“¿Quién merece ser salvado según Occidente?”, se pregunta Matthieu Aikins tras acompañar a refugiados afganos en su viaje hacia un lugar seguro

Reportaje18 de marzo de 2022

Desde que los talibanes asumieron el control del Gobierno de Afganistán el año pasado, ese país enfrenta una crisis humanitaria, con la mitad de la población padeciendo hambre aguda. La Agencia de la ONU para los Refugiados afirma que 3,4 millones de personas afganas se desplazaron dentro del país por el conflicto armado, que el sistema de salud está sufriendo un grave desabastecimiento y que el personal de escuelas y hospitales no está recibiendo su salario en momentos que el precio de los alimentos y la energía aumenta. Muchas personas consideran que esta situación responde a las restricciones económicas que impuso el Gobierno de Biden. Analizamos la crisis que se está desarrollando en Afganistán con el periodista Matthieu Aikins que vivía en Kabul y viajó de manera encubierta con refugiados afganos atravesando fronteras hacia Occidente, con el fin de escribir el libro “The Naked Don’t Fear the Water” (Las personas desnudas no le temen al agua). “Es muy cruda la diferencia en el trato que recibe la gran mayoría de las personas que buscan un lugar seguro, que necesitan recurrir a contrabandistas para escapar, y lo que está sucediendo en Ucrania en este momento”, dice Aikins. El periodista colabora con The New York Times Magazine. En su artículo más reciente publicado en ese medio, Aikins se pregunta: ¿Quién merece ser salvado según Occidente?

Transcripción
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AMY GOODMAN: Esto es Democracy Now!, democracynow.org, el informativo de guerra y paz. Soy Amy Goodman. Pasamos ahora a Afganistán. El alto comisionado de las Naciones Unidas para los refugiados, Filippo Grandi, visitó esta semana la capital afgana, Kabul, y exhortó a la comunidad internacional a no dejar a un lado a Afganistán, donde más de la mitad de la población padece de hambre extrema.

FILIPPO GRANDI: Mientras toda la atención mundial se centra en Ucrania y, entre otras cosas, en la crisis de refugiados que la guerra está generando en ese país, con justa razón ya que es una situación muy grave, considero importante decirle al mundo que otras situaciones que también requieren atención política y recursos no deberían ser olvidadas ni ignoradas, especialmente en Afganistán.

AMY GOODMAN: Afganistán ha enfrentado una crisis humanitaria inminente desde que los talibanes tomaron el control en agosto de 2021. Millones de personas están al borde de la inanición. La Agencia de la ONU para los Refugiados dice que 3,4 millones de afganos están desplazados internamente y que otros 2,6 millones han huido de Afganistán como refugiados. En ese contexto, Democracy Now! entrevistó al galardonado periodista Matthieu Aikins, quien colabora con The New York Times Magazine. Aikins ha informado sobre la ocupación y la guerra por parte de EE.UU. en Afganistán desde 2008. Ha escrito un nuevo y extraordinario libro titulado “Los cuerpos desnudos no le temen al agua: una travesía en busca de un futuro”. En su artículo para The New York Times, titulado “Nunca nos habían llevado clandestinamente a otro lugar”, Aikins escribe sobre los afganos que tratan de escapar de su país mientras su economía colapsa. Nermeen Shaikh y yo entrevistamos recientemente a Matthieu Aikins y primero le pedí que respondiera a una pregunta que él formula en su artículo: ¿Quién merece ser salvado según Occidente?

MATTHIEU AIKINS: Imagínese ahora mismo si, en lugar de permitir a los ucranianos cruzar libremente hacia países vecinos, países de la Unión Europea, donde no requieren visas, se les estuviera forzando a cruzar las montañas y el mar con traficantes de personas, arriesgando sus vidas solo para escapar de esta guerra. Esa es, por supuesto, la situación de los afganos, como lo ha sido para los sirios y para las personas en la mayoría de los conflictos del mundo. Las personas son prisioneras de estas fronteras. No tienen permitido cruzar libremente sin visas.

Cuando fui a Afganistán, el pasado verano y otoño, estuve en la frontera con Irán y presencié una nueva ola de afganos desplazados que huían de su país. Allí hablé con una joven pareja, Jawad y Shukria, que son objeto del artículo que usted ha mencionado. La pareja había decidido escapar de los talibanes y se enfrentaban a este viaje mortal por el desierto con el fin de llegar a un lugar seguro. Lamentablemente, esa es la situación de los afganos.

