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Realizamos una entrevista en profundidad con Isabel Allende acerca de su obra. Se trata de una de las novelistas más célebres del mundo, autora de 26 libros que han sido traducidos a 42 idiomas y cuyas ventas superan los 77 millones de ejemplares. “La casa de los espíritus”, “Paula” e “Hija de la fortuna” son algunos de sus títulos más conocidos. En su última novela, “El viento conoce mi nombre”, Allende se adentra en el trauma de la separación de niños y niñas de sus familias, desde la Alemania nazi hasta la frontera entre Estados Unidos y México, incluyendo también la perspectiva de quienes ayudan a los menores migrantes en esas situaciones. “Esa idea de separar a los niños de sus familias es extremadamente cruel y aún así sigue sucediendo”, señala Allende. La escritora chilena-estadounidense afirma que el “milagro de la literatura” es poder infundir compasión en las personas que leen el libro y, de otro modo, podrían ver a la gente refugiada solo como números abstractos. “Acerca a la gente. Al contar la historia de un niño, de alguna manera puedes conectarte con el lector y crear esa sensación de empatía que muy a menudo está ausente”.
Transcripción
AMY GOODMAN: Esto es Democracy Now!, democracynow.org, el informativo de guerra y paz. Soy Amy Goodman. Hoy nos acompaña Isabel Allende, una de las novelistas más célebres del mundo. Autora de 26 libros que han vendido más de 77 millones de copias y han sido traducidos a 42 idiomas. Isabel Allende nació en Perú en 1942. Como hija de un diplomático chileno, pudo viajar por el mundo. Su padre era primo hermano del expresidente de Chile Salvador Allende. Este 11 de septiembre se cumplirán 50 años desde que en 1973 Augusto Pinochet derrocó a Allende en un golpe de Estado militar respaldado por la CIA. Salvador Allende murió en el palacio de la Moneda ese día. Tras el golpe, Isabel Allende huyó de Chile a Venezuela. En 2010 recibió el Premio Nacional de Literatura de Chile. Cuatro años después, el presidente Barack Obama le otorgó la Medalla Presidencial de la Libertad. Entre sus libros se encuentran “La casa de los espíritus”, “Paula” e “Hija de la fortuna”. Su más reciente novela se titula “El viento conoce mi nombre”, y analiza el trauma de la separación de niños de sus familias, desde la Alemania nazi hasta la actualidad en la frontera sur de Estados Unidos, y pone el foco en los esfuerzos de quienes ayudan a los menores migrantes.
ISABEL ALLENDE: Gracias, Amy. Un millón de gracias por tenerme en el programa.
AMY GOODMAN: Isabel, es maravilloso tenerla de nuevo en Democracy Now!. Felicitaciones por su magnífico y memorable nuevo libro. Cuéntenos la historia de “El viento conoce mi nombre”.
ISABEL ALLENDE: La historia comienza en 1938, poquito antes del comienzo de la Segunda Guerra Mundial en Austria. En ese momento había sucedido, la noche anterior o dos noches anteriores, lo que se llamó “la noche de los cristales rotos”, en que hordas nazis rompieron los comercios y las casas residenciales de los judíos que había en las zonas ocupadas como Austria y, por supuesto, Alemania, y golpearon a la gente, cometieron incendios, toda clase de atrocidades. Entonces, la comunidad judía se dio cuenta de que había que salir, que se venía encima una cosa horrible. Entonces trataron de conseguir visas para irse al extranjero, que eran muy difíciles de conseguir. Nadie les quería dar una visa. Entonces, Inglaterra ofreció 10.000 visas para niños judíos, sin los padres, y algunas familias tuvieron la terrible determinación de mandar a los hijos afuera, o sea, quedarse con ellos con riesgo de vida, o mandarlos afuera para salvarles la vida. Y así fue como 10.000 niños llegaron a Inglaterra. Algunas familias los recibieron, otros terminaron en orfelinatos, pero como fuera, crecieron. Más del 90% de ellos nunca volvió a ver a sus familias. Y crecieron estos niños, hicieron seguramente vida normales o vidas con éxito en Inglaterra, en Europa o en los Estados Unidos. Pero siempre quedaron con un hoyo en el corazón porque perdieron todo, y el trauma de la separación cuando eran muy niños. Cuando yo oí esto, que fue en un teatro una vez en una obra de teatro que se llamaba Kindertransport, se me quedó en el corazón porque pensé “yo como madre, ¿dejaría ir a mi hijo o trataría de que se quede conmigo y protegerlo como pueda?”. Es una opción espantosa.
