La pandemia de coronavirus desata una crisis mundial de salud mental con millones de personas que se sienten solas, ansiosas y deprimidas

Reportaje14 de mayo de 2020
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¿La pandemia de coronavirus está generando un pico de enfermedades mentales? Millones de personas tienen que lidiar con el aislamiento, la pobreza y la ansiedad. La Organización de Naciones Unidas convoca a los Gobiernos a poner la salud mental “en el centro de sus prioridades” al tomar medidas para responder a la crisis actual.

Para ampliar esta información, estuvimos conversando con Andrew Solomon, profesor de psicología y escritor.

Transcripción
Esta transcripción es un borrador que puede estar sujeto a cambios.

AMY GOODMAN: Esto es Democracy Now!, democracynow.org, el informativo de la cuarentena. Soy Amy Goodman, desde la ciudad de Nueva York, el epicentro de la pandemia, junto con mi coanfitriona, Nermeen Shaikh, quien nos acompaña desde su casa para prevenir la propagación comunitaria, también aquí en la ciudad de Nueva York. Hola Nermeen.

NERMEEN SHAIKH: Buenos días, Amy. Un cordial saludo a nuestros oyentes y espectadores en todo el país y alrededor del mundo.

AMY GOODMAN: Bueno, hoy Naciones Unidas advirtió que la pandemia del coronavirus está generando una crisis de salud mental, mientras millones enfrentan aislamiento, pobreza y ansiedad. La violencia doméstica está aumentando. Trabajadores de salud reportan una creciente necesidad de apoyo psicológico.

La directora del Departamento de Salud Mental de la Organización Mundial de la Salud, Dévora Kestel, instó a los Gobiernos a poner el tema en el primer plano de su respuesta ante la crisis.

DÉVORA KESTEL: Ya hemos visto en el pasado que casos similares de crisis económica han aumentado el número de personas con problemas de salud mental, elevando las tasas de suicidio, por ejemplo, debido al estado de su salud mental o al abuso de sustancias. Tenemos, por ejemplo, algunas encuestas que se realizaron a nivel nacional en algunos países que mostraron un aumento del sentimiento de angustia en el 35% de la población encuestada en China, el 60% en Irán, el 45% en Estados Unidos… Hay algunas encuestas que se realizaron en Canadá, en donde el 47% de los trabajadores de la salud reportaron la necesidad de recibir apoyo psicológico. Un 47%, casi la mitad de ellos. En China, tenemos cifras diferentes: para la depresión, 50%; ansiedad, 45%; insomnio, 34%. Pakistán también, 36% de diferentes síntomas de angustia. Así que los números están ahí, pero sabemos que son solo preliminares.

AMY GOODMAN: Aquí en Estados Unidos, millones de personas dicen que el coronavirus está deteriorando su salud mental. Más de una cuarta parte de los estadounidenses encuestados por la Fundación Kaiser Family dicen que han sufrido un “enorme impacto”. Una línea directa federal de emergencia para personas con angustia emocional registró un aumento de más del 1.000% en abril en comparación con la misma época del año pasado. Las llamadas a las líneas de prevención del suicidio han aumentado masivamente.

Para conocer más sobre los efectos psicológicos de la pandemia, el aislamiento y la crisis económica, producto del confinamiento global, nos acompaña Andrew Solomon, profesor de Psicología Clínica de la Universidad de Columbia, galardonado autor de varios libros sobre enfermedad mental, entre ellos su fuertemente aclamada autobiografía El demonio de la depresión: un atlas de la enfermedad. Su libro superventas Lejos del árbol: historias de padres e hijos que han aprendido a quererse, fue galardonado con el premio del Círculo Nacional de Críticos Literarios en la categoría de no ficción. Recientemente publicó una columna en The New York Times titulada Cuando la pandemia nos deja solos, ansiosos y deprimidos, y un artículo para The Guardian: Para quienes tenemos depresión, el coronavirus es una doble crisis.