NERMEEN SHAIKH: En el contexto de los refugiados y adónde han podido entrar los refugiados afganos, una gran mayoría habían logrado ingresar en Pakistán y en Irán, pero luego, más recientemente, ha sido más difícil que puedan entrar incluso en esos países.

MATTHIEU AIKINS: Sí, y en la mayoría de casos necesitan visas que no son fáciles de conseguir. La oficina de pasaportes no estaba funcionando. La joven con quien hablé, Shukria, no tenía pasaporte antes del colapso y no pudo conseguir uno. Incluso si las personas tienen uno no pueden obtener visas para la mayoría de los países. Los afganos tienen uno de los peores pasaportes del mundo cuando se trata de viajes sin visado. Y eso es, en efecto, deliberado. Estas leyes sobre visados están en vigor para rechazar a los solicitantes de asilo que Occidente no quiere. Así que la diferencia es muy clara en cuanto al trato que recibe la gran mayoría de las personas refugiadas, que necesitan traficantes para escapar, y lo que está sucediendo en Ucrania en este momento, lo cual es lo apropiado ya que la gente debería poder huír de las guerras sin tener que recurrir a traficantes de personas.

NERMEEN SHAIKH: Matt, antes de hablar sobre la situación política actual en Afganistán y más adelante sobre su libro, quisiera preguntarle acerca de la crisis humanitaria. Como dijimos en la introducción, el 75% de la población de Afganistán ha caído en la pobreza extrema, cinco millones de afganos sufren de desnutrición aguda, y el secretario general de la ONU ha advertido que el país está pendiendo de un hilo. ¿Cuáles considera usted que son las causas de esta crisis y qué medidas se deberían tomar?

MATTHIEU AIKINS: Bueno, algo que tenemos que entender es que ha habido una crisis de desnutrición y de pobreza en Afganistán durante mucho tiempo. La pobreza y la desnutrición empeoraron durante la ocupación estadounidense, gracias al conflicto y debido a la ineficacia del desarrollo y la ayuda ofrecidos. Por supuesto que el colapso ha empeorado mucho más la situación. Durante más de 20 años se construyó el Estado más dependiente de ayuda en el mundo y quizás en la historia, y la retirada repentina de dicha ayuda ha tenido consecuencias que se podían prevenir. Esto ha producido casi un colapso del Gobierno y una situación en la que las personas no tienen suficiente para comer. En algunos casos las familias venden a sus hijas para casarlas a muy temprana edad y así poder sobrevivir. La gente está huyendo a través de las fronteras solo para buscar trabajo. Así que la población huye de una catástrofe de la cual nosotros tenemos responsabilidad directa. Pero bajo las leyes sobre refugiados que tenemos hoy, esas circunstancias no los hacen elegibles para que se les otorgue asilo. Alguien que huye de la inanición no se considera un refugiado en la definición clásica del término de la Convención de Ginebra de 1951. Sin embargo, eso es precisamente lo que está llevando a muchos afganos a abandonar su país.

NERMEEN SHAIKH: Matt, usted ha dicho que una crisis humanitaria no constituye un fundamento para otorgar estatus de refugiado a afganos u otras personas. Pero, además de la crisis humanitaria, se han difundido amplios informes sobre la represión de los talibanes hacia las mujeres, mujeres activistas, exmiembros del Gobierno anterior, así como hacia periodistas. ¿Esas personas todavía están tratando de huir del país?

MATTHIEU AIKINS: Así es. Pero como también dije, es muy difícil salir. La gente se enfrenta al riesgo de la persecución. Yo tengo amigos allí y todos los días me despierto con mensajes en mi teléfono de personas que están desesperadas por salir. Es demasiado difícil que obtengan visas y se vayan. Y una vez que lo hacen, incluso si pueden entrar a un país vecino como Irán o Pakistán, deberán esperar durante años para ser reubicadas. Pero mucha gente está tratando de ayudarlas a salir. Hay personas que quieren irse y que tienen gente en Occidente que quieren ayudarlas a salir y darles su apoyo. Son personas con las cuales tenemos una responsabilidad, debido a nuestra larga intervención en el país y el desastre que dejamos atrás. Sin embargo, de nuevo, debido a las restricciones de visado, debido a las leyes de inmigración y a las limitaciones creadas por el hombre, estas personas están atrapadas en una situación desesperante.

Y creo que eso es algo de lo cual deberíamos ser muy conscientes. Una de las cosas que quise explicar en mi libro es en qué medida el sufrimiento y las restricciones que enfrentan las personas refugiadas y migrantes son producto de las políticas fronterizas y de la implementación de leyes. Y basta con un caso como el de Ucrania, donde muchas personas simplemente se suben a sus autos y se van a Polonia, para darnos cuenta de lo innecesario que es todo el sufrimiento que vemos en lugares como Afganistán.