Mucho tiempo después, 80 años más tarde, en el 2018, cuando vino la separación de los niños de sus padres en la frontera, por la política de Trump, no pude menos que hacer el arco de comparación de lo que había pasado antes y lo que volvió a pasar ahora en circunstancias igualmente dolorosas para las víctimas. Y como yo tengo una fundación que trabaja con organizaciones en la frontera, me enteré de muchos casos en forma personal. Y así fue como pude enterarme del caso de una niña ciega que entró al país con su hermanito de cuatro años y su madre, los separaron en la celda de detención que le llaman el “ice box” (la hielera) y ahí a la madre se la llevaron encadenada y a los niños los metieron en un bus y se los llevaron a un centro de detención. Estuvieron sin poder conectarse por más de ocho meses, porque nadie pensó en la reunificación, pensaron solo en la separación. Gracias al trabajo de voluntarios, de un abogado y de asistentes sociales, pudieron reunir a la familia, que se presentaron ante un juez para pedir asilo y el juez los deportó a los tres a México, a pesar de que no eran mexicanos. Y ahí se perdieron, no hemos vuelto a saber de ellos. Entonces, la trágica historia de esa niña ciega me sirvió de inspiración para el libro.
AMY GOODMAN: En 2018 ProPublica publicó aquel tristemente famoso audio grabado en el interior de una instalación de Aduanas y Protección Fronteriza de Estados Unidos, en el que se escucha a niños llamando entre llantos a sus mamás y papás tras ser separados de sus familias. Se cree que los niños tenían entre cuatro y diez años. Advertimos que este audio es altamente perturbador.
[NIÑOS LLORANDO]
AGENTE FRONTERIZO: Bueno, aquí tenemos una orquesta, ¿verdad? Faltaba el maestro.
El audio conmocionó al mundo y más tarde los periodistas lo reprodujeron en una rueda de prensa en la Casa Blanca. También fue reproducido a través de parlantes a los donantes que arribaban a una recaudación de fondos del Partido Republicano en el hotel de Trump en Washington D.C.
Isabel, me pregunto qué pasaría si ese audio fuera de niños ucranianos. ¿Qué opina de la diferencia en las reacciones en un caso y en otro? La respuesta a la llegada de refugiados ucranianos en todo el mundo ha sido conmovedora y es un modelo de cómo se debería tratar al resto de migrantes. ¿Puede hablar de esa diferencia?
ISABEL ALLENDE: Pensemos por un momento en lo que sería la hospitalidad con que serían recibidos los inmigrantes y los refugiados en los Estados Unidos si vinieran de Escandinavia, si fueran blancos, rubios, de ojos azules. Pero resulta que somos gente de color. Entonces aquí hay un componente racista, que fue el mismo componente racista con que fueron recibidos los judíos en el mundo cuando tuvieron que escapar de Europa. Muchos países les cerraron las puertas por un problema racista. Y lo mismo sucede aquí. Yo creo que aquí hay que tener muy en cuenta que si fuéramos blancos, los que llegan, el recibimiento sería como los de Ucrania.
AMY GOODMAN: Usted cuenta la historia de Samuel, un niño judío separado de sus padres y enviado a Inglaterra en la operación de rescate conocida como “Kindertransport”. También habla sobre Anita, una niña ciega separada de su madre en la frontera sur de EE.UU., y relata la historia de Leticia. Hable además sobre lo que pasó en El Salvador en 1981 en el pueblo de El Mozote.
ISABEL ALLENDE: Bueno, el personaje de Leticia está basado en una amiga mía que conozco muy bien y que me dio mucha información sobre El Salvador. ¿Por qué sale la gente? ¿Por qué llega la gente aquí? En un momento del libro uno de los personajes dice: “Bueno, si saben que les van a quitar a los niños, ¿para qué vienen?” Bueno, vienen porque están desesperados. Nadie pide refugio, nadie deja todo lo que le es familiar, todo lo que ama, si no es porque está desesperado y anda buscando o escapar de la pobreza extrema o de la violencia extrema, o tratando de encontrar una vida mejor para los hijos. En el caso de Leticia, el personaje del libro, ella ha escapado, tenía nueve años cuando sucedió la masacre de El Mozote en El Salvador. Muy poca gente en los Estados Unidos sabe lo que eso fue. En 1981, un grupo de militares entrenados por la CIA llegaron en helicópteros, en tanquetas y en jeeps a la zona que se llama El Mozote, donde había varias pequeñas aldeas. Llegaron ahí, ocuparon el territorio y separaron a los hombres de las mujeres, a los niños los pusieron en una especie de capilla que había, que lo llamaban “el convento”, y los torturaron a todos y los mataron a todos. A los niños los quemaron vivos en el convento este, o la iglesia. A las mujeres las violaron y las partieron en pedazos, a machetazos. Fue una masacre de casi mil personas. Y después de tres días de una orgía de sangre, se fueron y dejaron ahí huesos y lo que fuera.