Andrew Solomon, bienvenido a Democracy Now! Estamos encantados de tenerle aquí. ¿Podría comenzar hablando acerca de esta doble crisis que la gente está experimentando, no solo en Estados Unidos, sino en todo el mundo?

ANDREW SOLOMON: Gracias, es un placer estar aquí. Tras escuchar los titulares, que usted leyó hace un momento, sería difícil no entrar en crisis de una u otra forma.

Cuando hablo de una doble crisis, me refiero a dos problemas: uno de ellos es que todos tenemos miedo del virus en sí, como si el ángel de la muerte nos estuviera esperando al otro lado de la puerta. Como si las personas que conocemos estuvieran muriendo. Muchos de nosotros estamos entrando en algún tipo de crisis económica. Hay demasiadas circunstancias adversas que están específicamente relacionadas con el virus.

Y el otro aspecto de la crisis es que la respuesta al virus es principalmente quedarse en casa con un grupo muy limitado de personas, o en soledad, y el aislamiento está cobrando un precio terrible. Los seres humanos son animales sociales. Y cuando se les confina a un grupo muy reducido de personas, lo cual puede ser estresante, o a la soledad total, se generan consecuencias adversas adicionales para la salud mental.

NERMEEN SHAIKH: Andrew Solomon, usted ha mencionado el hecho de que, a medida que esta crisis de salud mental se extiende en Estados Unidos, ciertas personas tienen menos acceso a servicios de atención médica: las comunidades pobres en Estados Unidos. ¿Podría explicar la causa? Esto sucede a medida que muchos centros comunitarios locales de salud mental están enfrentando grandes presiones financieras, por lo que deben recurrir a hacer recortes en programas destinados a ayudar a las personas en sus comunidades.

ANDREW SOLOMON: Absolutamente. En general, las personas con menos privilegios económicos tienen menos probabilidades de recibir un diagnóstico sobre su salud mental o recibir tratamiento, y esto se debe a que la base para diagnosticar la depresión es a menudo que te sientes realmente mal a pesar de tener una vida bastante placentera. Y si tienes una vida que no es para nada placentera, y te sientes muy mal todo el tiempo, es poco probable que reconozcas que lo que sientes puede ser el resultado o un síntoma de una enfermedad mental, y en su lugar pensarás que simplemente se debe a las circunstancias de tu vida.

Pero incluso para las personas más pobres que pueden obtener un diagnóstico, la falta de acceso a servicios de salud mental sigue siendo alarmante en Estados Unidos. Hace varios años aprobaron una Ley de Paridad en la Salud Mental, la cual está llena de vacíos legales. Algo así como un queso suizo lleno de agujeros. Y las personas que no tienen un seguro de salud decente y que no tienen acceso a los llamados médicos de más alta calidad ni a hospitales universitarios, entre otros, es probable que en la mayoría de los casos, no puedan recibir un tratamiento. En algunos casos pueden llamar a las líneas de asistencia directa. Pueden obtener respuestas en pequeñas proporciones. Pero no van a recibir el tipo de tratamiento estable y personalizado que les permita separarse de su enfermedad mental y emerger con mejores capacidades para lidiar con los desafíos que enfrentan en el mundo, y que son bastante serios.

NERMEEN SHAIKH: Andrew, ¿podría hablar, en este contexto, sobre los efectos de la crisis económica en la salud mental? Durante la crisis financiera de 2008, un estudio halló que por cada punto porcentual de aumento en la tasa de desempleo, hubo un aumento del 1,6% en la tasa de suicidios. Y ahora estamos viendo decenas de millones, casi 30 millones de personas desempleadas en Estados Unidos, el cual, por cierto, ya tiene tasas muy altas de suicidio. Las tasas de suicidio en todo el mundo generalmente han estado disminuyendo, pero en EE.UU. han estado aumentando constantemente desde 1999.