AMY GOODMAN: Ahondemos ahora en su libro. Usted relata de una manera muy gráfica lo que pasa con los refugiados y quiénes, entre comillas, “merecen ser salvados” y quiénes no. El libro de Matthieu Aikins se titula “Los cuerpos desnudos no le temen al agua: una travesía en busca de un futuro”. Tenemos una regla en Democracy Now!, y es que no queremos frases mediáticas. Así que tiene que darnos todos los detalles posibles. ¿Puede hablar sobre el viaje que hizo, además de los obstáculos y el horror que enfrenta la gente cuando huyen de una situación desesperante, que es como se podría describir al Afganistán de las últimas décadas debido a la invasión y ocupación por parte de Estados Unidos? Hable sobre su viaje.

MATTHIEU AIKINS: La historia comienza con mi amigo, a quien llamo Omar en el libro. Omar fue una de las primeras personas que conocí en Afganistán poco después de mi llegada en 2008. Él había crecido en el exilio. Sus padres huyeron de los soviéticos. Tenemos que recordar que Afganistán ha estado en guerra por 40 años, trágicamente. Omar y su familia regresaron después de 2001 llenos de esperanza por el futuro de su país, por esta era de desarrollo y paz que Occidente les había prometido a los afganos después de la invasión. Omar se convirtió en traductor para el Ejército estadounidense. También trabajaba para los canadienses. Hablaba inglés. Luego decidió que quería trabajar con periodistas y así fue como nos conocimos. Trabajamos juntos durante muchos años en Afganistán mientras yo vivía en ese país. También llegué a conocer a su familia. Como muchos afganos, Omar soñaba con emigrar a Occidente y de hecho solicitó una de esas visas especiales de inmigrante que Estados Unidos otorga a empleados locales en Afganistán e Irak. Él cumplía con los requisitos, pero debido a todas las restricciones en el papeleo, le rechazaron su solicitud.

Esto sucedió en 2015, cuando, probablemente usted recuerda, hubo una crisis migratoria en Europa. Un millón de personas cruzaron el Mar Mediterráneo en lo que fue el desplazamiento más grande de refugiados en la historia, y lo hicieron en pequeñas balsas de goma. Las fronteras en Europa se abrieron brevemente y Omar pensó que esa era su oportunidad de salir. Así que decidió recurrir a los traficantes de personas con el fin de huir a Europa. Yo decidí ir con él. Pero la única manera en que yo podría hacerlo era haciéndome pasar por refugiado afgano, debido al peligro de ser secuestrado o de ser arrestado y que nos separaran. Mi madre es de ascendencia japonesa, pero yo parezco afgano y hablo persa gracias a que viví allí por muchos años. Así que pude cruzar la frontera. El libro es una historia de nuestro viaje juntos a través del paso clandestino de migrantes a Europa.

AMY GOODMAN: Hable sobre ese viaje que hizo, dónde lo inició con su amigo Omar y a qué se enfrentó en el camino.

MATTHIEU AIKINS: Mi viaje comenzó en Kabul, cuando Omar decidió irse. Él había estado dudando si irse por un tiempo, porque se había enamorado de una mujer joven, la hija del vecino, y no quería irse y arriesgarse a perderla. Pero, en última instancia, se dio cuenta de que irse era la única manera de que el padre de esa mujer, que no quería que el matrimonio tuviera lugar, diera su beneplácito, porque necesitaba irse y tener algo para demostrar que tal vez podría llevarla legalmente a Europa. Así que tomó la decisión de partir.

Viajamos a la frontera, al mismo lugar en el que estuve el otoño pasado, en la frontera iraní. En el desierto entre Irán y Afganistán por donde cruzan los migrantes. Es un viaje muy peligroso por terrenos salvajes controlados por narcotraficantes y grupos insurgentes. Terminamos en el refugio de unos contrabandistas. Dimos muchas vueltas durante el camino, algo de lo que supongo que no debería hablar mucho, y finalmente llegamos a Turquía. Y luego, desde Turquía, fuimos a la costa, de nuevo con los contrabandistas. Fuimos llevados a la playa alrededor de la medianoche y nos dijeron que subiéramos a bordo de una pequeña balsa de goma. Había unas 40 personas, hombres, mujeres y niños, algunos de ellos sirios, otros afganos y otros africanos. Estábamos todos juntos. en ese pequeño barco que partió hacia alta mar alrededor de la medianoche. Esa es la forma en la que muchos refugiados han cruzado el mar con la esperanza de alcanzar un lugar seguro en las islas griegas.