El Gobierno de El Salvador lo negó, negó la masacre por años. Y las personas que supieron de esto y fueron testigos en cierta forma de lo que pasó lo presentaron en Washington, porque esto era una cosa que había sido auspiciada por la política exterior de los Estados Unidos y la CIA, que entrenó a los militares. Aquí en Estados Unidos también lo negaron y lo taparon. Y no se supo de eso por mucho tiempo, hasta que empezaron a salir las pruebas, las evidencias y hoy se sabe lo que ocurrió en El Mozote, que fue una de las tantas masacres o genocidios que ha habido en Centroamérica, porque para qué decir todo lo que pasó en Guatemala. Entonces, cuando se piensa en la gente que está escapando de Gobiernos que han fallado, de Gobiernos que no les dan seguridad, de los narcotraficantes, de los militares corruptos y abusivos, de las maras, esa es la gente que llega aquí, no los que están bien.
Leticia, en el libro, ha escapado porque ella estaba con un problema estomacal y su padre la llevó al hospital. Y cuando el padre regresó a la aldea no quedaba nada. Había cenizas y huesos y perros comiéndose lo que quedaba. Y Leticia entonces con su padre se vienen a los Estados Unidos y el padre nunca más vuelve a mencionar el tema, no quiere saber de eso. Y Leticia crece sabiendo que algo horrible pasó y ella perdió a toda su familia entera, todos sus hermanos, sus abuelos, su madre. Pero hace una vida en los Estados Unidos como inmigrante, ilegal primero, y después ya se casa con un americano.
AMY GOODMAN: Usted habla de lo que pasó en El Mozote, del Batallón Atlácatl, que fue entrenado por el Ejército estadounidense. Estamos cerca de cumplir los 50 años de lo ocurrido en Chile. Su familia es chilena, usted se crió en Chile con sus abuelos. El 11 de septiembre de 1973, el primo de su padre, Salvador Allende, el presidente de Chile elegido democráticamente, murió en el palacio de la Moneda cuando las fuerzas de Pinochet, respaldadas por Estados Unidos, tomaron al poder.
Ahora, tenemos a Henry Kissinger, que recién cumplidos los 100 años acaba de visitar China, y es descrito como un “legendario hombre de Estado”. En 1973 Kissinger dijo sobre el apoyo de Estados Unidos al golpe en Chile: “No veo por qué debamos quedarnos de brazos cruzados y ver cómo un país se vuelve comunista debido a la irresponsabilidad de su propio pueblo”. ¿Qué tipo de responsabilidad cree que tiene el Gobierno de Estados Unidos, ya hablemos de Chile, El Salvador o Guatemala, como acaba de describir?
ISABEL ALLENDE: Bueno, Kissinger no solamente fue responsable de lo que pasó en Chile. Él fue el artífice de la política exterior de esos años, que fue dentro del marco de la Guerra Fría, en que el mundo estaba dividido en el área de influencia de la Unión Soviética, que también cometió atrocidades, y el área de influencia de los Estados Unidos, donde cabía toda América Latina. Y en ese momento los Estados Unidos consideraban que a cualquier costo había que evitar que se repitiera lo que había pasado en Cuba: una revolución de izquierda. Entonces eliminaron, y lo hicieron con mucho éxito, todos los movimientos izquierdistas que había en América Latina, fueran guerrilleros o no. Y en Chile no había guerrilleros, Chile era un país que democráticamente había elegido un Gobierno de izquierda. Y la represión que establecieron los militares, convertidos en el brazo armado de la derecha y de Gobiernos de derecha, Gobiernos dictatoriales, fue brutal, la represión fue brutal en todas partes.
Ahora, Kissinger puede ser que sea considerado un estadista, quién sabe, hay muchas clases de estadistas. También Hitler fue un estadista. Yo creo que hay que tener también en cuenta su pasado, y si bien se puede respetar su posición de los 100 años o lo que sea, de todas maneras, es bueno saber las atrocidades que se cometieron por una política que él ayudó a establecer.
AMY GOODMAN: Isabel Allende, usted fue periodista en Chile y luego huyó a Venezuela, pero fue en Chile justo antes del golpe cuando Pablo Neruda le dio algunos consejos. ¿Puede compartir esa anécdota con nosotros?
ISABEL ALLENDE: Pablo Neruda dijo que yo era la peor periodista de Chile, que yo me ponía siempre en el medio de toda noticia, que no podía ser objetiva y que si no tenía una noticia seguramente la inventaba, que por qué no me pasaba mejor a la literatura, donde todos esos defectos son virtudes. Yo no le hice caso, porque esto sucedió en 1973. Y en 1981, cuando escribí mi primera novela, “La casa de los espíritus”, ni me acordé de Pablo Neruda.