ANDREW SOLOMON: Sí. La tasa de suicidios es alarmante, y sigue siendo sorprendentemente alta en los Estados Unidos.

En cuanto a la crisis financiera, es difícil de por sí hacer frente a los dos componentes principales que afectan a todos: el temor a enfermarse o perder a las personas que aman y el problema de lidiar con el aislamiento. Pero cuando a esas dos dificultades ya existentes le agregas el colapso financiero y la ruina, estás en una situación realmente desesperada.

Y obviamente hay un gran número de personas que no tienen idea de si van a poder alimentarse durante un período de tiempo más largo. No todos los trabajos que se han perdido van a ser recuperados en el momento en que se reanude la economía. Y la reapertura económica será un proceso muy problemático y turbulento. Usted habló un poco sobre esto en los titulares.

Hay una gran cantidad de personas que no solo se enfrentan a los temores indescriptibles que vienen con el virus o a la pérdida de seres queridos, sino que también están ante una carencia de recursos y ante la posibilidad de vivir en condiciones que no les permitan costearse nada de nuevo. Y, por supuesto, no tenemos una red de seguridad social en Estados Unidos. Esa es una de las razones por las cuáles la crisis financiera generó tantos problemas y tasas tan altas de depresión e incluso de suicidio.

Y es importante subrayar que, en relación con el suicidio, hay una tendencia a pensar que la salud física es el problema más urgente ahora y que la salud mental es una especie de lujo. Pero en realidad hay muchas personas que, debido a su débil estado de saludo mental, serán propensas a vivir en un estado de desesperación que puede continuar incrementándose o a cometer actos de suicidio. Ya he escuchado casos de personas, quienes ya tenían algún grado de enfermedad mental y quienes encontraron el aislamiento tan difícil y el miedo tan abrumador que en efecto terminaron quitándose la vida. Por lo tanto, esa creciente tasa de suicidios refleja una realidad muy cruda. Y para las personas que también se enfrentan a una ruina financiera la tentación del suicidio es algo terriblemente cercano.

AMY GOODMAN: Usted ha escrito: “Cuando todos los demás experimentan depresión y ansiedad, las verdaderas enfermedades mentales de naturaleza clínica pueden ser olvidadas”. ¿Puede explicar a qué se refiere? Y siguiendo su punto sobre el suicidio, hablemos de lo que se puede hacer ahora. ¿Cuáles son sus sugerencias? ¿Qué le aconseja a las personas?

ANDREW SOLOMON: Bueno, yo diría que hay esencialmente cuatro respuestas ante la situación actual. Algunas personas son muy fuertes emocionalmente y parecen ser capaces de manejar la situación con relativa soltura. Algunas personas están teniendo un poco más de problemas y requieren lo que yo llamo “primeros auxilios psiquiátricos”. Necesitan regular su alimentación. Necesitan regular su sueño. No necesitan convertirse en adictos a las noticias las 24 horas del día. Necesitan, de muchas otras maneras, moderar sus hábitos.

Luego hay personas que nunca han padecido una enfermedad mental, cuya salud mental se está deteriorando en este momento debido a las experiencias que tienen. Entonces, tenemos que analizar la parte más complicada: ¿cómo diferenciamos la ansiedad y la angustia racional de una condición clínica? Esta línea puede ser muy borrosa y varía de persona a persona.

Y finalmente, tenemos a las personas que ya padecían enfermedades mentales, quienes ahora están desarrollando lo que he llamado, y muchos clínicos llaman, una doble depresión, en la que condiciones subyacentes de depresión y ansiedad han empeorado repentinamente hasta llegar a una crisis total, al punto en que muchas personas están contemplando el suicidio, muchas personas no pueden funcionar normalmente, y hasta llegar al punto en que aquellos que han perdido sus trabajos no están en condiciones de realizar los trámites necesarios para obtener las prestaciones que puedan requerir. Esas son personas que padecen enfermedades mentales muy serias y problemáticas.