NERMEEN SHAIKH: Matt, usted ha dicho que el propio Omar creció en el exilio. No creció en Afganistán. Omar y su familia regresaron a Afganistán en 2001 después de que los talibanes fueran derrocados. ¿Dónde creció Omar? Y explique también el papel de los traficantes, quiénes son, y las sumas exorbitantes que suelen cobrar a las personas que están tratando de huir.

MATTHIEU AIKINS: A menudo esas sumas de dinero que tienen que pagar representan todos los ahorros de una vida. Y cuanto más dinero tengas, más seguro será tu viaje. Y cuanto menos dinero tengas, mayores serán los riesgos. Pero el hecho es que casi todos los refugiados necesitan un contrabandista porque no tienen permitido cruzar las fronteras. Provienen de países cuyos pasaportes, normalmente, no les permiten viajar. Así que los contrabandistas son una necesidad. A menudo son los chivos expiatorios de la crisis migratoria, pero, en realidad, son creados por las fronteras. Cuanto más difícil es cruzar una frontera, cuanto mayor es la dificultad, más gente va a estar dispuesta a pagar a los contrabandistas, y mayor es la economía que se genera.

Y esto es algo que los afganos han vivido durante décadas. Como dije, Omar creció en Irán, y él y su familia también vivieron en Pakistán. Vivieron en muchos sitios durante su infancia, y muy a menudo cruzaban fronteras con la ayuda de contrabandistas. Y una de las cosas de las que hablo en el libro, en relación a la historia, es cómo con el tiempo muchas de estas fronteras se han vuelto más difíciles de cruzar. Cuando los afganos huían de los soviéticos en realidad era relativamente fácil cruzar. En algunos lugares, era suficiente con pagar un pequeño soborno a un guardia fronterizo. Pero a lo largo de los años, los países vecinos han tratado de evitar la llegada de migrantes afganos, y han construido muros, han intensificado las patrullas, y han aumentado la violencia en las fronteras. Eso significa que la gente ha tenido que pagar más y tomar otras rutas a través de las montañas. Los sobornos que se pagan han aumentado. El coste ha aumentado.

Y, aun así, la gente sigue cruzando. Y, aun así, ha habido una gran oleada. Cuando estuve en la frontera en otoño, los contrabandistas me dijeron que nunca habían visto tantas personas cruzando. Según una estimación, alrededor de un millón de afganos cruzaron a Irán el otoño pasado. Así que las fronteras no evitan que la gente cruce, no evitan que la gente desesperada cruce de un país a otro, pero sí enriquecen a los contrabandistas.

AMY GOODMAN: Una de las cosas que usted expone en su libro es el ataque de un dron, el último que el mundo vio porque todos los medios internacionales estaban allí, aunque eso había sucedido antes muchas más veces en todo Afganistán, sin testigos ni periodistas, algo que ha creado una gran cantidad de refugiados internos, que en última instancia son los refugiados que tratan de salir del país. Y quería enlazar esto con algo que acaba de pasar hace unas semanas en el Senado.

En enero, el Comité Judicial del Senado celebró una audiencia sobre los costes de 20 años de ataques con drones estadounidenses. Al inicio de la audiencia el presidente del comité, el senador Dick Durbin, reprodujo un video de Democracy Now! de una entrevista a una víctima de un ataque con drones de EE.UU. en Yemen. Entre los que testificaron estaba Hina Shamsi, directora del Proyecto de Seguridad Nacional de la Unión Estadounidense para las Libertades Civiles, quien representa a los supervivientes del ataque con drones ocurrido en Kabul el 29 de Agosto de 2021, el cual usted ha documentado, y que mató a 10 civiles afganos.

HINA SHAMSI: He escuchado padres describir el horror de tener que recoger partes del cuerpo de sus hijos. He escuchado a una de mis clientas luchar por respirar a través de su desesperación después del asesinato de su marido, un trabajador humanitario de una ONG estadounidense, y de tres de sus hijos y uno de sus nietos. El dolor de mis clientes se vio agravado por el hecho de que durante 19 días nuestro Gobierno mantuvo acusaciones falsas contra sus seres queridos, afirmando erróneamente que fue un ataque justificado y exitoso contra miembros del ISIS. El Pentágono admitió más tarde su error, pero el daño ya estaba hecho.

AMY GOODMAN: El testimonio de Hina Shamsi provocó una respuesta airada del senador republicano de Carolina del Sur Lindsey Graham, cuya segunda mayor fuente de contribuciones a su campaña para su reelección en 2020 fueron empleados del importante productor de drones Lockheed Martin. Este es el senador Graham.

