Street Journal escrita por William McGurn con el título: “George Bush’s Wonderful Life” (La maravillosa vida de George Bush), que literalmente compara a Bush con el personaje George Bailey de la película “¡Qué bello es vivir!”, lo cual es una locura porque George Bailey es de alguna manera un populista que se opone al poder del Sr. Potter, a su banco y a otras instancias de poder. Pero George Bush no fue un amante de la paz. Nunca olvidaré a George McGovern, que fue piloto de un bombardero en la Segunda Guerra Mundial…
AMY GOODMAN: Nos quedan solo 15 segundos.
JOHN R. MacARTHUR: …George McGovern me dijo: “Bueno, la mayoría de nosotros cuando volvimos de la Segunda Guerra Mundial… la mayoría de quienes regresamos de la Segunda Guerra Mundial sentimos que había sido demasiado. Pero para Bush no fue demasiado, no le alcanzó con toda esa violencia”.
AMY GOODMAN: Aquí finaliza nuestro programa. Rick MacArthur es editor de Harper’s Magazine y autor del libro del libro “Second Front” (El Segundo Frente).
Reportaje traducido por Pamela Subizar. Editado por Verónica Gelman y Democracy Now! en Español.