En cuanto a las recomendaciones, lo más importante es saber que la depresión es, por un lado, un problema terrible y abrumador, y, por otro lado, un problema bastante tratable. Así que, si tienes acceso a recibir atención médica para tu salud mental, deberías hacer uso de eso. Y deberías entender que no es un fracaso, no significa que hayas llegado al colapso extremo, y no significa que no puedas lidiar con el estrés como lo hacen otras personas. Si estás sufriendo y padeciendo angustia y tienes dolor, hay tratamientos disponibles, los cuales deberías aprovechar.

Pero esto nos lleva de vuelta a nuestro punto anterior: hay personas que están en una buena posición para enfrentar los desafíos de las enfermedades mentales y pueden ir a un buen hospital universitario, encontrar un buen médico, tomar medicamentos y recibir tratamiento de psicoterapia. Pero hay muchísimas personas para quienes esas oportunidades parecen indisponibles, y la imposibilidad de tener acceso a ellas, aún para personas que en teoría deberían recibir algún tipo de atención, es completamente abrumadora. Así que debemos hacer todo lo posible por tratar de ayudar a esa población.

NERMEEN SHAIKH: Andrew Solomon, una razón por la cual las personas no recurren a servicios de salud mental, incluso cuando lo necesitan, es que todavía hay un enorme estigma ligado a los transtornos mentales. Usted mencionó anteriormente que la atención médica de la salud mental es vista como un lujo y la salud física tiene prevalencia sobre la salud mental, a pesar, obviamente, del efecto a menudo letal de las enfermedades mentales. ¿Podría hablarnos sobre el estigma asociado a las enfermedades mentales? Y también, de hecho, algunos profesionales médicos han dicho que esta pandemia, debido a que está generando una angustia mental tan extendida, tal vez pueda reducir el estigma asociado a los problemas de salud mental. ¿Su opinión al respecto?

ANDREW SOLOMON: Bueno, si reducimos el estigma asociado a las enfermedades mentales, ese sería el elusivo rayo de luz en esta nube negra en la que nos encontramos en este momento. Y tengo muchas esperanzas de que eso pueda suceder. Las estadísticas que ustedes presentaron al inicio del segmento, en las que un 40% de los estadounidenses ahora están reportando problemas de salud mental, son una muestra de ello. Si el 40% de los estadounidenses están experimentando esto, es difícil que siga siendo un tema estigmatizado como sucedía cuando el porcentaje era más bajo. Pero el porcentaje siempre ha sido más alto de lo que la gente cree. Y a veces he llamado a la depresión el secreto familiar que todos tienen.

He encontrado, a lo largo de los años desde que empecé a especializarme en la depresión, personas que me dicen: “¿No tienes la impresión de que hay gente que se ríe de ti a tus espaldas? ¿No te preocupa el escrutinio al que te expusiste al momento de escribir sobre tu propia experiencia con la depresión?” Y mi experiencia casi universal es que todos me dicen: “He estado muy preocupado por mi esposa. Ella está pasando por un momento muy difícil” o “Mi hermano hizo esto o lo otro” o “Yo mismo he estado en tratamiento, pero no estoy seguro de estar recibiendo el tratamiento adecuado”. Esto es más común de lo que pensamos y afecta a toda la población y a la sociedad en general.

En muchos países se han tomado medidas reales para enfrentar esta situación. Incluso en China, país al que no consideramos progresista en temas de salud mental, cuando apareció el virus en Wuhan, el Gobierno movilizó un gran número de profesionales de la salud mental a la ciudad para tratar de ayudar a las personas a superar esa prueba y ese trauma.