SENADOR LINDSEY GRAHAM: Afganistán es un caldo de cultivo para el terrorismo en este momento. Todas las personas con las que trabajamos están siendo asesinadas. ¿Y así quieren hablar de cerrar Guantánamo y restringir el programa de drones? Viven en un mundo que no existe.

AMY GOODMAN: Ese era Lindsey Graham sermoneando a Hina Shamsi. Matt, ¿puede describir el mundo que sí existe, tal como lo vio usted, con los ataques con drones de EE.UU. en Afganistán?

MATTHIEU AIKINS: Sí. Yo estuve allí a la mañana siguiente, después de este ataque con drones en Kabul, y vi algunos restos humanos en lo que quedaba del vehículo que Estados Unidos había destruido dentro de una casa familiar. Algunos de esos restos humanos pertenecían a los siete menores que murieron en el ataque. Y como ha mencionado, este ataque fue solo uno de muchos. Este fue bien documentado porque sucedió en Kabul cuando el mundo tenía su atención centrada en ese lugar, pero hay innumerables ataques que han tenido lugar en áreas remotas que la gente no puede visitar, y de los que solo tenemos la versión militar de lo ocurrido.

Pero, lo importante ahora mismo es que nosotros tenemos una responsabilidad directa por lo que ha sucedido en Afganistán. No hay soluciones fáciles. No creo que simplemente sellando las fronteras y bombardeándolos con drones vayamos a ayudar a que la situación mejore, y no es algo que refleje la responsabilidad que tenemos. Deberíamos estar trabajando activamente para aliviar la crisis humanitaria todo lo que podamos. Y, en cambio, estamos bloqueando los fondos del banco central afgano y apoderándonos de ellos, diciendo que vamos a distribuirlos entre las familias de las víctimas del 11-S. Creo que a la gente le gustaría darle la espalda a Afganistán y olvidarse de ellos, pero la verdad somos mucho más responsables de las causas de la huída de los afganos que de la de los ucranianos, por ejemplo.

AMY GOODMAN: ¿Puede explicar ese último punto? Es algo en lo que nos hemos centrado mucho. Pero, ¿podría hablarnos también de las sanciones a los fondos afganos? Aquí hablamos con una madre cuyo hijo murió en el 11-S, Phyllis Rodriguez, y ella dijo que no quería que en nombre de su hijo el pueblo y los hijos e hijas de Afganistán sufrieran como su familia sufrió al perderlo. Hable de las sanciones a las ayudas a Afganistán que están impidiendo que el pueblo de Afganistán reciba su dinero.

MATTHIEU AIKINS: Lo que hemos hecho es congelar los depósitos que el banco central afgano tenía en bancos de EE.UU. Y eso ha paralizado su sistema financiero y exacerbado la terrible crisis que está sufriendo el país. Y embargar ese dinero y decir que vas a distribuirlo a las familias del 11-S, en mi opinión, no solo es cruel, sino ilógico, porque ese dinero no es de los talibanes. Pertenece al pueblo afgano. Si no reconocemos a los talibanes como el Gobierno legítimo de Afganistán, algo que no hemos hecho, entonces no es su dinero. Pero claramente es una medida tomada por razones domésticas, por razones políticas internas. Y creo que es tristemente representativo de la forma de actuar de un Gobierno que no está pensando en los afganos.

AMY GOODMAN: Matthieu Aikins, galardonado periodista, autor del nuevo libro “Los cuerpos desnudos no le temen al agua: una travesía en busca de un futuro”. Y una actualización: A principios de esta semana, el Gobierno de Biden concedió el estatus de protección temporal para Afganistán, lo que protegerá a los refugiados afganos de ser deportados durante 18 meses, incluidos las 76.000 personas que huyeron del país tras la retirada de EE.UU. y que llegaron aquí antes del 15 de marzo. La medida fue tomada dos semanas después de que Biden concediera el mismo estatus a los ucranianos.

Y así terminamos nuestro programa. ¡Feliz cumpleaños a Tami Woronoff!

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Democracy Now! está producido por Renée Feltz, Mike Burke, Deena Guzder, Messiah Rhodes, Nermeen Shaikh, María Taracena, Tami Woronoff, Camille Baker, Charina Nadura, Sam Alcoff, Tey-Marie Astudillo, John Hamilton, Robby Karran, Hany Massoud, Mary Conlon, Juan Carlos Dávila. Agradecimiento especial a Julie Crosby. Soy Amy Goodman, cuídense.


Traducido y editado por Igor Moreno Unanua e Iván Hincapié.

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