AMY GOODMAN: Usted escribió su primera novela, “La casa de los espíritus”, a los 40 años. Es un libro que cambió el mundo. Ahora han pasado 40 años y ha escrito 26 libros, que se han traducido a más de 40 idiomas. Ha vendido más de 77 millones de copias. Recientemente ha cumplido 80 años, y continúa narrando las historias de personas que de otra manera no serían escuchadas, Isabel, ya sean personas reales o personas que ha creado a partir de su enorme y fértil imaginación. ¿Puede darle un consejo especialmente a las mujeres que no encuentran la tranquilidad y el espacio para escribir? ¿Cómo pueden crear ese espacio para poder escribir y expresarse?
ISABEL ALLENDE: Virginia Woolf dijo hace muchos años que para escribir uno necesita un cuarto propio, una habitación propia. Esa habitación muchas veces no está disponible porque vivimos en el ruido, vivimos en casas pequeñas, tenemos que hacernos cargo de los hijos, hay muchísimo… Y trabajar, además. Pero si uno pudiera tener ese cuarto interior, mantenerlo adentro, un espacio privado que es de uno solamente, donde uno puede hacer su parte creativa, darle desarrollo a eso, yo no lo pude hacer hasta que mis hijos eran adolescentes y se podían valer solos. Cuando eran chicos, no se puede porque una está demasiado ocupada con los niños y con el trabajo y con todo lo demás. Yo diría que hay que pedir ayuda, que nos ayuden otras mujeres, que nos ayuden las abuelas, las suegras, las madres, las hermanas, las amigas. Entre todas podemos ayudarnos para que cada una pueda tener su pequeño espacio. Solas no llegamos a ninguna parte. Juntas somos invulnerables, invencibles.
AMY GOODMAN: Usted comienza su reciente libro “Mujeres del alma mía” con la siguiente frase: “No exagero al decir que fui feminista desde el kindergarden, antes de que el concepto se conociera en mi familia”. Y añade: “Los hombres le temen al poder femenino. Por eso han impuesto leyes, religiones y costumbres estrictas durante siglos”. ¿Cómo se enfrenta a eso y cuáles son sus planes para el próximo capítulo de su vida, Isabel?
ISABEL ALLENDE: He estado desafiando al patriarcado desde que me acuerdo, desde que era una niña, en la pubertad ya tenía claro que la autoridad era masculina y empecé a desafiarla y a desobedecer las órdenes desde muy temprano. Y lo he hecho toda la vida. Siempre incorporada a otras mujeres. Porque en esto no estoy sola. Hemos sido un movimiento, y ese movimiento de liberación femenina ha cambiado en mis 80 años, ha tenido una evolución, ha tenido culatazos de retroceso, pero siempre se avanza. Lo que pasa hoy por ejemplo con el #MeToo era inconcebible en los años 60, cuando yo empecé a hacer periodismo feminista. De manera que hemos avanzado mucho, pero no lo suficiente.
El patriarcado es muy fuerte y reacciona con una tremenda violencia cuando es desafiado. Y estamos en esa etapa en que hay una vuelta al fascismo, a la derecha, al autoritarismo, al machismo. Todas esas cosas que ya creíamos más o menos superadas empiezan a volver. De modo que hay que estar alerta. Yo tengo mucha confianza en el futuro, porque creo que, como toda revolución, esta revolución no tiene un guión. Uno va a tientas, haciendo lo que se puede y logrando lo que se puede. A veces se pierde la batalla, pero a la larga se gana la guerra.
Respecto a mí, a lo que yo ambiciono para el futuro, yo no tengo futuro. Yo tengo 80 años y ahora estoy en el presente. Y lo que yo quiero es que cada día de este presente sea lo mejor posible. No tengo planes para el futuro, ni ambiciones, ni deseos, ni temores. Estoy bien en este día de hoy y ya mañana veremos, veremos si llego a mañana. Y es una posición en la vida que me da una gran libertad. Así que es un momento feliz de mi vida.
AMY GOODMAN: Isabel Allende, le agradecemos por participar en la lucha, por todo lo que ha hecho y todo lo que usted es. Se lo agradecemos mucho.
El libro número 26 de Isabel Allende se llama “El viento conoce mi nombre” y analiza el trauma de la separación de las familias migrantes y la lucha de quienes están en la primera línea ayudando a los niños migrantes. Esto es Democracy Now! Democracynow.org. Soy Amy Goodman. Gracias por acompañarnos.
Producido por Democracy Now! en Español.
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