En Estados Unidos le dimos más importancia al cierre de las escuelas y a todas estas otras cosas, que son sumamente importantes, pero sin que el Gobierno federal le prestase atención en absoluto a la crisis de salud mental. Y creo que eso es algo que refuerza el estigma. Si tuviéramos un presidente que fuera capaz de decirle al país: “Esto está afectando casi a toda la población, de una forma u otra, directa o indirectamente.Es una crisis absoluta, que requiere atención y acción inmediata”, tal vez el estigma se evaporaría relativamente rápido debido al gran número de personas afectadas. En la medida en que el Gobierno continúe ignorando este problema, a pesar de que algunos Gobiernos estatales están adoptando medidas, creo que el estigma permanecerá y que la gente tendrá una sensación de fracaso.

Pero a menudo le digo a la gente: “En primer lugar, debes buscar tratamiento, porque si no lo haces, tu condición podría empeorar y podrías terminar quitándote la vida. Pero por otro lado, debes recibir tratamiento porque ahora tienes 37 años y nunca volverás a tener 37 años. Y si llegas al próximo año sintiéndote terriblemente deprimido, vas a tener que pasar años y años tratando de sortear las secuelas de ese episodio depresivo y tener una depresión que podría ser recurrente. Te habrás perdido el año cuando tenías 37 y cuando realmente necesitabas contar con recursos para lidiar con el aislamiento y para enfrentar la pérdida de tus seres queridos y para hacer frente a la crisis financiera. Y no podemos permitirnos el no estar lo más fuertes y en las mejores condiciones posibles cuando enfrentamos estos problemas que son muy reales e inmediatos”.

AMY GOODMAN: Estamos hablando con Andrew Solomon, profesor de Psicología Clínica de la Universidad de Columbia, autor galardonado del libro Lejos del árbol: historias de padres e hijos que han aprendido a quererse, en un momento, vamos a hablar con él sobre los niños y cómo manejan esta pandemia, y también su libro El demonio de la depresión: un atlas de la enfermedad.

Quería preguntarle sobre la doctora que se quitó la vida en abril, una prominente médica de emergencias, quien trató a pacientes con coronavirus en Nueva York. La Dra. Lorna Breen era la directora médica del departamento de emergencias del Hospital NewYork-Presbyterian Allen, pero estaba quedando con su familia en Virginia en el momento de su muerte. Ella misma había contraído el coronavirus y tuvo que abandonar su puesto para recuperarse de la enfermedad. Su familia culpa a su trabajo por su muerte. En una entrevista, su papá dijo que ella había descrito escenas desgarradoras del hospital y añadió: “Asegúrense de que sea elogiada como una heroína, porque lo fue”. Ese era su padre, el Dr. Philip Breen, quien agregó: “Ella es una víctima tanto como cualquiera que haya muerto”.

Andrew Solomon, ¿puede reflexionar sobre su muerte y sobre la presión que los profesionales de la salud están enfrentando en este momento? Usted se ha referido a esto, diciendo: “Estamos acostumbrados a tratar con personas enfermas y ver cosas terribles”, hablando de médicos y enfermeras, “pero lo que es devastador de la COVID es el gran volumen. Es como beber de un hidrante venenoso”.

ANDREW SOLOMON: Creo que lo primero que debo decir es que ella era una heroína y que todos deberíamos admirarla mucho por ser alguien que estaba dispuesta a trabajar duro en este campo, en el que, relativamente hablando, todavía no hay suficiente reconocimiento, y por ser alguien que estaba dispuesta a ponerse al frente de batalla hasta que llegó a ese punto de desesperación.

Pero, obviamente, la desesperación misma es catastrófica y aterradora. Los profesionales de la salud mental están bajo presión. Los profesionales de la salud física están viendo morir a los pacientes. Quienes se dedican a la práctica médica, en general, lo hacen porque quieren ayudar a las personas, ayudarlas a que se mejoren. Pero luego llega este gran número de pacientes por quienes no se puede hacer prácticamente nada. Y en lugar de poder ayudarlos a mejorarse, hay una especie de esfuerzo vago por proveer cualquier clase de cuidado paliativo mientras los ves morir ante tus ojos para luego meterlos en grandes camiones con sistema de refrigeración. El estrés es enorme.

Destacaría que también hay mucho estrés para personas como trabajadores de supermercados. Hay mucho estrés para las personas que están en cualquiera de las áreas en las que hay un mayor riesgo de exposición. Y el estrés es en parte vulnerabilidad a la enfermedad. También quisiera hablar sobre otro aspecto del cual no hemos hablado hasta ahora, y es que realmente no entendemos muy bien el pleno funcionamiento del coronavirus. Hay personas que han estado muriendo de derrames cerebrales que parecen estar relacionados con el coronavirus. Yo diría que hay una posibilidad de que el virus también afecte, al menos en algunas personas, la salud mental, por el hecho de tener un efecto directo y orgánico en el cerebro.

Es un buen gesto que todos abran sus ventanas y golpeen ollas y sartenes en reconocimiento a los trabajadores de la salud en Nueva York y en muchas otras ciudades de todo el país. Es importante que esas personas sean reconocidas. Pero reconocerlos no elimina la desesperación que se siente al enfrentarse a algo que se ha extendido tanto y que no tiene tratamiento.

NERMEEN SHAIKH: Andrew, muchas personas han advertido que al igual que los hospitales estaban completamente desbordados al comienzo de esta pandemia, el sector de la salud mental se verá afectado de igual manera por la inminente crisis de problemas mentales. ¿Podría hablar sobre los niveles de atención a los que pueden acceder diferentes comunidades en EE.UU., y cuáles son algunas de las dificultades que se presentan en el acceso a servicios de salud mental, incluso para aquellos que quieren buscar ayuda y que tienen seguro, que están en lugares donde el cuidado de la salud mental es fácilmente aceptable, pero aún así no pueden pagarlo o tener acceso a él?

ANDREW SOLOMON: Bueno, hay muchos aspectos relacionados con el problema de la salud mental en Estados Unidos que existían antes de que llegáramos a esta pandemia. Y ahora, por supuesto, todos parecen ser aun peores.

No tenemos suficientes personas en el campo de la salud mental. Las personas que trabajan en esta área de la salud a menudo trabajan con aseguradoras que prácticamente requieren que vean a cinco o seis pacientes por hora. No puedes entender cuáles son los problemas de salud mental de alguien en 10 minutos, mucho menos determinar las pautas apropiadas para un tratamiento. Hay muchas personas que llegan a las citas diciendo que tienen un problema de salud mental, el doctor les da un medicamento y los envía a casa con él sin ningún otro tipo de conversación. Si la razón por la cual tu salud mental se ha deteriorado hasta este punto es la ansiedad de estar encerrado y la soledad y el miedo a la enfermedad y muchas otras razones, entonces necesitas poder interactuar e intercambiar puntos de vista sobre esos temores y tener a alguien que pueda ayudarte a entender cuáles constituyen una reacción neurótica, cuáles un trastorno mental grave y cuáles son una respuesta razonable a lo que está pasando en específico.

El problema se debe, en parte, a la falta de personal suficiente en esta profesión y, por otro lado, a que es difícil acceder a los profesionales en esta área, incluso si se está en una posición en la que el seguro lo cubre. Además, las personas deben tener la capacidad de autodiagnosticarse y estar dispuestas, a pesar del estigma del que hablamos hace un momento, a buscar ayuda y decir: “Tengo un grave problema de salud mental, y quiero saber cómo puedo mejorar”. Hacer esa afirmación ya es muy difícil. Y, por supuesto, están todas las personas que, incluso si pudieran hacer esa afirmación, no pueden acceder a servicios de salud mental en absoluto debido a problemas con su seguro médico, desempleo, etc.

AMY GOODMAN: Andrew Solomon, usted ha advertido que “personas con enfermedades pulmonares preexistentes mueren de esto. Personas con trastornos preexistentes del estado de ánimo morirán de esto también aunque sea de una manera más lenta y menos obvia”. ¿Podría abordar este tema y también su propia experiencia, que de manera tan dolorosa, honesta y auténtica ha descrito en gran parte de sus escritos? Me refiero a sus propias experiencias con la depresión.

ANDREW SOLOMON: Bueno, a quienes me refiero con eso es a todas las personas que están muriendo porque terminan quitándose la vida, como la valiente doctora de la que acabamos de hablar; las personas que mueren porque cuando se está deprimido, el sistema inmunitario también se deprime, y las personas se vuelven más vulnerables físicamente al virus; las personas que mueren porque padecen una depresión severa, lo cual disminuye su capacidad de cuidarse a sí mismas, y terminan siendo negligentes, salen sin tapabocas, no respetan el distanciamiento físico, etc; las personas que desarrollan privación del tacto, o “hambre de piel”, en la que la ausencia de contacto físico con otros seres humanos los empuja al límite y los lleva a manifestar comportamientos perjudiciales. Entonces, hay muchas, muchas formas en que este problema de salud mental se convierte en algo serio que puede resultar en vidas destruidas e incluso a la muerte de personas a causa del virus, que ni siquiera tienen.

Mi propia experiencia, como dato histórico, es que en 1994, unos años después de la muerte de mi madre, desarrollé una depresión muy aguda y grave. No la reconocí como lo que era en ese momento. Estaba determinado, debido al estigma, supongo, a hacer frente a este problema por mi cuenta. Y eventualmente llegué al punto en el que casi no podía hacer nada y permanecía acostado en la cama, incluso con la incapacidad de levantar el teléfono y pedir ayuda. Luego, finalmente me di cuenta de que había que hacer algo. Así que fui y busqué tratamiento. Y luego, como tantas otras personas, empecé el tratamiento y pensé: “Bueno, ahora estoy bien”, entonces dejé el tratamiento y tuve una recaída. Así que volví al tratamiento. La depresión es una enfermedad cíclica, una vez que la hayas desarrollado es probable que tengas episodios una y otra vez.

Y yo siempre he dicho que lo opuesto a la depresión no es felicidad, sino vitalidad. Y fue esa vitalidad la que perdí en esos momentos. No era que me sintiera triste todo el tiempo, aunque me sentí triste por varias razones, sino que ya no tenía la energía básica para ocuparme de los asuntos de mi vida. No me sentí capaz de levantarme, capaz de hacer frente a las cosas, capaz de poder salir, de hablar con la gente. Me vi aislándome más y más y más en la dolorosa soledad de mi propia mente perturbada. Y eso tiende a ser lo que sucede con la depresión.

Y creo que, en esta crisis, muchas personas comienzan experimentando miedos y angustias razonables por lo que está sucediendo, hasta llegar al punto en el que se paralizan. No preparan comidas para sí mismas. No hacen nada más que dormir o no pueden dormir en absoluto. No hacen nada más que comer o no pueden comer en absoluto. No soportan la idea de hacer ejercicio. Dejan de usar las formas de comunicación incluso limitadas que existen ahora, como el teléfono o Zoom o lo que sea que la gente esté usando, y se aíslan socialmente de su entorno. Esos serían algunos de los síntomas por medio de los cuales uno podría determinar el comienzo de una depresión. Si sientes que no estás funcionando bien debido a la forma en que te sientes, puede muy bien ser depresión. Si solo te sientes molesto, puede muy bien ser una respuesta racional al trágico momento que vivimos.

NERMEEN SHAIKH: Bueno, Andrew, antes de concluir, me gustaría preguntar sobre el impacto de esta pandemia en los niños. Inicialmente, parecía que tal vez había un asomo de esperanza, el cual era que los niños no parecían ser vulnerables. Pero eso, por supuesto, ha cambiado con las muertes recientes de tres niños de corta edad aquí en Nueva York. Aparte de la enfermedad misma, ¿podría hablar sobre cuáles son los efectos más generales de la pandemia y del confinamiento a causa de ésta, del aislamiento, etc., en niños de diferentes edades?

ANDREW SOLOMON: El efecto en los niños es enorme. Mi esposo y yo tenemos un hijo de 11 años, que está aquí con nosotros en esta cuarentena que nos toca vivir. Y estoy muy impresionado por el hecho de que la continuidad de mis amistades, o las de mi esposo, reside en gran medida en la comunicación verbal. Y así, si podemos hablar con y ver a nuestros amigos en Zoom y en otros medios podemos sentir más o menos que nos mantenemos en contacto.

La estructura de las amistades infantiles se basa en hacer cosas juntos. Por lo tanto, los niños que están privados de la habilidad de hacer cosas juntos no tienen mucho que decirse cuando se llaman entre ellos, y así sus propias amistades pierden parte de su tejido y esencia. De este modo, los niños se están perdiendo no solo de algunas de las oportunidades educativas de la escuela, sino también las experiencias sociales que ofrece una escuela. Y creo que si hacemos esto por un año, y mi hijo, quien tenía 10 años cuando comenzamos, llega casi a los 12 para cuando hayamos terminado, ¿cuáles serán los modelos de desarrollo que se habrá perdido?

Ahora, además de eso, los niños no son tontos y pueden entender que esta situación es antinatural y extraña. Algunos niños pueden ponerle buena cara a la situación, pero otros no. Para ellos, reconocer esto representa un enorme estrés. Y el mayor estrés en los niños a menudo es la condición de sus padres. Hubo un experimento, un estudio realizado hace algunos años, en el que una investigadora llamada Myrna Weissman quizo determinar cuál era la mejor manera de tratar la depresión infantil. Después de probar 15 cosas diferentes en un extenso estudio controlado, lo que resultó más efectivo para ayudar a los niños fue tratar a sus madres. Se halló entonces que los trastornos mentales de los padres derivan en problemas mentales en los niños. Incluso solo el estrés y la angustia de los padres contribuyen al desarrollo de estas condiciones en los niños.

Y ahora con esta noticia sobre la COVID-19 y el hecho de que puede ser fatal para los niños o puede afectar su salud muy seriamente, contrario a lo que hemos escuchado, tenemos que aislar más a nuestros hijos, y tenemos que tomar más precauciones. Y es menos probable que regresemos a la escuela y hay menos probabilidades de volver a algo parecido a lo que nuestros hijos experimentaban como una vida normal. Esa es una situación muy tóxica psicológicamente, así como una que produce ansiedad físicamente.

AMY GOODMAN: Andrew Solomon, muchas gracias por estar con nosotros, autor de varios libros, profesor de Psicología Clínica en la Universidad de Columbia. Vamos a publicar los enlaces a sus artículos (en inglés). En The New York Times: Cuando la pandemia nos deja solos, ansiosos y deprimidos. En The Guardian: Para quienes tenemos depresión, el coronavirus es una doble crisis.

El número de teléfono, en Estados Unidos, de la Red Nacional de Prevención del Suicidio es 1-800-273-8255. De nuevo, es 1-800-273-8255.

Esto es Democracy Now! Noticia de último minuto: Se han publicado las cifras de desempleo. Casi 3 millones de trabajadores estadounidenses solicitaron subsidios por desempleo la semana pasada, más de 36 millones de solicitudes en un total de dos meses. Una cifra que está muy por debajo del total de todas las personas desempleadas.

Cuando regresemos, hablaremos sobre los graves efectos emocionales que el coronavirus está teniendo en las familias cuando sus seres queridos se ven obligados a luchar solos contra la COVID en hospitales o en casa. Quédese con nosotros.


Traducido por Gabriela Barzallo. Editado por Iván Hincapié.

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